¡Nacionalistas! ¿Por qué tanto odio?..
El domingo estuve en la manifestación que Galicia Bilingüe organizo en Santiago.
Debo confesar que era la primera vez que asistía a una de estas manifestaciones. Cuando salí de casa, el tiempo, que no nos da tregua, no era el mejor del mundo, no llovía, pero amenazaba con hacerlo de un momento a otro, el cariz del día parecía reflejar mi estado de ánimo. Fui sin mucho entusiasmo, la verdad, pues me parecía que, tal y como se toman las cosas aquí en Galicia, íbamos a ser cuatro gatos. Pero al llegar me quede gratamente sorprendido, aquello estaba abarrotado.
Me uní a la manifestación y me encontré con un conocido mío, yo no sabia que él se interesaba por estas cosas, y a él le ocurría tres cuartos de lo mismo, respecto a mí. Empezábamos a charlar animadamente, cuando de pronto comenzó a oírse un griterío.
Los intolerantes habían llegado, y se desató la de dios es cristo. Insultos, piedras, contenedores volcados, energúmenos que se metieron en medio de la manifestación y comenzaron a zarandear y a empujar a la gente. A mí, gracias a Dios, no me toco ninguno, pues de haberlo hecho, a lo mejor en estos momentos no hubiese podido estar escribiendo esto, fue mejor así.
Lo que mas cerca me cayó fue una chica de tez muy pálida y ojitos como de haberse acabado de fumar un porro o algo así, con un zarcillo en el labio superior, igual que los que antiguamente les poníamos a los cerdos en mi aldea para que no hozaran, que mirándome de frente y con una mirada de odio que, si la miradas matasen, me fulminaba en el acto, me gritó, casi escupiéndome a la cara: “Porco fascista, vaite da galiza españoi de merda” –Puerco fascista, vete de Galicia español de mierda-. La miré con desprecio y pase de ella, no le entre al trapo, que era lo que ella esperaba que hiciese, para luego acusarme de españolista y, además machista y abuso de genero o algo si, ella también pasó de mi y se fue vociferando hacia el centro de la plaza.
Lo que más me abrumó de todo aquello, fue el odio que mostraban aquellos muchachos, un odio visceral, la furia desatada, la ira, las ganas de matar. De matar, si, pues, en aquellos momentos, de haber podido, nos hubiesen matado.
¿De donde ha salido todo este racismo en su estado más primordial, en su estado más crudo?
¿Quién inculcó en estos chicos todo ese odio, todo ese salvajismo?
Sea quien fuere, hizo bien su trabajo, ahora ha quedado claro que nos enfrentamos a un enemigo implacable cuyo objetivo declarado es la dominación de Galicia y de los gallegos por todos los medios y a cualquier precio. Esto es así y que nadie se llame a engaño.
Me fui de allí, triste y esperanzado a la vez. Triste, al darme cuenta del fatídico destino que siempre parece afectar a esta querida tierra. Después de 40 años de dictadura franquista, cuando parecía que por fin íbamos a poder ser libres, llegan estos dictadores nazionalistas que hacen palidecer al del Ferrol. Y esperanzado porque, por fin, veo que algo se mueve en Galicia, que nos hemos cansado de aguantar a tanto tirano y hemos dicho basta, basta ya, dejadnos ser libres malditos.
Debo confesar que era la primera vez que asistía a una de estas manifestaciones. Cuando salí de casa, el tiempo, que no nos da tregua, no era el mejor del mundo, no llovía, pero amenazaba con hacerlo de un momento a otro, el cariz del día parecía reflejar mi estado de ánimo. Fui sin mucho entusiasmo, la verdad, pues me parecía que, tal y como se toman las cosas aquí en Galicia, íbamos a ser cuatro gatos. Pero al llegar me quede gratamente sorprendido, aquello estaba abarrotado.
Me uní a la manifestación y me encontré con un conocido mío, yo no sabia que él se interesaba por estas cosas, y a él le ocurría tres cuartos de lo mismo, respecto a mí. Empezábamos a charlar animadamente, cuando de pronto comenzó a oírse un griterío.
Los intolerantes habían llegado, y se desató la de dios es cristo. Insultos, piedras, contenedores volcados, energúmenos que se metieron en medio de la manifestación y comenzaron a zarandear y a empujar a la gente. A mí, gracias a Dios, no me toco ninguno, pues de haberlo hecho, a lo mejor en estos momentos no hubiese podido estar escribiendo esto, fue mejor así.
Lo que mas cerca me cayó fue una chica de tez muy pálida y ojitos como de haberse acabado de fumar un porro o algo así, con un zarcillo en el labio superior, igual que los que antiguamente les poníamos a los cerdos en mi aldea para que no hozaran, que mirándome de frente y con una mirada de odio que, si la miradas matasen, me fulminaba en el acto, me gritó, casi escupiéndome a la cara: “Porco fascista, vaite da galiza españoi de merda” –Puerco fascista, vete de Galicia español de mierda-. La miré con desprecio y pase de ella, no le entre al trapo, que era lo que ella esperaba que hiciese, para luego acusarme de españolista y, además machista y abuso de genero o algo si, ella también pasó de mi y se fue vociferando hacia el centro de la plaza.
Lo que más me abrumó de todo aquello, fue el odio que mostraban aquellos muchachos, un odio visceral, la furia desatada, la ira, las ganas de matar. De matar, si, pues, en aquellos momentos, de haber podido, nos hubiesen matado.
¿De donde ha salido todo este racismo en su estado más primordial, en su estado más crudo?
¿Quién inculcó en estos chicos todo ese odio, todo ese salvajismo?
Sea quien fuere, hizo bien su trabajo, ahora ha quedado claro que nos enfrentamos a un enemigo implacable cuyo objetivo declarado es la dominación de Galicia y de los gallegos por todos los medios y a cualquier precio. Esto es así y que nadie se llame a engaño.
Me fui de allí, triste y esperanzado a la vez. Triste, al darme cuenta del fatídico destino que siempre parece afectar a esta querida tierra. Después de 40 años de dictadura franquista, cuando parecía que por fin íbamos a poder ser libres, llegan estos dictadores nazionalistas que hacen palidecer al del Ferrol. Y esperanzado porque, por fin, veo que algo se mueve en Galicia, que nos hemos cansado de aguantar a tanto tirano y hemos dicho basta, basta ya, dejadnos ser libres malditos.
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