Monday, July 13, 2009

“Vencedores o vencidos”


Con la más completa falta de escrúpulos y conciencia hacia todos los ciudadanos de Cataluña que deseen para sus hijos una educación en español, (el idioma nacional) se acaba de decretar por parte del Presidente de la Generalidad, José Montilla -de la mano siempre con los nacionalistas- una Ley de Educación en Cataluña que establece el catalán como lengua vehicular en las escuelas de aquella Comunidad Autónoma. Esto significa el más absoluto arrinconamiento, en realidad el destierro definitivo del español (castellano) en Cataluña.

Cientos de miles de euros del contribuyente se han dilapidado y se siguen dilapidando en algo que es completamente fútil, inútil e ilegal.
-La constitución dice que, "el castellano es la lengua española oficial del Estado" y que "todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho de usarla"-

Han creado un conflicto “lingüístico” y han instaurado una dictadura tan extrema que, nunca se vivió otra igual en España, paradójicamente, ni siquiera en tiempos de Franco (y el conflicto es solo lingüístico de momento, mas tarde pedirán la independencia)

Privan a los niños catalanes, en muchísimos casos ante el total desacuerdo de los padres, de la segunda herramienta de comunicación más importante del mundo.

Y todo esto, dándoselas en todo momento de demócratas, mientras despedazan un país de 47 millones de habitantes y 500 años de historia.

Mientras tanto el Tribunal Constitucional, el órgano que supuestamente debería velar para evitar estos desmanes, parece dormir el sueño de los justos ante el dictamen de un veredicto sobre la constitucionalidad de esta “ley del catalán” y el ministro de educación el señor Ángel Gabilondo, el hombre que prometió velar para que se cumpliera la constitución en el terreno que le compete, haciendo mutis por el foro.

También habrá padres que piensen lo contrario, no cabe duda, y deseen que sus hijos sean educados en catalán, a ellos esta medida, esta nueva ley del catalán, los pondrá muy contentos, les alegrara que se haga así, pues me permito decirles que están equivocados, que no deberían estar tan contentos, que cuando algo o alguien socaba los derechos mas básicos de las personas, esto no debería alegrarnos a nadie aunque tal medida redunde en beneficio propio.

Y aunque algo nos beneficie, nunca debemos permitir y mucho menos ser cómplices, de que los derechos de los demás sean pisoteados vilmente por individuos sin escrúpulos.
El permitir un desmán por el mero hecho de que nos beneficia a nosotros, y especialmente por eso, nos hace tan culpables como los autores materiales.

Hay una película de los años 60 que trata sobre el juicio Núremberg, “Vencedores o vencidos” en ella un anciano juez ya retirado “Dan Haywood”, (Spencer Tracy) es traído desde un pequeño pueblo de los estados Unidos, para que juzgue y declare inocentes en un juicio de puro tramite a 4 jueces nazis acusados de ser responsables de las políticas de esterilización y limpieza étnicas.
Pero el viejo juez tiene otras ideas y decide llegar al fondo del asunto y llevar a cabo un juicio lo más justo posible.

Y así, el juez comienza a investigar in situ el problema que esta tratando en el juicio. Y preguntando sibilinamente a la gente que le rodea sobre lo que piensan en cuanto al juicio que se está llevando a cabo, ante él se van perfilando las personalidades de los acusados.

Y aunque ante el tribunal van desfilando las pruebas que corroboran la barbarie y el horror llevados a cabo por los acusados tales como la esterilización de los hombres y toda clase de crímenes abominables. Tres de ellos no asumen ningún momento del juicio su culpa por las atrocidades que se les atribuyen. Se disculpan diciendo que fue por patriotismo, por servir a su país, o por aplicar la ley vigente en la Alemania que les toco vivir.
Pero hay un cuarto “Ernst Janning” (Burt Lancaster), un juez y profesor universitario que ocupó la cartera de justicia durante el régimen de Hitler, que es el que despierta mas admiración y simpatía por parte del veterano juez.
A través de los testimonios que va recogiendo y la lectura de sus libros, el juez se da cuenta de que “Janning” no es el típico nazi fanático que cree a pie juntillas en Hitler, en la supremacía aria y en el “Tercer Reich”, sino alguien culto que durante mucho tiempo fue admirado por haber ayudado a redactar la constitución de la República de Weimar así como por sus escritos a favor de la democracia.

El deseo de declarar a este hombre inocente crece por momentos en el interior del juez, pero ante él se presentan inexorables las pruebas de que “Janning” al ser el ministro de justicia de Hittler, había sido en consecuencia el encargado de dar el visto bueno a las sentencias y órdenes judiciales con los que se daba curso a deportaciones, esterilizaciones forzosas y a la aplicación de la pena capital a gitanos, judíos, asociales, comunistas y homosexuales.
No obstante tratara de justificarlo, quiere que se defienda, que le dé un motivo que lo exculpe.
Pero “Ernst Janning” seguirá silencioso y aparentemente ausente del juicio hasta bien iniciado éste.
Es en un momento dado, en concreto, ante el vergonzante espectáculo protagonizado por su abogado defensor al interrogar a una testigo e intentar sugerir como algo delictivo que quizá una mujer, aria, mantuvo relaciones sexuales con un judío, cuando decide prestar declaración y asumir la responsabilidad de los hechos que se le imputan.

También acepta que se dio cuenta de lo que estaba pasando, que todos se dieron cuenta, pero Alemania estaba siendo asolada por el anarquismo y la ruina, los crímenes estaban a la orden del día y el bolcheviquismo amenazaba con invadirla. Hittler termino con aquello y si para hacerlo se tenía que llevar por delante a algunos inocentes, pues tendría que ser, que valía la pena y cerraron los ojos.

Ante esto el juez se verá obligado a tomar la decisión más angustiosa y difícil de toda su carrera.

Ya en el antológico dialogo final entre Janning “Caster” y el juez Haywood “Tracy”, aquel le confiesa a este: Aquella pobre gente, aquellos miles de seres humanos, nunca supuse que se iba a llegar a eso.

A lo que el juez le brinda una frase lapidaria.

Se llegó a eso la primera vez que usted condeno a un hombre sabiendo que era inocente.

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