Wednesday, February 16, 2022

Lo que la "Memoria Histórica" no te contará. Campo de Omells (III)


                                                                                                                                                                                                      LOS  DERECHOS HUMANOS ERAN PISOTEADOS CADA DÍA

En el Campo de Trabajo estuvieron internados varios sacerdotes y religiosos, entre los cuales, Francesc Badia, autor del libro, cita a Antoni Riera, vicario  de Lloret de Mar; mosén Pigrau, vicario de la parroquia dels Dolors, de Barcelona; el padre Salvador Dalmau, escolapio, y el benedictino Ursèol Ferrer. 

También había algunos seminaristas, entre ellos Josep Ricart y Joan Roquer. Eran muy numerosos los laicos cristianos, como Casimiro Torrents Carreras y Francesc Antequera Díaz, ambos asesinados; y Josep María Abelló, de la Federació de Joves Cristians de Catalunya.

El odio antirreligioso era tan fuerte que nadie osaba mostrar su condición de creyente, y menos la de sacerdote o religioso. 

Más de un preso fue víctima de vejaciones y golpes porque algún guardia suponía, sin fundamento, que era sacerdote o religioso.

Es emocionante y aleccionadora la confesión de mosén Antoni Riera, reflejada en el libro de Francesc Badía, ante un jefe del Campo, cuando le dijo que era sacerdote:

Antes de ir a trabajar al bosque les registraron y a mosén Riera le hallaron un rosario. - "¿Para qué sirve esto?" - pregunta el jefe. - "Es para rezar" - responde el sacerdote. "¿Tú rezas? ¿Qué eres sacerdote?" - "Si", responde mosén Riera - "¡Y lo dices tan fresco! ¿Qué no sabes dónde estás?" - "Si, pero prefiero que me maten sabiendo que soy sacerdote, que vivir escondiéndolo" - "Galleas mucho, ya veremos si serás tan valiente de aquí en adelante" - "Si Dios quiere". 

= Aquel mismo día, el único guardia catalán que había en el Campo, va y les dice: "Sé que entre vosotros hay un sacerdote. Si se quién es, lo mato". -"Soy yo", le dijo mosén Riera - "¿Tú crees en Dios?", le pregunta y saca la pistola - "Lo creo firmemente" - "Repítelo y disparo", dijo apuntándole. - "Creo en Dios", repitió mosén Riera, "...y si Dios quiere me matarás; y si Dios no quiere, no me matarás" - "Y me dejó", confiesa el sacerdote.

El coraje apostólico de mosén Riera venció muchos obstáculos en aquel ambiente tenebroso. 

Confiesa que trabajó mucho "manual i apostólicament". Se consideraba responsable espiritual de todos los presos del Campo, "que oscilaban entre ochenta y quinientos, según las temporadas". Y descubrió que era una oportunidad única para ejercer el ministerio sacerdotal "y para hacer el bien".

Todos sabían que era sacerdote. 

Muchos le pedían que les confesara y que les diera la Comunión. "Ho feia com podia, però no en deixava cap per atendre. Uns veníen espontàniament, altres jo els invitava a fer-ho. Si no volíen confessar-se amb mi, els indicava a quí podíen anar".

Por la noche, acurrucados sobre una capa de paja, en secreto y a la luz del silencio, en el suelo del templo devastado, entre cuatro paredes profanadas y atacados por insectos, mosén Riera y otros sacerdotes, con trocitos de chusco consagrados, daban la comunión a los presos que lo solicitaban, después de una jornada de trabajo inhumana, agotadora. La justicia y el respeto humano brillaban por su ausencia.

Así transcurría la vida en la retaguardia, en los crueles Campos catalanes de Trabajo, muy bien guardados en los cajones secretos de nuestra reciente Historia. Miseria, odio y venganza. 

Los derechos humanos eran pisoteados cada día.


 Fuente: Francesc Basco Gracià