Saturday, May 30, 2009

Aquel niño del “catecismo en el “chan””
















Ojeando el blog de Juan Julio Alfaya, me encuentro con uno que él titula:
El niño se dirigió en español a su maestra y ésta le mintió: "Non te entendo".

En el relata como, hace unos dias, un niño, Gonzalo, de 11 años, el hijo mediano de Beatriz Llorente Moreno, una señora de Vigo, se dirigió en español a su maestra y ésta le contestó con una mentira tan grande como la catedral de Santiago de Compostela: "Non te entendo". Y así hasta tres veces seguidas. Luego les dijo a los alumnos que se iba a hacer la sorda siempre que le hablaran en español.

Esto me ha recordado otro tiempo, otro lugar y otro niño.
Corría el año 1958 y un niño de seis años recién cumplidos había comenzado a asistir a la escuela. El niño, muy tímido, enjuto de carnes, demasiado pequeño para su edad y muy blanquito, aparentaba tener unos 4 años en vez de los seis que tenia. Era su segundo día de escuela y estaba, como creo que deben estar todos los niños al asistir por primera vez al colegio, asustado y muy desorientado. Lo habían quitado del abrigo que le proporcionaba el cuidado de su madre y abuelos y lo habían puesto allí, al lado de niños, que a él , todos se le antojaban mayores y con un maestro muy serio que solo parecía hablar con los elegidos, aquellos niños echados para alante que le hablaban con desparpajo y sin temor .
Él llevaba dos días en la escuela y todavía no le había dicho a aquel hombre ni media palabra, parecía que éste ni siquiera se hubiese dado cruenta de su presencia, tenia que hacer algo, hacerse notar. ¿Pero que?
Entonces se dio cuenta de algo y era que, cualquier cosa que los demás niños encontraban caída o extraviada, se la entregaban al maestro y éste, al parecer muy agradecido, les daba las gracias. Ya estaba, él también tenía que encontrar algo, pero pasó todo el día y no encontró nada, tirado u olvidado por alguien, para dárselo al maestro y así hacerse notar. Pasó un día o dos mas, hasta que por fin lo vio, allí estaba, caido delante de él, había algo, por fin, lo recogió, era un catecismo, y acercándose muy confiado al maestro le dijo: señor profesor, así era como éste quería que se dirigiesen a él, he encontrado este catecismo en el “chan” ¿En donde? Pregunto el maestro. En el “chan”. ¿Dónde? Volvió a preguntar el maestro. En el “chan”, en el “chan”, volvió a responder el niño, nervioso y apuntado con su dedo hacia abajo. ¿Pero como era posible que este tío no lo entendiese, si, además, se lo estaba diciendo clarísimo y señalándole hacia abajo? Oyó que los demás niños se reían y que alguno detrás de él, susurrando, le trataba de soplar algo, y de pronto comprendió, estaba diciendo “chan” en gallego y el maestro lo quería en castellano, Pero, siendo de una aldea de Galicia, donde todo el mundo hablaba en gallego, su castellano era muy limitado y él no tenia ni pajolera idea como se decía “chan” en castellano, trato de oír mejor al que se lo trataba de soplar, pero éste hablaba demasiado bajo y con las risas de los demás compañeros le fue imposible entenderlo. Así que, resinándose, agacho la cabeza y esperó a que aquel hombre “dictara sentencia”, había fracasado. Entonces el maestro lo miro con condescendencia y como perdonándole la vida le dijo: siéntate hombre y, el niño, cabizbajo y derrotado se dirigió a su pupitre y al pasar junto al niño que había estado tratando de ayudarlo, por fin lo entendió, ...en el suelo, se dice en el suelo. Ah, era eso, creo que ya lo había oído antes, bueno, pues mala suerte, no lo olvidare nunca.


Habrá alguien que vea alguna diferencia entre aquel maestro y esta profesora.
Si se le hace, la pregunta a una persona normal, en su sano juicio, que no este influenciada por ninguna de las partes y que razone medianamente, respondería que no hay diferencia alguna, los dos se han encerrado en la sinrazón de tal manera que, incluso, no pueden ver que antes de exigirle a un niño que sepa algo, hay que enseñárselo.


Si le hiciéramos la pregunta a un nacionalista-galleguista tipo, la respuesta seria: Naturalmente, pues aquel maestro le estaba exigiendo al niño que hablase una lengua que desconocía y que había sido impuesta por una dictadura, mientras esta profesora le está exigiendo a este otro niño que hable el gallego, el idioma de Galicia y que es, además, su derecho.
-¿Derecho de quien, del niño o de la profesora? De ambos, pero especialmente del niño.
¿…?
¿Su derecho u obligación? ¿Si es su derecho por que no dejáis que él lo elija si quiere, en vez de imponérselo?
¿Por qué no fomentáis el gallego, le hacéis propaganda lo mejor que sepáis y dejáis que la gente lo tome o lo deje, a su libre albedrío, según sus preferencias e ideas?
¡Vamos!... ¿A que no os atrevéis a recoger el guante?
Claro que no. ¿Cómo se le puede pedir algo así a alguien como los señores Aymerich, Lobería, Quintana, Rodríguez o especialmente Carlos Callón?, si viven de ese cuento, y no solo ellos, ellos solo son la punta de lanza, detrás hay muchos mas. Pero también hay gente a los que no les hace falta esto. Gente como Manuel Rivas, Jesús de Toro o, incluso, el mismísimo José Manuel Beiras, estas son gente capaz que no necesitan subirse al carro del galleguismo para triunfar. Entonces, ¿Por qué ellos no recogen el guante?...


Y, sin embargo, si hay diferencias, aquel maestro, aunque era bastante cabestro, trataba de enseñarle al niño el castellano dentro de la creencia de que estaba en el cumplimiento de su deber, como enseñarle a leer, escribir, historia o matemáticas. Esta profesora, sin embargo, está obligando al niño a que le hable en gallego siempre bajo la idea dogmática de que el niño tiene la obligación de aprenderlo, basándose en el simple hecho de que así es como debe ser en Galicia, esa es su idea, es como ella la ve y el derecho del niño no cuenta para nada.

Aquel niño del “catecismo en el “chan”” era yo, y han pasado de aquello 50 años, pero, todavía, me recuerdo como si hubiese sucedido ayer, no fue una experiencia traumática, ni mucho menos, golpes mas fuertes me tenia reservado la vida, pero, digamos, fue mi bautismo de fuego, un pequeño ejemplo de tanto idiota, intransigente y descerebrado que me iba a encontrar por la vida, gente que se cree poseedora de la verdad absoluta y no sabe razonar que lo que el otro está diciendo, talvez, también, tenga sentido.

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