Saturday, September 23, 2017

Los anti-catalanistas Antonio Machado, Quevedo, y Góngora, o la enfermedad del fanático.

Según un erudito de la des-Memoria Histórica, catalana, -un tal Josep Abad-, ahora resulta que, Antonio Machado, Quevedo, y Góngora, eran españolistas y anti-catalanistas y sus nombres deben desaparecer ipso-facto de la nomenclatura del callejero catalán y, al parecer, en Sabadell, ya se han puesto manaos a la obra.
Y de la purga tampoco se salvan otros como Goya, Lope de Vega o Bécquer, que son calificados, según el informe elaborado por este cerebrito, de modelo pseudo-cultural franquista.
Ahí queda eso, con un par.
Simplemente ésta ultima chorrada no hace más que reafirmar lo que ya todos sabíamos, la calaña de esta gente. En sus actos y palabras demuestran toda la intolerancia, toda la bravuconeada del que se cree superior, toda la prepotencia dictatorial y excluyente del fascismo, el comunismo, y el nazional-socialismo juntos. Demuestra el fanatismo dogmático que envuelve su vida, el lavado de cerebro de las antiguas religiones y sectas, algunas no tan antiguas- que se negaban a razonar cualquier argumento que fuese en contra de su teoría preestablecida.
Dice Carlos Herrera que tanto tonto junto llama la atención.
Pero en realidad ya ni nos llama tanto la atención ni nos sorprende tanto. Ya nos vamos acostumbrando tanto a las majaderías de estos imbéciles que, si no aparece alguna regularmente, nos aburrimos
Y es que, en todas y cada una de las acciones de los nacionalistas se puede ver como todas las razones que explican la razón de la libertad y la democracia y que es algo tan sencillo, en este caso, como que cada cual, pueda escoger la lengua o idioma en que quiere hablar, vivir o educar a sus hijos, esto es: a los hijos de UNO; se encuentran siempre con la sinrazón y sin argumentos del fanatismo dogmático, -y de hazlo y no lo pienses ni lo argumentes ni lo razones-, que con el dogma de que en Cataluña, País Vasco o Galicia, se tiene que hablar en la lengua regional, -sin querer darse cuenta de que hasta la fecha estas regiones también son España-se cierra en banda ante cualquier razonamiento lógico, pidiendo igualdad de derechos tanto para ellos como para nosotros, los que no nos oponemos a que ellos hablen, eduquen a sus hijos, y vivan, en el idioma que quieran sin negarnos a nosotros el mismo derecho, -Como que también haya escuelas que enseñen en castellano-, cosa que ellos hacen, y se siguen creyendo que están en su derecho y además que ellos son los justos y nosotros, tan catalanes, vascos o gallegos como ellos, los españolistas injustos y, amantes del dictador, y de ahí no los quita nadie.
Mientras somos jóvenes tendemos a enfadarnos cuando alguien, que no está de acuerdo con nuestras ideas, o nos lleva la contraria.
Con el tiempo no vamos haciendo mayores y aprendemos a tener paciencia y a tratar de ver el punto de vista del otro. Nos damos cuenta de que la vida es como es, y así tenemos que asumirlo.
A todos nos gustaría cambiar muchas cosas, pero comprendemos que este mismo anhelo lo tiene todo el mundo y nadie ha conseguido, jamás, que la vida marchase de la forma que uno desearía, ni siquiera los dictadores. Y con este pensamiento nos conformamos y tratamos de vivir y convivir con los demás lo mas buenamente que podemos. Esto se llama madurar y nos suele suceder a la mayoría.
Pero hay gente a la que no le sucede esto.
Gente que por muchos años que viva jamás va a comprender o a reconocer, que todos podemos estar equivocados alguna vez, que él o ella, también pueden estar equivocados.
A esta gente se le conoce como fanáticos.
Y es que el hombre nace engañado y muere desengañado.

El fanático, nace engañado y muere engañado, no cambia nunca, no es que no quiera es que no puede. El fanatismo no es una costumbre, es una enfermedad.

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