La absurda y cínica lógica de los nacionalistas-separatistas.
Hace un par de domingos,
o algo así, han vuelto los “defensores del gallego” a salir a la calle en manifestación, que con el
slogan de “Mas Gallego” –podría
escribirlo en gallego pero no me da la gana- decían tratar de frenar el rápido
declive que el uso de ésta lengua está sufriendo en los últimos años entre los
jóvenes de Galicia .
Al otro día leía en el periódico que a dicha manifestación habían asistido unas 28000 personas. ¡Veintiocho mil personas!, je, je, si se juntaron dos mil ochocientas ya podrían darse con un canto en los dientes.
Pero es igual, aun aceptando la mayor, 28.000 personas, de dos millones setecientos mil y pico largo de habitantes que tiene Galicia, representarían un 1´03% del total.
Y que pedía ese uno por ciento de los gallegos en esa plaza de Compostela???
Pedían, quizás, poder hablar, leer y escribir en gallego cuando y donde les plazca???
O quizás pedían ser atendidos en gallego por su médico, o por el dependiente de la tienda donde compra el periódico, la leche, o los zapatos, o poder hacer cualquier tema burocrático en esta lengua???
O, lo mejor, pedían poder escolarizar a sus hijos en gallego???
Pues no, no y no. Todo eso ya lo tienen. Pedían, simplemente, que se derogase el decreto del plurilingüismo.
O sea, y para que se entienda bien, pedían que en las escuelas no se enseñase, ni mucho ni poco, en castellano –español-, solo en gallego y quizás algo de inglés, y punto.
Decían que el gallego es su derecho –el de ellos- y que por eso lo exigían. Y el derecho de los demás gallegos, de esos gallegos que queremos que se nos atienda en castellano, que queremos hablar, leer y escribir en castellano, y que nuestros hijos reciban una educación en castellano, donde se queda???
¡Ah! Eso a ellos no les incumbe, dicen, ellos solo quieren su derecho al gallego, derecho que nadie les niega y al que pueden acceder sin problema alguno. Pero es que esa no es la cuestión. La cuestión es más prosaica, más simple, ellos quieren tener el derecho de impedir que nadie en Galicia hable en castellano. En definitiva, ellos quieren tener derecho a negarle a los demás gallegos su derecho –el de los demás gallegos- así de sencillo.
Hay una sesión en la radio “Onda Cero”, por las mañanas, pagada por la Junta de Galicia, llamada “Dándole a la Lengua” –también esto podría escribirlo en gallego, pero tampoco me da la gana- en pro de la “normalización del gallego” –confunden normalizar con imponer- y durante la cual los niños de una escuela, cada día de una diferente, leen una historia corta o una noticia en gallego.
Hay que reconocer que lo hacen estupendamente y oyéndoles pienso: cuanto trabajo, esfuerzo y dinero y total para qué?
Porque por mucho que a ellos, a los fanáticos del galleguismo, les pese, si en Galicia no se habla mas gallego es porque, simplemente, los gallegos no queremos hacerlo, punto.
Si la mitad de todo ese esfuerzo, trabajo y dinero que se lleva gastado en promover el gallego se hubiese empleado en enseñar el inglés, hoy todos los jóvenes de Galicia hablarían el inglés de Oxford.
Pero la paradoja de todo esto está en el hecho de que, todos estos “demócratas” encuentran su némesis, el blanco de todos sus odios, en la figura de Franco. El odio que siente por él es visceral y profundo, casi fanático, incluso siente pena de no haber vivido en su tiempo, puesto que ellos lucharían hasta la muerte contra ese dictador y, están seguros, vencerían.
Ellos lo creen así, sin ambages, sin cortapisas, porque lo más odiado para ellos en este mundo es una dictadura.
Pero ellos me están obligando a mí, y a muchos más gallegos, a tragarnos el “gallego” por las buenas por las malas, me están obligando a hablar, leer y escribir en gallego, me guste o no, y me están obligando a escolarizar a mis hijos en gallego aunque yo crea que les sería más útil el castellano –español- y el inglés.
¿No es esa una de esas dictaduras que tanto odian?
Y la respuesta que te dan es clara, sencilla y diáfana, ¡no!.
¿Y por qué no?, preguntas.
Pues porque eso tiene que ser así, porque todo el mundo en Galicia debiera hablar en gallego, te responden.
¿Quién lo dice? ¿Quien dice que tiene que ser así y por qué?
Lo decimos nosotros, y tiene que ser así porque estamos en Galicia.
¿Y también en España, no?
Bueno si, de momento si, pero estamos en Galicia.
¿...?
¿Y por qué no le dejáis a la gente elegir libremente, el castellano o el gallego, lo que ellos quieran?
Porque de hacerlo así, responden, la gente en su mayoría elegiría el castellano, y el gallego se extinguiría.
¿…?
Esta es la absurda y cínica lógica de los nacionalistas-separatistas.
Lo siguiente aparecía ayer en el periódico:
El sistema sanitario en Cataluña soporta normas como la que se aprobó en 2012 cuando la Generalidad reeditó un protocolo -publicado por primera vez en 2010- en virtud del cual, se ordenaba a todos los empleados de la sanidad pública a hablar en catalán independientemente de que el interlocutor le entienda o no. La misma normativa seguía diciendo que "médicos, enfermeras y auxiliares" deben expresarse en catalán tanto por teléfono, como por megafonía, en actos públicos protocolarios e incluso entre los propios médicos durante reuniones de trabajo, especialmente cuando hay delante "terceras personas", como pacientes o sus familiares.
Hasta estos extremos han llegado en Cataluña y hasta estos extremos llegaremos en Galicia si dios no lo remedia.
Al otro día leía en el periódico que a dicha manifestación habían asistido unas 28000 personas. ¡Veintiocho mil personas!, je, je, si se juntaron dos mil ochocientas ya podrían darse con un canto en los dientes.
Pero es igual, aun aceptando la mayor, 28.000 personas, de dos millones setecientos mil y pico largo de habitantes que tiene Galicia, representarían un 1´03% del total.
Y que pedía ese uno por ciento de los gallegos en esa plaza de Compostela???
Pedían, quizás, poder hablar, leer y escribir en gallego cuando y donde les plazca???
O quizás pedían ser atendidos en gallego por su médico, o por el dependiente de la tienda donde compra el periódico, la leche, o los zapatos, o poder hacer cualquier tema burocrático en esta lengua???
O, lo mejor, pedían poder escolarizar a sus hijos en gallego???
Pues no, no y no. Todo eso ya lo tienen. Pedían, simplemente, que se derogase el decreto del plurilingüismo.
O sea, y para que se entienda bien, pedían que en las escuelas no se enseñase, ni mucho ni poco, en castellano –español-, solo en gallego y quizás algo de inglés, y punto.
Decían que el gallego es su derecho –el de ellos- y que por eso lo exigían. Y el derecho de los demás gallegos, de esos gallegos que queremos que se nos atienda en castellano, que queremos hablar, leer y escribir en castellano, y que nuestros hijos reciban una educación en castellano, donde se queda???
¡Ah! Eso a ellos no les incumbe, dicen, ellos solo quieren su derecho al gallego, derecho que nadie les niega y al que pueden acceder sin problema alguno. Pero es que esa no es la cuestión. La cuestión es más prosaica, más simple, ellos quieren tener el derecho de impedir que nadie en Galicia hable en castellano. En definitiva, ellos quieren tener derecho a negarle a los demás gallegos su derecho –el de los demás gallegos- así de sencillo.
Hay una sesión en la radio “Onda Cero”, por las mañanas, pagada por la Junta de Galicia, llamada “Dándole a la Lengua” –también esto podría escribirlo en gallego, pero tampoco me da la gana- en pro de la “normalización del gallego” –confunden normalizar con imponer- y durante la cual los niños de una escuela, cada día de una diferente, leen una historia corta o una noticia en gallego.
Hay que reconocer que lo hacen estupendamente y oyéndoles pienso: cuanto trabajo, esfuerzo y dinero y total para qué?
Porque por mucho que a ellos, a los fanáticos del galleguismo, les pese, si en Galicia no se habla mas gallego es porque, simplemente, los gallegos no queremos hacerlo, punto.
Si la mitad de todo ese esfuerzo, trabajo y dinero que se lleva gastado en promover el gallego se hubiese empleado en enseñar el inglés, hoy todos los jóvenes de Galicia hablarían el inglés de Oxford.
Pero la paradoja de todo esto está en el hecho de que, todos estos “demócratas” encuentran su némesis, el blanco de todos sus odios, en la figura de Franco. El odio que siente por él es visceral y profundo, casi fanático, incluso siente pena de no haber vivido en su tiempo, puesto que ellos lucharían hasta la muerte contra ese dictador y, están seguros, vencerían.
Ellos lo creen así, sin ambages, sin cortapisas, porque lo más odiado para ellos en este mundo es una dictadura.
Pero ellos me están obligando a mí, y a muchos más gallegos, a tragarnos el “gallego” por las buenas por las malas, me están obligando a hablar, leer y escribir en gallego, me guste o no, y me están obligando a escolarizar a mis hijos en gallego aunque yo crea que les sería más útil el castellano –español- y el inglés.
¿No es esa una de esas dictaduras que tanto odian?
Y la respuesta que te dan es clara, sencilla y diáfana, ¡no!.
¿Y por qué no?, preguntas.
Pues porque eso tiene que ser así, porque todo el mundo en Galicia debiera hablar en gallego, te responden.
¿Quién lo dice? ¿Quien dice que tiene que ser así y por qué?
Lo decimos nosotros, y tiene que ser así porque estamos en Galicia.
¿Y también en España, no?
Bueno si, de momento si, pero estamos en Galicia.
¿...?
¿Y por qué no le dejáis a la gente elegir libremente, el castellano o el gallego, lo que ellos quieran?
Porque de hacerlo así, responden, la gente en su mayoría elegiría el castellano, y el gallego se extinguiría.
¿…?
Esta es la absurda y cínica lógica de los nacionalistas-separatistas.
Lo siguiente aparecía ayer en el periódico:
El sistema sanitario en Cataluña soporta normas como la que se aprobó en 2012 cuando la Generalidad reeditó un protocolo -publicado por primera vez en 2010- en virtud del cual, se ordenaba a todos los empleados de la sanidad pública a hablar en catalán independientemente de que el interlocutor le entienda o no. La misma normativa seguía diciendo que "médicos, enfermeras y auxiliares" deben expresarse en catalán tanto por teléfono, como por megafonía, en actos públicos protocolarios e incluso entre los propios médicos durante reuniones de trabajo, especialmente cuando hay delante "terceras personas", como pacientes o sus familiares.
Hasta estos extremos han llegado en Cataluña y hasta estos extremos llegaremos en Galicia si dios no lo remedia.
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