No todos están tan contentos.
Ayer se cumplieron veinte años de la caída de del muro Berlín. Lo he visto en todas las televisiones, lo he leído en todos los periódicos y lo he escuchado en todas las radios.
Las muestras de alegría por la conmemoración de aquel hito histórico que marco el fin del comunismo, aparecían por doquier y, sin embargo, muchos de los que hoy muestran tanta alegría, en aquel momento se sintieron defraudados y decepcionados.
Decepcionados porque, con la caída del muro, comenzó el principio del fin de aquel ensayo de Marx, que ellos suponían iba a ser la panacea de todas las miserias de la tierra. Ese fue el dogma de muchos durante mucho tiempo, y la caída del muro lo echaba todo por tierra.
Para muchos progres de izquierda aquello fue algo increíble. Que lo que ellos creían que era el régimen que salvaría a los desheredados de la tierra se descubría, por fin, como la dictadura mas grande, asesina y cruel que conocieron los siglos, todavía hoy no se lo creen. Por afuera muestran alegría, pero eso es solo de boquilla, en su fuero interno, siguen creyendo que la culpa de que aquello no funcionase la tuvo capitalismo.
Y defraudados, porque, para colmo de males, los principales artífices de aquello fueran Ronald Reagan, Margaret Thatcher, el Papa, Juan Pablo II, estos, tres individuos que, para ellos, son el máximo exponente de la derecha reaccionaria, tres malditos neocoms que solo merecerían pudrirse en el infierno. Y, como no, los dos principales protagonistas, Lech Walesa y Mikael Gorvachov, para ellos, dos malditos traidores hacia a sus camaradas, a la noble idea comunista y la dictadura del proletariado. Así es como todavía siguen pesando muchos de estos progresistas, dicen sentirse alegres, pero en realidad odian todo lo relacionado con la caída del muro y el triunfo de la razón y la justicia, que acabo con aquello.
Eso son los mas demagogos, los que quieren ir de buenos, pero hay otros que no ocultan su rabia y lo dicen abiertamente.
Como José Luis Centella, secretario del Partido comunista, que defiende "sin complejos la vigencia del comunismo"
Los hay que comparan el muro de Berlín con el muro israelita de Cisjordania o la alambrada de Ceuta y Melilla.
El muro de Berlín, fue construido para que nadie de los que estaban en el lado comunista (este) pudiese escapar al otro lado (oeste), o sea, una prisión, nadie jamás vio a nadie tratando de pasar a la inversa, del oeste hacia el este.
El muro de Cisjordania y la alambrada de Melilla, están puestas ahí para que no entren los que están fuera, o sea, para evitar ser invadidos, son una defensa, una fortaleza. Además, nadie, hasta ahora, ha sido asesinado a intentar cruzarlos.
La diferencia es patente a poco que se analice.
Y otros como el señor Centella, que compara la caída del muro con la muerte de Franco.
Pues tampoco, en la España de Franco, nadie fue obligado jamás a quedarse o a irse, siempre se pudo ir y venir al antojo de cada cual.
Bien es cierto que Franco fue un dictador pero, ni él fue tan villano, ni hubo tanto héroe.
Y esto lo sé, porque yo estuve allí.
Las muestras de alegría por la conmemoración de aquel hito histórico que marco el fin del comunismo, aparecían por doquier y, sin embargo, muchos de los que hoy muestran tanta alegría, en aquel momento se sintieron defraudados y decepcionados.
Decepcionados porque, con la caída del muro, comenzó el principio del fin de aquel ensayo de Marx, que ellos suponían iba a ser la panacea de todas las miserias de la tierra. Ese fue el dogma de muchos durante mucho tiempo, y la caída del muro lo echaba todo por tierra.
Para muchos progres de izquierda aquello fue algo increíble. Que lo que ellos creían que era el régimen que salvaría a los desheredados de la tierra se descubría, por fin, como la dictadura mas grande, asesina y cruel que conocieron los siglos, todavía hoy no se lo creen. Por afuera muestran alegría, pero eso es solo de boquilla, en su fuero interno, siguen creyendo que la culpa de que aquello no funcionase la tuvo capitalismo.
Y defraudados, porque, para colmo de males, los principales artífices de aquello fueran Ronald Reagan, Margaret Thatcher, el Papa, Juan Pablo II, estos, tres individuos que, para ellos, son el máximo exponente de la derecha reaccionaria, tres malditos neocoms que solo merecerían pudrirse en el infierno. Y, como no, los dos principales protagonistas, Lech Walesa y Mikael Gorvachov, para ellos, dos malditos traidores hacia a sus camaradas, a la noble idea comunista y la dictadura del proletariado. Así es como todavía siguen pesando muchos de estos progresistas, dicen sentirse alegres, pero en realidad odian todo lo relacionado con la caída del muro y el triunfo de la razón y la justicia, que acabo con aquello.
Eso son los mas demagogos, los que quieren ir de buenos, pero hay otros que no ocultan su rabia y lo dicen abiertamente.
Como José Luis Centella, secretario del Partido comunista, que defiende "sin complejos la vigencia del comunismo"
Los hay que comparan el muro de Berlín con el muro israelita de Cisjordania o la alambrada de Ceuta y Melilla.
El muro de Berlín, fue construido para que nadie de los que estaban en el lado comunista (este) pudiese escapar al otro lado (oeste), o sea, una prisión, nadie jamás vio a nadie tratando de pasar a la inversa, del oeste hacia el este.
El muro de Cisjordania y la alambrada de Melilla, están puestas ahí para que no entren los que están fuera, o sea, para evitar ser invadidos, son una defensa, una fortaleza. Además, nadie, hasta ahora, ha sido asesinado a intentar cruzarlos.
La diferencia es patente a poco que se analice.
Y otros como el señor Centella, que compara la caída del muro con la muerte de Franco.
Pues tampoco, en la España de Franco, nadie fue obligado jamás a quedarse o a irse, siempre se pudo ir y venir al antojo de cada cual.
Bien es cierto que Franco fue un dictador pero, ni él fue tan villano, ni hubo tanto héroe.
Y esto lo sé, porque yo estuve allí.
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