Friday, September 11, 2009

Horarios racionales.







Durante estas últimas vacaciones estivales, decidí dedicar unos días a pintar en mi casa.
¡No, no!, no pinté ningún bodegón, ni traté de hacerle un retrato a mi gato, ni siquiera hice un mal garabato en un papel, nada de eso. Lo que trato de decir es que dedique unos días a pintar las paredes de mi casa, o sea, a pintar mi casa con brocha, brocha gorda, para que se me entienda.
Y en ello estaba, cuando al segundo día de estar dale que te pego a la brocha, me hizo falta un pincel, yo tenia un par de ellos, pero a estas alturas ya los había embadurnado con pinturas diferentes y necesitaba, por lo menos, uno mas urgentemente.
Por suerte a 50 metros de mi casa hay una ferretería y a 200 metros hay otra, eso es una de las ventajas que tiene el vivir en el centro del pueblo, tiene, también, muchas desventajas, pero eso lo dejo para otro día, así que, baje decidido a la calle con la idea de ir a cualquiera de ellas y comprar media docena de pinceles y brochas pequeñas, pero hete aquí que voy derecho a la mas cercana y… completamente cerrada, me dirijo a la segunda e… ídem de lienzo. Pienso, ¿pero que pasa aquí? ¿La hora?, consulto mi reloj, las dos y media de la tarde, horror, con tanto pintar me había olvidado, a las dos y media de la tarde de un jueves cualquiera, España entera ha “cerrado para comer”. ¿Y ahora que hago? Y de pronto delante de mi la veo, la tienda de los chinos, entro y por 2.75€ salgo surtido con una colección de pinceles. Viva China y viva Asia y viva la gente trabajadora.
¿Pero como puede un país entero parar, para comer, desde la una de la tarde hasta las cinco y media?
¡Por Dios! Perdemos alrededor cuatro horas del día, las de más luz, y luego trabajamos hasta las nueve y media o diez de la noche. ¡De locos!
Nos levantamos entre las 6 y las 7 y media de la mañana, aquí no hay problema, madrugamos como el que más, pero luego lo estropeamos con semejante parón a la hora de comer, y es que, a esas horas, hasta las iglesias cierran, de verdad, esto es así, no lo digo para glosar mi articulo, es tal cual, ¿supongo que los santos también se irán a comer…? ¡Yo que sé! Y luego ¿quien se pone de nuevo al tajo a media tarde? Con un calor sofocante si es en verano, o ya de noche si es en invierno. Al final nos encontramos con que, salimos de casa, hacia el trabajo, alrededor de las 7 de la mañana y no regresamos hasta las 10 de la noche. ¡Que barbaridad!
¿Y alguien se extraña de que luego salga el dato de que somos el país que mas horas emplea “trabajando” y el que menos productividad consigue?
Hace seis años, se creó la Comisión para la Racionalización de los Horarios Laborales, (CRHL) a fin de tratar de que los horarios españoles se acercasen en lo posible a los más generalizados europeos. Al cabo de este tiempo, dicha comisión estima que, un horario racional seria aquel que tuviera flexibilidad a la hora de la entrada y la salida, con una jornada laboral que comenzase entre las 7.00 y las 9.00 horas; y acabase entre las 16.30 y las 18.00, con un tiempo para el almuerzo que no excediese de 45 a 50 minutos.
Ahora solo hace falta metérselo en la cabeza a los responsables de los lugares de trabajo así como a los sindicatos, que unos y otros piensen. Los patronos que se den cuenta de que esta medida no solo, no reduciría la productividad, sino que la aumentaría en bastantes puntos, pues los obreros trabajan más y mejor, cuando están a gusto con su trabajo.
Y los sindicatos que se den cuenta que esta medida no representa ningún perjuicio social para el obrero, sino al contrario, una gran mejoría en su calidad de vida, pues si alguien termina su jornada laboral a las 6.00 de la tarde, todavía le queda media tarde para disfrutar de su familia, cuando con el horario, “de locos”, actual, lo único que tiene es tiempo de ducharse y meterse en cama. Y a dormir, pues al día siguiente nos espera lo mismo… Solo de pensarlo me entran sudores fríos. Menos mal que, yo, ya hace mucho tiempo que pertenezco al grupo de los que hacen jornada continua.
Y esto también, como no, es algo que hay que metérselo en la cabeza a los obreros, pues desgraciadamente, esta es, todavía, una asignatura pendiente.
Y es que, si se le pregunta a cualquier obrero al respecto, todos aceptan encantados lo del horario racional y terminar la jornada entre cuatro y seis, pero cuando se les dice que eso conllevaría a aceptar también un tiempo para la comida de entre 45 a 50 minutos máximo, que se acabaron los almuerzos de comida relajada, con café, copa y siestecilla, de un mínimo de tres horas, te responden, la hora de comer es sagrada chaval.
Bueno, pues o nos quitamos esa idea de la cabeza o seguiremos como estamos, ocupando todo el día con el curro, no tener vida familiar y, además, ver como en este país, y excepción de los chinos, de una a cinco de la tarde, no trabaja ni Dios. Literal.

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