Los anti-catalanistas Antonio Machado, Quevedo, y Góngora, o la enfermedad del fanático.
Según un erudito de
la des-Memoria Histórica, catalana, -un tal Josep Abad-, ahora
resulta que, Antonio Machado, Quevedo, y Góngora, eran españolistas
y anti-catalanistas y sus nombres deben desaparecer ipso-facto de la
nomenclatura del callejero catalán y, al parecer, en Sabadell, ya se
han puesto manaos a la obra.
Y de la purga
tampoco se salvan otros como Goya, Lope de Vega o Bécquer, que son
calificados, según el informe elaborado por este cerebrito, de
modelo pseudo-cultural franquista.
Ahí queda eso, con
un par.
Simplemente ésta
ultima chorrada no hace más que reafirmar lo que ya todos sabíamos,
la calaña de esta gente. En sus actos y palabras demuestran toda la
intolerancia, toda la bravuconeada del que se cree superior, toda la
prepotencia dictatorial y excluyente del fascismo, el comunismo, y el
nazional-socialismo juntos. Demuestra el fanatismo dogmático que
envuelve su vida, el lavado de cerebro de las antiguas religiones y
sectas, algunas no tan antiguas- que se negaban a razonar cualquier
argumento que fuese en contra de su teoría preestablecida.
Dice Carlos Herrera
que tanto tonto junto llama la atención.
Pero en realidad ya
ni nos llama tanto la atención ni nos sorprende tanto. Ya nos vamos
acostumbrando tanto a las majaderías de estos imbéciles que, si no
aparece alguna regularmente, nos aburrimos
Y es que, en todas y
cada una de las acciones de los nacionalistas se puede ver como todas
las razones que explican la razón de la libertad y la democracia y
que es algo tan sencillo, en este caso, como que cada cual, pueda
escoger la lengua o idioma en que quiere hablar, vivir o educar a sus
hijos, esto es: a los hijos de UNO; se encuentran siempre con la
sinrazón y sin argumentos del fanatismo dogmático, -y de hazlo y no
lo pienses ni lo argumentes ni lo razones-, que con el dogma de que
en Cataluña, País Vasco o Galicia, se tiene que hablar en la lengua
regional, -sin querer darse cuenta de que hasta la fecha estas
regiones también son España-se cierra en banda ante cualquier
razonamiento lógico, pidiendo igualdad de derechos tanto para ellos
como para nosotros, los que no nos oponemos a que ellos hablen,
eduquen a sus hijos, y vivan, en el idioma que quieran sin negarnos a
nosotros el mismo derecho, -Como que también haya escuelas que
enseñen en castellano-, cosa que ellos hacen, y se siguen creyendo
que están en su derecho y además que ellos son los justos y
nosotros, tan catalanes, vascos o gallegos como ellos, los
españolistas injustos y, amantes del dictador, y de ahí no los
quita nadie.
Mientras somos
jóvenes tendemos a enfadarnos cuando alguien, que no está de
acuerdo con nuestras ideas, o nos lleva la contraria.
Con el tiempo no
vamos haciendo mayores y aprendemos a tener paciencia y a tratar de
ver el punto de vista del otro. Nos damos cuenta de que la vida es
como es, y así tenemos que asumirlo.
A todos nos gustaría
cambiar muchas cosas, pero comprendemos que este mismo anhelo lo
tiene todo el mundo y nadie ha conseguido, jamás, que la vida
marchase de la forma que uno desearía, ni siquiera los dictadores. Y
con este pensamiento nos conformamos y tratamos de vivir y convivir
con los demás lo mas buenamente que podemos. Esto se llama madurar y
nos suele suceder a la mayoría.
Pero hay gente a la
que no le sucede esto.
Gente que por muchos
años que viva jamás va a comprender o a reconocer, que todos
podemos estar equivocados alguna vez, que él o ella, también pueden
estar equivocados.
A esta gente se le
conoce como fanáticos.
Y es que el hombre
nace engañado y muere desengañado.
El fanático, nace
engañado y muere engañado, no cambia nunca, no es que no quiera es
que no puede. El fanatismo no es una costumbre, es una enfermedad.
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