Sunday, August 21, 2011

¿Para qué sirve la Historia?





















El otro día conversando con un amigo sobre el hecho de que en España se lee muy poco y entre la juventud todavía menos, algo en lo que ambos estamos de acuerdo, llegamos a un punto en el que yo le comentaba: Nada, no se lee nada y los chicos de hoy salen de la escuela sin saber historia.
Entonces él que, al parecer, no es un forofo de la historia, en realidad, de ninguna lectura si excluimos el periódico y alguna revista, me espetó: ¿Para que sirve la historia?
¿Qué importa lo que ocurrió hace un montón de años?
¿Qué importa la historia?
La Historia importa por una serie de razones. La primera es que, la historia es un fluir de infinitos cauces donde en cada recoveco, en cada encrucijada, se tomó solo una entre varias posibles rutas.
El punto exacto donde se encuentran hoy España, Europa y el resto del mundo es solo a causa de haber elegido una entre un millón de posibilidades; el increíble resultado de cada decisión, lucha, esfuerzo y accidente en que se vieron envueltos todos aquéllos que nacieron antes que nosotros.
Nosotros solo podemos especular sobre lo que hubiese pasado si Portugal o Flandes o Sudamérica, no se hubiesen independizado de España, o si Isabel I de Castilla, (Isabel la Católica) se hubiese casado con el rey Alfonso V de Portugal, algo que estuvo a punto de hacer, en vez de con Fernando de Aragón, o si el viaje de Colon a las Indias, lo hubiese financiado el Rey de Portugal o el de Inglaterra, ambos a los que acudió el almirante, en vez de Los Reyes Católicos, hoy en Sudamérica y México se hablaría el portugués o el ingles ¿y en Estados Unidos?
En la historia tenemos un variada panoplia de posibilidades donde un rey, un gobernante, un ejercito o, a veces, simplemente un individuo, pudo haber tomado una decisión, un camino que nos abocaría a una historia que podría haber sido completamente diferente.
Realmente podemos conjeturar una serie de historias alternativas en donde una gran mayoría nos llevan a que la Guerra Civil Española, puedo haber sido ganada por los republicanos, (¿Qué hubiese pasado en tal caso? ¿Habríamos acabado siendo un país satélite del bloque soviético, del que acabásemos de salir, algo así como sucede con Polonia?) Como, así mismo, un poco mas adelante en la historia tres cuartas partes de estas alternativas nos llevan a un final en el que Hitler habría ganado la II Guerra Mundial.
Uno no puede realmente entender donde nos encontramos hoy sin saber como hemos llegado hasta aquí.
En las películas y novelas en los que se interpretan dramas basados en la vida real, podemos ver cientos de dilemas, morales, políticos, económicos y sociales, y aprender como el ser humano reacciona y se comporta cuando es puesto bajo presión.
Y eso es, exactamente, lo que podemos ver estudiando la historia y aunque aquí las situaciones pueden resultar arcaicas cuándo comparamos, armas de fuego de repetición automática, aeroplanos, submarinos y hasta bombas atómicas, con guerreros a caballo armados con espadas y arcos de flechas en un mundo y un tiempo en que la sífilis era una enfermedad endémica, si hay algo que permanece constante, que no ha cambiado ni un ápice a través de los siglos, es la naturaleza humana.
A través de la historia podemos ver que cuando un gobernante, sea este rey, ministro, sacerdote o un simple dictador, llega a la ecuación de ligar su destino a la salvación y grandeza de su pueblo, su raza y cultura, o a la conquista de civilizaciones o la salvación e ilustración de todos aquéllos seres humanos que no hayan visto la luz igual que él, ahí la hemos cagao.
La historia nos enseña que, los salvadores de la humanidad siempre han dejado tras de si un rastro de sangre.
Que detrás de un héroe siempre hay una tragedia.
Podemos ver, así mismo, como la instauración de independencias y fronteras, por ejemplo Palestina, Irlanda del Norte, la independencia de Pakistán de la India o la desmembración de Yugoslavia, han sido siempre un punto infalible para indicarnos donde iba a tener lugar la próxima guerra.
Con la historia podemos mirar hacia atrás y ver donde la gente se equivocó, podemos ponernos en su lugar e imaginarnos que somos, por ejemplo Isabel I de Castilla, ¿Qué hubiésemos hecho en su lugar? ¿Casarnos con el portugués, o con el de Aragón?
¿O hubiésemos mejor dejado gobernar a la sobrina de Isabel, Juana la Beltraneja, con la que, a causa de disputarle el trono, tuvo que mantener una guerra civil?
Y, finalmente, la historia debería servirnos para no cometer las mismas equivocaciones.
Desgraciadamente no es así.

Saturday, August 13, 2011

Los siervos en la Edad Media.




Hace unos días, hablando con una amiga sobre la vida durante la Edad Media… Si, si, ya sé que habrá quien diga: coña, hay que ver sobre qué cosas raras habla éste. Bueno, ¿les parecería mejor si comentásemos si Rosa de Benito, está o no está, enamorada de Montalvo, si Víctor Sandoval ha olvidado, o no, a Nacho Polo o cuánto va a tardar Belén Esteban en mentar a la Campanario?...
¿O cuando va a reventar de odio María Antonia Iglesias o si le dará un ataque al corazón a Enrique Sopena, cuando vea ganar a la derecha…? Bueno pues eso.
En fin, a lo que íbamos, me comentaba esta amiga mía que la vida durante la Edad Media fue muy dura pero que, quien lo tenía realmente crudo durante esa Edad Media, eran los siervos. Pues éstos vivían una vida de semiesclavitud siempre sometidos a los deseos del señor feudal. Si este quería ir a la guerra, iban todos a la guerra. Y en tiempos de paz, todas las cosechas, ganado o cualquier otro bien que pudiesen obtener, no les pertenecía a ellos sino al señor, ellos vivían de las migajas de éste, el cual, además, tenía derecho de pernada (desflorar a la novia la noche previa al matrimonio).
Me pareció que lo que mi amiga comentaba, aunque tenía algo de razón, era un poco exagerado y decidí adéntrame en el asunto y tratar de averiguar algo de cómo era la vida, especialmente la de los siervos, durante esa Edad Media.
Lo primero que encontré era que entonces no había periódicos, ni radio, ni televisión, ni teléfono móvil, la gente no sabía con precisión lo que ocurría a más de dos días de viaje de sus casas. Vivian en valles y bosques y lo más lejano que conocían eran las tribus vecinas con las que solían mantener casi siempre hostilidades y se hacían mutuamente todas las maldades imaginables, tiraban el ganado del vecino de los pastos y llegaban, incluso, a quemarse las granjas unos a otros. Era un constante tira y afloja de venganzas y peleas.
No como ahora, que vivimos para ayudarnos unos a otros y jamás discutimos ni nos insultamos y siempre estamos de acuerdo en todo, eso lo puede confirmar cualquiera que haya asistido alguna vez a una reunión de una comunidad de vecinos de cualquier edificio compuesta por más de dos viviendas.
Las disputas y pleitos solían resolverse por medio de un combate entre ambos pleiteantes y el vencedor de dicho combate era el que ganaba el pleito.
¡Qué barbaridad! Ahora el que gana el pleito es aquel que tiene más dinero para pagar al mejor abogado.
Pero por lo menos mientras se hicieron estas cosas los campesinos eran libres. Pero un día, allá por alrededor del año 1070, año arriba año abajo y durante los próximos 400 años, se impuso el sistema feudal. El señor feudal era un caballero que, con sus tropas, luchaba en las guerras a favor del rey y este le pagaba adjudicándole tierras (feudo). Las personas que cultivaban estas tierras eran los siervos y pertenecían a la tierra como las ovejas y las cabras que pastaban en ella o los osos o jabalíes que vivían en los bosques o como los mismos bosques, los pastos, los prados y los campos. Los siervos, no eran propiamente ciudadanos del imperio, no podían ir libremente a donde quisieran, eran personas no libres.
Aunque eso sí, no eran esclavos, no podían venderse individualmente en el mercado, como los esclavos bajo el Imperio Romano, aunque tampoco eran libres para dejar el feudo e irse a trabajar a otra parte.
Era verdad, también, que el señor feudal tenía el derecho de pernada, aunque, realmente, hay muy pocas evidencias de que esto fuera práctica habitual.
Además esta práctica no caía muy bien entre los siervos aunque, ya se sabe, los siervos se solían quejar por nada.
¿En cuánto en lo de tener que ir a las guerras con su señor?
Bueno, la filosófica justificación del sistema feudal era: el siervo trabaja para todos, el religioso reza para todos y los caballeros luchan para todos.
Así que, aquí se debe matizar que eran las clases altas las que luchaban en caso de guerra.
Fue unos cuantos siglos más tarde cuando algún inteligente, durante una cena de gala de la clase acomodada, tuvo la brillante idea de sugerir: ¿Y por qué no dejamos que sean los pobres, en vez de nosotros, los que hagan la guerra también?
Pero no todo eran siervos y señores feudales, también había ciudades con ciudadanos libres e independientes, comerciantes y artesanos.
La idea en aquel tiempo era: vente a la ciudad y la ciudad te hará libre.
Si un siervo conseguía evadirse e irse a un pueblo o ciudad y evitar ser capturado por un año y un día, se convertía en un hombre libre. Igual que sucedió durante el Imperio Romano con unos pocos esclavos que consiguieron evadirse.
Todo sistema explotador construye una remota posibilidad de escape para evitar que el oprimido caiga en la desesperación total. Nosotros tenemos “La Primitiva” y la Lotería de Navidad.
Así que, más o menos, la vida durante la Edad Media, no era tan diferente de la actual, la mitad adinerada de nuestra sociedad sigue poseyendo el 95 por ciento de la riqueza y tratando de divisar cualquier sistema donde el obrero trabaje mas por menos dinero y los pobres, aparte de tener televisión y coche y calefacción y una esperanza de vida de 78 años y podamos, más o menos, dejar nuestro trabajo y buscarnos otro mejor y, si las cosas nos van bien, situarnos en la vida y meter a nuestra hija en política y llegar a ser como Leire Pajín, Bibiana Aído o Cospedal, seguimos siendo igual que los siervos de la Edad Media.

Tuesday, August 09, 2011

“Indignados made in England”





Como todo el mundo sabe, en Inglaterra, los últimos días han sido unos de los más violentos a causa de los disturbios producidos por las protestas, por parte de “jóvenes descontentos”, desde hace décadas.
Todo empezó, al parecer, cuando un joven de raza negra resulto muerto en un cruce de disparos con la policía.
A continuación otros jóvenes salieron a enfrentarse con la policía que no actuó con energía suficiente y la cosa acabo yéndosele de las manos.
Pronto llegaron a la capital muchos otros jóvenes para unirse a la revuelta y desde entonces la cosa ha ido “in crescendo” y tomando tintes dantescos.
Durante las tres últimas noches la capital a vivido escenas de violencia vergonzante con incendios y robos fuera de control.
Muchos comercios y coches han sido pasto de las llamas y víctimas de robos y destrozos.
Los ciudadanos comunes de la capital inglesa no se atreven a salir a la calle por miedo a los violentos y los disturbios no muestran visos de tener fin.
Y esto, actualmente, ya nada tiene que ver con la protesta original sobre el joven que fue muerto por la policía.
Esto es, anarquía pura y dura.
“Indignados made in England”

Gentuza, que se cree que se puede salir adelante con todo y hacer lo que a uno le salga del cogombro y que la policía no les toque un pelo.
Y eso no es así, hay unas normas cívicas, unas normas básicas de convivencia que todos tenemos que respetar, y la ley tiene que ser dura con todo aquel que nos las cumpla sea este negro, blanco, amarillo o violeta.
Si nos saltamos esta máxima y dejamos que delincuencia campe por sus respetos, entonces imperará la ley de la selva y acabaremos igual que México, donde todo aquél que osa enfrentarse al narcotráfico y a la delincuencia termina muerto en una balacea o peor aún, como África, donde nadie puede tratar de hacer una vida porque viene la guerrilla o el dictador de turno y se la roba o destruye y es por eso que nadie hace nada, el tejido social es inexistente y se acaba en hambrunas como la de Somalia.
Conquistar el grado de bienestar que occidente goza actualmente nos costó mucha sangre, sudor y lagrimas y no podemos permitir que nadie ahora lo destruya impunemente.