La Guerra Justa II
Y ahora los rusos
Si lo que escribe Beevor, sobre la “justa venganza” de los
“maoístas chinos” es terrible, lo de la llegada de los rusos a Alemania no le
va a la zaga.
He aquí un fragmento:
Leonid Rabichev, un
teniente radio telegrafista del XXXI Ejercito, describe algunas escenas que se
produjeron más allá de Goldap:
“Las mujeres, las madres y sus hijas están tumbadas a
derecha e izquierda de la carretera, y delante de ellas hay una pandilla de
hombres riendo con los pantalones bajados. A las que están cubiertas de sangre
o han perdido el conocimiento se las llevan a rastras a un lado. A los niños
que han intentado ayudarlas les han pegado un tiro. Se oyen risas, bramidos y
burlas, gritos y gemidos. Y los mandos de los soldados –comandantes y tenientes
coroneles- están ahí, de pie en medio de la carretera. Algunos ríen, pero otros
dirigen las operaciones de modo que todos sus soldados sin excepción puedan
tomar parte en ellas. No es un rito de iniciación, y no tiene nada que ver con
la venganza contra los malditos ocupantes, es simplemente una diabólica
manifestación de sexo en grupo. Pone de manifiesto una absoluta falta de control y la lógica
brutal de una multitud enloquecida”.
“Los soldados rusos violaban a todas las mujeres alemanas
entre los ocho y los ochenta años”, observaba la corresponsal de guerra
soviética Natalia Gesse, intima amiga de
Sakharov. “Era un ejército de violadores. No solo porque estaban locos
de lujuria, sino porque aquello era también una especie de venganza”
Atribuir esta conducta despiadada simplemente a la lujuria o
la venganza constituye una generalización excesiva. Para empezar hubo muchos
oficiales y soldados que no tomaron parte en las violaciones y que se sintieron
horrorizados ante las acciones de sus camaradas.
Aleksandr Solzhenitsin, por entonces un joven oficial de
artillería destinado en Prusia Oriental, describe varias escenas de saqueo
calificándolo de “mercado tumultuoso”.
“Los soldados se han convertido en animales voraces.
En los campos yacen cientos de reses matadas a tiros, en los
caminos se ven cerdos y pollos con las cabezas cortadas. Las casas han sido
saqueadas e incendiadas. Lo que no se pueden llevar, lo rompen y lo destruyen. Los
alemanes hacen bien en huir de nosotros como de la peste”
Fundamentalmente toda esta furia incoherente venia del hecho
de encontrarse, incluso en las casa de los granjeros, con un nivel de vida inimaginable
en la Unión Soviética. A casi todo el mundo le asaltaba la misma triste idea:
¿Por qué nos han invadido nuestro país si son mucho más ricos que nosotros? La
censura, alarmada por las carta enviadas por los soldados a sus familias
describiendo lo que se habían encontrado, se las pasaba al N K V D. Las
autoridades soviéticas se pusieron muy nerviosas al ver como se propagaba la
idea de que toda la propaganda acerca del “paraíso de los trabajadores” del que
gozaban, en comparación con las terribles condiciones reinantes en los países
capitalistas, era mentira.
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