Saturday, December 15, 2018

La Guerra Justa III





(*En Polonia, la represión soviética continuó cebándose en los no comunistas.
La definición sumamente personal que  daba Stalin de “una Polonia libre e independiente” tal como había prometido en Yalta, no solo venia determinado por su odio a los polacos, sino que, por lo cerca de la derrota que había estado la Unión Soviética en 1941, el dictador quería una serie de estados comunistas satélites que le sirvieran de parapeto. Solo lo había salvado el sacrificio de nueve millones de soldados, por no hablar de los dieciocho millones de civiles.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los individuos que más sufrieron en Europa, fueron los que se vieron atrapados entre los dos grandes pilares del totalitarismo, y murieron como consecuencia de la “interacción de los dos sistemas”. Desde 1933 catorce millones de personas perdieron la vida en Ucrania, Bielorrusia, Polonia, las Republicas Bálticas y los Balcanes.
La Segunda Guerra Mundial, con sus ramificaciones globales, fue el mayor desastre de la historia provocado por la mano del hombre. Y aunque acabara con la derrota de los nazis y los japoneses, es evidente que no consiguió la paz mundial. En primer lugar estaban las guerras civiles latentes que amenazaban a Europa y Asia, y que estallaron en 1945. Luego vino la Guerra Fría, con el trato dispensado por Stalin a Polonia y Europa central. Junto con la Guerra Fría se produjeron los movimientos colonialistas en el sudoeste asiático y África. Y no se puede obviar que la serie de enfrentamientos en Oriente Medio empezó con la inmigración masiva de judíos a Palestina, después de la liberación de los campos de concentración.
La Segunda Guerra Mundial vino a cambiar la vida de todo el mundo de una forma imposible de predecir.
Ningún potro periodo de la historia constituye una fuente tan copiosa para el estudio de dilemas, de la tragedia del individuo y de la tragedia de la masas, de la corrupción de la política del poder, de la hipocresía ideológica, de la egolatría de los mandos militares, de la traición, del auto sacrificio, del sadismo sin límites, y de la compasión imprevisible.
Un breve párrafo de un informe de la policía de seguridad francesa, la DST, de junio de 1945, señalaba que había sido encontrada en Paris la esposa de un agricultor alemán. La mujer en cuestión se había colado en un tren que traía de vuelta  a su país a unos franceses deportados a los campos de concentración de Alemania. Daba a entender que había tenido una aventura ilícita con un prisionero de guerra francés asignado a su granja en Alemania mientras su marido se encontraba en el frente oriental. Se había enamorado tanto de aquel enemigo de su país que lo había seguido hasta Paris, donde había sido detenida por la policía. Esos eran todos los detalles que daban.
Tras recibir el manto de la “Guerra Justa”, la Segunda Guerra Mundial ha pesado sobre las generaciones siguientes mucho más que cualquier otro conflicto de nuestra historia. Provoca una mescla de sentimientos encontrados porque nunca podría estar al alcance de esta imagen, sobre todo teniendo en cuenta que la mitad de Europa tuvo que ser entregada a las fauces de Stalin para salvar a la otra mitad.
Una Guerra que comenzó para salvar a Polonia de la invasión nazi y terminó entregando a Polonia a la dictadura comunista).
(*Antony Beevor. La Segunda Guerra Mundial)

Friday, December 07, 2018

La Guerra Justa II


Y ahora los rusos

Si lo que escribe Beevor, sobre la “justa venganza” de los “maoístas chinos” es terrible, lo de la llegada de los rusos a Alemania no le va a la zaga.
He aquí un fragmento:
Leonid Rabichev,  un teniente radio telegrafista del XXXI Ejercito, describe algunas escenas que se produjeron más allá de Goldap:
“Las mujeres, las madres y sus hijas están tumbadas a derecha e izquierda de la carretera, y delante de ellas hay una pandilla de hombres riendo con los pantalones bajados. A las que están cubiertas de sangre o han perdido el conocimiento se las llevan a rastras a un lado. A los niños que han intentado ayudarlas les han pegado un tiro. Se oyen risas, bramidos y burlas, gritos y gemidos. Y los mandos de los soldados –comandantes y tenientes coroneles- están ahí, de pie en medio de la carretera. Algunos ríen, pero otros dirigen las operaciones de modo que todos sus soldados sin excepción puedan tomar parte en ellas. No es un rito de iniciación, y no tiene nada que ver con la venganza contra los malditos ocupantes, es simplemente una diabólica manifestación de sexo en grupo. Pone de manifiesto  una absoluta falta de control y la lógica brutal de una multitud enloquecida”.
“Los soldados rusos violaban a todas las mujeres alemanas entre los ocho y los ochenta años”, observaba la corresponsal de guerra soviética Natalia Gesse, intima amiga de  Sakharov. “Era un ejército de violadores. No solo porque estaban locos de lujuria, sino porque aquello era también una especie de venganza”
Atribuir esta conducta despiadada simplemente a la lujuria o la venganza constituye una generalización excesiva. Para empezar hubo muchos oficiales y soldados que no tomaron parte en las violaciones y que se sintieron horrorizados ante las acciones de sus camaradas.

Aleksandr Solzhenitsin, por entonces un joven oficial de artillería destinado en Prusia Oriental, describe varias escenas de saqueo calificándolo de “mercado tumultuoso”.
“Los soldados se han convertido en animales voraces.
En los campos yacen cientos de reses matadas a tiros, en los caminos se ven cerdos y pollos con las cabezas cortadas. Las casas han sido saqueadas e incendiadas. Lo que no se pueden llevar, lo rompen y lo destruyen. Los alemanes hacen bien en huir de nosotros como de la peste”
Fundamentalmente toda esta furia incoherente venia del hecho de encontrarse, incluso en las casa de los granjeros, con un nivel de vida inimaginable en la Unión Soviética. A casi todo el mundo le asaltaba la misma triste idea: ¿Por qué nos han invadido nuestro país si son mucho más ricos que nosotros? La censura, alarmada por las carta enviadas por los soldados a sus familias describiendo lo que se habían encontrado, se las pasaba al N K V D. Las autoridades soviéticas se pusieron muy nerviosas al ver como se propagaba la idea de que toda la propaganda acerca del “paraíso de los trabajadores” del que gozaban, en comparación con las terribles condiciones reinantes en los países capitalistas, era mentira.

La Guerra Justa…


He acabado de leer un libro de Antony  Beevor, sobre la Segunda Guerra Mundial, el cual, precisamente, lleva ese título: La Segunda Guerra Mundial, y se lo recomiendo tanto a eruditos del tema como a todos aquellos profanos que quieran tratar de entender lo que fue aquello.
Por las películas, tebeos, libros  y abundante bibliografía que hay sobre el tema, nos hemos hecho una idea de que la guerra fue causada por los delirios de grandeza de  un dictador medio loco que quiso conquistar el mundo, que asesinó a miles de judíos, y que, por cuya culpa, hubo una guerra en la que murieron 70 millones de personas, pero que al final ganaron los buenos y perdieron los malos.
La Guerra Justa…
Y nada más lejos de la verdad.
La Segunda Guerra Mundial, no fue el conflicto con una clara línea divisoria que delimitase una lucha entre los Países Aliados y las fuerzas del Eje. En realidad se trató de una serie de conflictos individuales con muchísimos claroscuros.
Por ejemplo: La Guerra, comenzó, supuestamente,  cuando Alemania, el uno de septiembre de 1939 invade Polonia, pero muchos no saben y otros obvian, que el 17 de septiembre, solo dieciséis días después de la invasión nazi, Polonia es invadida desde la frontera opuesta por la Unión Soviética, la cual había firmado con Alemania un tratado de no agresión mutua.
Con la intención de rectificar el resultado de la llamada Guerra de Invierno, - Una guerra de clara agresión Soviética contra Finlandia- Finlandia le declara la guerra a la Unión Soviética, el 25 de junio de 1941, y recibe refuerzos y material por parte de Hitler.
Y el 6 de diciembre de 1941, Inglaterra le declara la Guerra a Finlandia.
Pero incluso en la fecha de comienzo de la Segunda Guerra Mundial, no se ponen de acuerdo los historiadores.
Unos dicen que la Guerra comenzó con la revolución rusa en 1917.
Otros dicen que fue una continuación de la Primera Guerra Mundial.
Las condiciones impuestas sobre Alemania, por el Tratado de Versalles, regiones alemanas controladas militarmente por parte de los vencedores, el pago a ingentes sumas de dinero en concepto de indemnización, y, sobre todo el más doloroso, que Alemania tuviese que reconocer en exclusiva su culpabilidad en el estallido del conflicto, fueron consideradas por los alemanes como intolerables.
Y es que la unidad no estaba garantizada ni siquiera entre las gentes de un mismo país.
El General de Gaulle, que desarrolló toda su “heroica” campaña desde una oficina en Inglaterra, consideraba un traidor al General Pétain, Jefe de Estado de la Francia de Vichy.
Y los británicos dudaron en quien derogar el liderazgo de la Francia libre, si dárselo a de Gaulle o al Almirante Darlam, al final cuando éste fue asesinado el 24 de diciembre de 1942, de Gaulle salió triunfante aunque Roosevelt jamás confió en él.
Mientras en Inglaterra, Winston Churchill, a pesar de su heroico mensaje a los británicos de que solo podía ofrecerles “sangre sudor y lagrimas” –en realidad dijo: blood, toil, tears and sweat, (sangre, esfuerzo, sudor y lagrimas), tuvo que bregar durante todo la contienda con las críticas de la oposición, la cual exigía una y otra vez su dimisión cada vez que los ejércitos británicos sufrían un revés.
Esto llegó a tal punto que, justo al finalizar la Guerra, el socialista Clement Attlee, le ganó las elecciones por mayoría absoluta.
En cuanto en China,  a pesar de la muerte, ruina y tragedia que el ejercito Japonés, representaba para aquel país, los comunistas de Mao Zedong, no solo no ayudaron a las fuerzas nacionalista de Chiang Kai-shek, a luchar contra aquellos, sino que atacaban a las fuerzas de este, obligándole a defender dos frentes.
Sobre este buen hombre, Mao Zedong, y su maravilloso Partido Comunista, Antony Beevor escribe lo siguiente:
Los jóvenes, especialmente los estudiantes, se unieron al Partido Comunista, en tropel.
Al tiempo que se dedicaban a dar casa a los enemigos del pueblo.
Los comunistas ocultaron con suma habilidad el carácter totalitario del régimen que querían imponer.
La periodista Agnes Smedley, admiradora, compañera de viaje y a veces agente de la Cominterm, se mostró profunda e irrevocablemente convencida que los principios del movimiento comunista son los que salvaran y guiaran a China, que darán los mayores impulsos a todas las naciones sometidas de Asia, y crearan una nueva sociedad humana.
“Esta convicción de mi mente y de mi corazón me da la mayor paz que he conocido.
Smedley, Theodore White, y otros influyentes escritores no podían aceptar ni por un momento que Mao llegara a convertirse en un tirano mucho peor que Chiang Kai-shek.
El culto a la personalidad. El Gran Salto Hacia Adelante, que acabó matando a más personas que las que murieron durante toda la Segunda Guerra Mundial.
Estaba completamente fuera de su imaginación la locura cruel de la Revolución Cultural y los 70 millones de víctimas de un régimen que en muchos aspectos fue peor que el estalinismo.