Friday, January 31, 2014

¿Y qué le parece al Señor Rubalcaba que hay que dialogar con quien quiere despedazar España?

Escribía en mi anterior entrada que, la corrupción, que después del paro, parece ser la mayor preocupación de los españoles, aunque deshonrosa y fea, no debiera ser nuestra segunda preocupación puesto que, en este momento, existen otras cosas más preocupantes, una de ellas los “nacionalismos-separatistas. Y, como para remarcar mis palabras, ahí tenemos de nuevo a ese hombre inasequible al desaliento, el señor Artur Mas, que ahora protesta diciendo que el Gobierno no está abierto al dialogo.
Para este señor, o en realidad, para todos aquellos señores que conforman el abanico separatista catalán, que, mientras los enfermos con trasplantes de riñón o corazón, tienen problemas para conseguir en la farmacias los medicamentos inmunodepresores que necesitan, puesto que la mayoría de las farmacias están al borde de la quiebra a causa de la deuda que la Generalidad mantiene con ellas, -a finales de de octubre del 2012, ascendía a 309 millones de euros-, se gastan una verdadera fortuna en pedir independencias y montar embajadas, -Tiene 23 y solo el alquiler en el edificio Rockefeller Center de Nueva York y la delegación de Paris, ascienden al año a 473.000 y 416.000 euros respetivamente, a esto hay que añadir sueldos y dietas del personal, y para estos señores, repito, lo del dialogo pasa porque el Gobierno acepte sus reivindicaciones, o sea, Cataluña independiente y libre para decidir su futuro y que el resto de España pegue las facturas y aplauda con la orejas, o eso, o es que no hay ganas de dialogo por parte de Rajoy y el Gobierno. Vaya jeta tiene el señor Arturo.
Pero lo peor es que todavía hay palimocos por ahí adelante que dan crédito las “gracias” que suelta este señor, dando pábulo, con ello, de que lo siga haciendo.
Sin ir más lejos ahí está el señor Rubalcaba, diciendo que es verdad, que no se puede dialogar con un Gobierno que dice a todo que no.
¿Y qué le parece entonces al Señor Rubalcaba que hay que dialogar con unos tíos que quieren despedazar España? ¿Negociar un precio para que no lo hagan o pedírselo de rodillas?

Lo más preocupante no siempre es lo peor.

Según una encuesta del CIS realizada el pasado mes de diciembre, el asunto que más preocupa a los españoles en este momento es el paro, seguido muy de cerca por la corrupción.
Bien, con lo primero, no puedo estar más completamente de acuerdo. El paro, la falta de empleo, el no saber si un día de estos nosotros ingresaremos en esa lista fatídica del INEM, el temer que un día no seamos capaces de llevar un jornal a casa y nuestras familias pasen hambre y, aunque nosotros nunca lleguemos a tal extremo, el no estar seguros si nuestros hijos, una vez acabado los estudios, serán capaces de encontrar empleo en este país o tendrán que emigrar igual que hicimos nosotros en los 60 y 70, esa es una espada de Damocles que acompaña todos los días al españolito de a pie o, como diría Reverte, al de infantería de toda la vida.
Pero con lo segundo… ¿…? Bueno la corrupción no es algo bueno, no es algo de lo que uno pueda sentirse satisfecho, pero es algo muy nuestro, me atrevería a decir que, es algo consustancial con los españoles. Donde haya un español que pueda meter la mano en la bolsa o llevárselo por la cara, lo hará, es parte de nuestra picaresca, por algo somos los inmigrantes más expulsados de Bélgica por abusar de las ayudas estatales.
Pero no es nuestro mayor problema, ni mucho menos, es una lacra, si, pero es una lacra de la que la justicia se suele encargar, y con mano dura, en realidad, casi con “odio”. El mismo odio que sentimos todos nosotros hacia el corrupto. Un odio casi visceral, sin pensar que, muchos de nosotros en la misma situación habríamos hecho lo mismo. Esto me hace pensar si la razón de ese desprecio hacia la corrupción será por la magnitud de la infamia perpetrada, por ver la traicionada a la confianza que habíamos depositado en los ellos o, simplemente, será por el mal cuerpo que se nos queda al ver que es otro el que se lo lleva crudo.
Pero bueno, como iba diciendo este no es nuestro mayor problema por mucho que lo digan las encuestas.
El mayor problema reside en ese empeño que les ha entrado a algunos por desmembrar a España.
Los nacionalistas separatistas. Ese señor llamado Artur Mas, que reaparece en los telediarios, día si, día también, para amargarnos la cena. Ahí, como un reuma, como ese dolorcillo cojonero que, en los días lluviosos y cambios de tiempo, nos afecta una rodilla o un hombro y nos hace sentir a disgusto, sin matarnos, pero siempre tocando las narices. Y detrás los vascos con la misma cantinela, aunque estos, observando sus métodos, más que un reuma nos parece haber cogido un virus estomacal.

Pero de así esta manera, poquito a poco y a lo tonto a lo tonto, cada día están más cerca de conseguir sus fines. Se fastidiaran ellos también, ahí en el pecado llevan la penitencia, pero de esto se darán cuenta luego, de momento van a acabar destruyendo nuestros país y nosotros mirando las musarañas…  

Wednesday, January 01, 2014

Queremos creer como cierto lo que nos gustaría que hubiese sido cierto.

“Wishful thinking” es una frase en ingles que se podría traducir como ilusión, pero que en realidad ellos aplican a aquél que quiere pensar, o piensa, que va a suceder lo que a él le gustaría que sucediese.
Pero aquí en España, hay otra variante, que no sé qué nombre se le dará, ni en ingles ni en español, y es la de aquél o aquéllos, en realidad hay muchos, que está siempre dispuesto a creer o aceptar como cierto, todo aquello que a él le gustaría que fuese cierto y a descartar inmediatamente como falso todo aquello que a él  le gustaría que fuese falso.
Por ejemplo: cuando nos dicen algo malo sobre una persona que queremos o apreciamos, enseguida nos negamos a creérnoslo y tratamos de achacarlo a que, la persona en cuestión, está siendo víctima o de un engaño o de un rumor malicioso contra su persona y, si al final, no tenemos más remedio que tragárnoslo porque la verdad nos da en la cara, todavía tratamos de justificarlo con aquello de que: “el pobre es bueno pero se junta con tan malas compañías que ya se sabe”. Jamás nos pararemos a pensar por un momento a que puede ser él la mala compañía de otros.
Pero esto no solo lo dejamos para nuestro entorno familiar y cercano sino que lo trasladamos a todas las esferas de nuestra vida.
Lo hacemos con los clubs de futbol, con los deportistas, con colectivos de gente que se dedican a este o aquel menester, con ciudadanos de otros países e incluso con ciudadanos españoles que sean de diferente etnia o de esta o aquella región de España, pero, sobre todo, lo hacemos con políticos, gobiernos, gobernantes y figuras historias que conforman nuestra visión del mundo.
A todos encasillamos entre buenos y malos y de todos estamos dispuestos a creer cosas buenas o cosas malas, dependiendo del lado en que los hayamos catalogado.
Hay por ejemplo una visión sobre Napoleón Bonaparte, aunque éste no es de los que peor le cae a nadie, que dice que era un tío pequeño, y por eso le apodaban el enano.
Y no es verdad, Napoleón medía alrededor de un metro setenta y, para los franceses de la época, era un fulano alto.
Lo de bajito fue un bulo que se inventaron los británicos –maestros de la propaganda- para ridiculizarlo y con el tiempo cuajó y hoy todo el mundo cree que fue así.
Y, sin embargo, si digo que Stalin solo medía un metro sesenta y uno, nadie me lo va a creer, y en realidad era así. El fulano, pese al nombre y al porte que muestra en las fotografías, era un retaco además de un asesino.
Ya sé, ya se, que hay por ahí por internet foros que le adjudican un metro setenta y tres, e incluso mas, pero no es así, tanto él como Mussolini, con un metro sesenta y uno de estatura, median incluso menos que Franco, uno sesenta y tres.
Y el que no lo crea que se documente, como dice un amigo mío, pero que no lo haga en tontopedias ni foros de internet, los cuales están hechos a gusto y hechura del que los escribe, sino que busque libros de historia  y ensayos sobre el personaje y luego que me cuente.
 Pero sigamos con lo nuestro: Si decimos que el Volkswagen beetle (escarabajo), el modelo de automóvil más vendido de la historia, nació de un encargo que Hitler le hizo a Ferdinand  Porsche, para que le fabricase un coche para el pueblo,  con la idea de que el obrero medio alemán pudiese acceder a él, habrá mucha gente que le costara creerlo. Pero si decimos que Hitler eyaculaba durante sus discursos o que se inyectaba semen de toro para aumentar su potencia sexual, todo el mundo estará dispuesto a aceptarlo a pie juntillas.
Y, sin embargo, lo primero, lo del coche, es fácil de comprobar que fue así, en cambio lo segundo, lo de eyacular, pertenece al acervo personal del fulano y no creo que, si tal cosa le hubiese sucedido, se lo fuese a contar a nadie, y  lo tercero, no pasa de pura fantochada.
Pero como el tío está para siempre encasillado como el monstruo más grande de la historia, nos gustaría que la cosa hubiese sido de aquella manera  y  de aquella manera nos la creemos, aunque,  a poco que nos paremos a pensar, y razonar fríamente por un momento,  nos daremos cuenta de que, en realidad, nos estamos engañando a nosotros mismos.
Y la mayoría de nosotros, aunque somos lo suficientemente inteligentes para razonarlo y discernirlo, nos negamos a ello puesto que nos es más fácil creernos la versión que nos gusta y así crear una realidad que se amolde mas a la idea de que nosotros nos hemos forjado.
Así que, si de repente aparece una señora que escribe una biografía apócrifa de Franco y en ella suelta perlas como: que el General era un reprimido sexual con una muy baja autoestima porque cuando era un niño, y a causa de su voz aflautada, su padre lo afeaba tachándolo de afeminado, mariquita y llamando paquita, añadiendo que solo tenía un testículo, además de que rehuía el sexo debido a que padecía de una severa fimosis que le causaba un gran dolor a la hora de practicarlo, dicho libro está condenado a ser un “best seller”.
Y es que somos así.
Y si nos quisiéramos parar a pensar que, si a Franco, su padre lo llamaba paquita, manolita o perico de los palotes y si tenía una fimosis, más o menos severa, que le causase más o menos dolor, el tío no se lo iba a contar a nadie, eso es tan básico como santiguarse.
Solo tenemos que ver lo que hacemos nosotros, ¿A que todos tenemos filias y fobias, miedos y miserias, fantasías  y pensamientos retorcidos, que no le contamos ni a nuestro mejor amigo?
¿A que si? ¿…? ¡Exacto!
Pero es que tenemos doble vara de medir y siempre arrimamos el ascua a nuestra sardina.

Vemos la paja en el ojo del otro y no la viga en el nuestro.