Terror en la carretera.
Todavía no sabia yo que, ya desde los primeros días, en todo el extrarradio de Madrid lo mas natural era la búsqueda y recogida de los asesinados durante la madrugada. Pero ahora le tocaba a mi carretera, que cruzaba la Casa de Campo (extenso parque que antes pertenecía a la Casa Real) convertirse en el escenario de asesinatos a gran escala. Allí se habían abierto zanjas en las que todas las noches, los sedicentes “milicianos”, gente del pueblo armada o delincuentes, arrastraban a personas arbitrariamente sacadas de sus hogares: los juzgaba un “Tribunal”, compuesto por media docena de malhechores, entre los que también había mujeres, e inmediatamente se les fusilaba.
Se aprovechaban estas ocasiones para registrar a fondo los hogares y sacar de ellos, “para el pueblo”, cuanto encontraban de valor. Semejante robo organizado, agravado por el asesinato, alcanzo a las pocas semanas tal nivel de escándalo que, una noche, se juntaron unos cuantos guardias veteranos y mataron, también a tiros, al propio “Tribunal”. A continuación, el Gobierno de Giral, mando cerrar la Casa de Campo, pero a parte de esto, no emprendió acción alguna para poner coto a los demás crímenes. En mi carretera yacían ahora todas las mañanas, en posturas terroríficas y con los rostros horriblemente desfigurados, dos, cuatro, seis personas juntas o desperdigadas, muertas por armas de fuego, cadáveres reveladores de todo el horror de tales escenas nocturnas.
Una mañana, mientras pasábamos por allí en el coche, alguien me contó que ocho monjas habían subido a pie desde Madrid, naturalmente sin documentación. Las habían echado de su convento y no tenían ni donde dormir ni que comer. Así iban andando hacia la sierra, donde la lucha seguía su curso. Al pasar por el puesto de guardia, les dieron el alto y ellas manifestaron que querían ir a pie hasta Villalba para poder ser de alguna utilidad, como enfermeras o cuidadoras de lo que fuese y ganarse de tal modo el sustento. Pero les atribuyeron intenciones de espionaje y el Comité del Pueblo las condeno in situ a muerte. El argumento decisivo para ello fue precisamente su condición de monjas.
Las organizaciones surgían por todas partes como setas. ¡Como se profanaba el nombre clásico de Atenas en todos los barrios de la ciudad al asociarlo a los “ateneos libertarios”, cuya finalidad consistía en el robo y el asesinato colectivos!
En el espacio de tiempo transcurrido entre finales de julio y mediados de diciembre de 1936 se practicaron, solamente en Madrid, noche por noche, de cien a trescientos “paseos”. Por eso estimo, y con mucha cautela, que el número de asesinatos en Madrid, sin procedimiento judicial oficial alguno, se sitúa entre los 35.000 y 40.000, quedándome con seguridad por debajo de la cifra real, si estimo que el número de hombres, mujeres y niños asesinados en toda la zona roja, durante dicho tiempo, fue de 300.000.
Prefiero no describir en que circunstancias tan horrendas, con que bestialidad y en medio de que tormentos fisicos y psíquicos se practicaron muchos de dichos asesinatos. Hay que tener en cuenta que se trataba, en su gran mayoría, de personas que no habían participado en absoluto en el levantamiento contra el gobierno llamado legitimo, y que tampoco se habían manifestado lo mas mínimo en forma activa en contra de los “trabajadores”.
Félix Schlayer,
De su libro “MATANZAS EN EL MADRID REPUBLICANO.
P.D. Félix Schlayer: Retlingen (Alemania) 1873, Madrid (¿), ocupa en 1936, el puesto de cónsul de Noruega, que ejerce durante los dos primeros años de la contienda, cargo desde el cual salvo la vida de mas de mil refugiados acogidos en dicha embajada.
¿Quién no se acuerda de la película La lista de Schlinder, aquel alemán que se jugo el pellejo para salvar a unos mil judíos? O por poner otro ejemplo: Ángel Sanz Briz, el cónsul de la España franquista en Budapest, que durante la Segunda Guerra Mundial salvo a cientos de judíos húngaros, ¿no es acaso reconocido y homenajeado públicamente en Israel? Pues bien, de Félix Schlayer, ni una maldita placa celebra su gesta, por que este hombre tuvo la desgracia de estar en el lado equivocado, de ir en contra de los “buenos” y eso, los intelectuales progres de este país, defensores de la “Memoria histórica” políticamente correcta, no se lo perdonan.
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