Tuesday, October 20, 2009

Y respetemos sus tumbas…




Un profesor, no me acuerdo ahora de su nombre, probablemente otro cantamañanas de rebaño, afirmaba hace unos días, que la recuperación de tumbas olvidadas de los represaliados del franquismo tiene efecto terapéutico.
Pero ¿para quien tiene ese efecto terapéutico?
Para los familiares de García Lorca, los cuales, y con todo el derecho del mundo, se oponen a que se vuelva a remover en la tumba y la memoria del poeta.
Y como ellos otros muchos, familiares de personas que cayeron victimas de una represión auspiciada por un odio sin paragón entre uno y otro bando. Familiares que muchas veces no conocieron a aquellas personas de las que solo oyeron hablar a sus mayores. Del tío Pedro, al que mataron los rojos, del tío Juan fusilado por los nacionales.
Familiares que en muchos casos, ahora, simpatizan más con el bando que, supuestamente, asesino a su antepasado.
Familiares a los que ahora, cuatro badulaques que se autoproclaman intelectuales, quieren hacer revivir una guerra y un horror, para ellos, ya muy lejano, algo que pasó hace muchísimo tiempo, en otro lugar y a otras gentes.
¿Tiene para esta gente efecto terapéutico?
No y no. La gente de bien lo que desea es vivir lo mejor que puede y que no le compliquen la vida, bastante tiene tratando de sobrevivir el día a día la hecatombe en la que nos ha metido el Bamby-Zapatero.
Para quien si tiene efecto terapéutico de verdad, es para aquellos que han hecho de su vida una cruzada para vengarse de Franco, alguien que ellos no conocieron, pero que necesitan como el villano que da sentido a sus vidas. En realidad todos estos suelen ser una pandilla de iluminados, desquiciada, esquizofrénica, e incapaz. Quijotes sin molinos que no saben encontrar su meta en la vida y usan la memoria histórica como pretexto o motivo de su existencia. Y no les va mal, pues bajo los auspicios del Gobierno Zapatero, y con unos aliados de lujo, como son nuestro juez estrella, Baltasar Garzón y nuestros titiriteros de la ceja, -otros que también viven del chollo de las subvenciones al cine español, cine de autor y otras chorradas varias- todas estas “ONGS” –Nacionalismos periféricos, mesas de normalización lingüística de estos nacionalismos, feministas pro de la “discriminación positiva”, organizaciones de gays y lesbianas varias, etc., brotan como hongos en el estiércol y todos obtienen una pasta gansa que les permite vivir sin dar palo al agua, que es, en definitiva de lo que se trata.
Y todos estos “indianajoneses” de pacotilla, que no distinguirían una tibia de un tibio, esgrimen como caballo de batalla que la transición española a la democracia se logró por medio de un acuerdo vergonzoso –un pacto del silencio– que barrió bajo la alfombra los horrores cometidos durante la guerra civil y la dictadura por los franquistas, a quienes se les permitió además el reciclaje democrático sin exigírseles ningún tipo de responsabilidad.
Por esa razón, en la transición se habría alcanzado un consenso a costa de un serio fallo moral y de una irresponsabilidad palmaria hacia la historia. Tales olvidos y fallos, mantienen esos críticos, habrían dejado como secuela un malestar endémico, el cual es diagnosticado desde la “crítica cultural” con una monotonía predecible.

Y en base a eso, estos “justicieros unineuronales”, se empecinan en juzgar solo a los de un bando, a la parte que no tuvo más remedio que defenderse, más o menos, con los mismos métodos.

Muchos testigos han escrito sobre el genocidio de Paracuellos. Y a día de hoy es un hecho que ya nadie pone en tela de juicio. Y, sin embargo, sobre esto, estos paladines de la “Memoria Historica”, han decidido correr un tupido velo.

Félix Schlayer, el hombre que escribió el libro del cual copie el párrafo que sigue a continuacion, fue cónsul de Noruega en España durante la Guerra Civil y gracias a el pudieron salvarse cientos de españoles, este hombre que vivió en primera persona los desmanes de las izquierdas, en otra parte de su libro nos dice: “Hacia al final le pregunte a La Pasionaria como se imaginaba que las dos mitades de España, separadas entre si por un odio tan abismal, pudieran vivir otra vez como un solo pueblo y soportarse mutuamente.Entonces estallo todo su apasionamiento: -¡Es simplemente imposible! ¡No cabe mas solución que la que una mitad de España extermine a la otra!”

Tragedia en Paracuellos

El miliciano me explico lo de Paracuellos: los autobuses se estacionaban arriba en la pradera. Cada diez hombres atados entre si, de dos en dos, eran desnudados –es decir, les robaban sus pertenencias- y les hacían bajar a la fosa, donde caían tan pronto como recibían los disparos, después de lo cual tenían que bajar los otros diez siguientes, mientras los milicianos echaban tierra a los anteriores. No cabe duda alguna de que, con este bestial procedimiento asesino, quedaron sepultados gran número de heridos graves, que aun no estaban muertos, por mas que en muchos casos les dieran el tiro de gracia.
Ruego al lector que se detenga unos minutos procurando concentrarse en la imagen del tremendo suceso que acaba de leer: una mayoría de hombres jóvenes, en la flor de la vida, unos hombres que no habían infringido ninguna ley humana se veían arrancados de una vida honrada, asesinados por sus compatriotas, aquí, al borde de una fosa, a pleno sol, sin haber visto nunca antes a sus verdugos y tras haber sido robados y, después, fusilados y enterrados, en tanto veían correr la misma suerte a sus amigos, parientes o camaradas; y todo esto únicamente, por pertenecer a otra “clase”
Félix Schlayer.Matanzas en el Madrid republicano. Pág. 150
El Dr. Félix Schaleyer, comentó también, en su otro libro ‘Un diplomático en el Madrid rojo’, que visitó a Carrillo, en esa fecha, 1936 el Consejero de Orden Público de Madrid, para evitar más masacres diciéndole que las noches del 7 y 8 de noviembre estuvieron los autobuses yendo y viniendo a las prisiones....
Carrillo, al parecer, le promete intervenir en el asunto, pero no debió ser así, pues en su libro el Dr. Schlayer, sigue diciendo: ...que a pesar de aquellas falsas promesas continuaron los trasportes que sacaban de las cárceles, sin que Miaja ni Carrillo se creyeron obligados a intervenir...’.
También existe un teletipo fechado en Valencia el 10 de diciembre de 1936, firmado por Irujo, ministro sin cartera, enviado al secretario de Miaja, que entre otras cosas decía: ‘...Había tenido noticias de haber sido fusilados gran número de detenidos y que le interesaba saber número de víctimas, cárceles de donde habían sido extraídos y medidas del gobierno que hayan sido adoptadas...’.
Y continuaron hasta que un anarquista llamado Melchor Rodríguez al ser designado en diciembre, delegado especial de prisiones les puso fin, lo que le valió el nombre de ‘Ángel Rojo’.

Creo, sin temor a equivocarme, que todos, los españoles, todos, si miramos hacia atrás, hallaremos algún antepasado nuestro que cayó en aquella maldita guerra. En ambos bandos hubo asesinos y en ambos hombres buenos. Hubo unos con unas ideas y otros con otras y algunos, la mayoría, que lucho y murió sin saber muy bien por qué. Pero todos ellos dieron su vida por dejarnos a nosotros una vida mejor. El país que hoy tenemos es el que ellos nos dejaron.
En honor a su memoria respetemos su herencia, no la volvamos a destruir.
Y respetemos sus tumbas.

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