Thursday, February 27, 2014

Disfunción eréctil…habla con tu médico.

Me enteré, fue el otro día, el día de San Valentín.
Venia en el coche con un compañero de trabajo y por la radio oímos decir que, ese era el día de la disfunción eréctil. Je, je, que cosas, hoy hay un día para todo.
Lo volvimos a oír mas tarde y no una, sino varias veces.
El mansaje era claro: un alto porcentaje de hombres de entre 40 y 70 años, sufre de disfunción eréctil. Si bajamos la edad hasta los cuarenta años, todavía sigue siendo un porcentaje bastante considerable y a partir de los 70, ya ni te cuento.
Y, a pesar de vivir en la época en que vivimos en la que vamos desechando más y más tabúes sobre el sexo, en este caso, el de la disfunción eréctil, todavía hay muchos hombres que son reticentes en acudir al médico, la mayoría de las veces por vergüenza.
Y, decía la señorita que nos hablaba a través de la radio, que   esta era una idea que había que desechar puesto que, así como acudíamos al médico cuando nos dolía una rodilla o teníamos una gripe, etc., así debíamos actuar respecto a la dichosa disfunción n eréctil, hablar con nuestro medico, contárselo a él y pedir su ayuda.
Tiene razón, le comenté a mi compañero.
Sí, me respondió él, pero no tanta.
Y entonces él, que tiene 59 años y se ve todavía muy joven, me relató su historia.
Yo, me dijo, desde hace cosa de unos tres años, coincidiendo con la medicación que me dio el médico para controlar me presión sanguínea, vengo teniendo problemas de erección, pero hace cosa de un año o así he empezado a desarrollar una incipiente diabetes y ahora la cosa se ha puesto tan mal que, hace cosa de seis meses, me decidí a acudir al médico.
Al principio me recepto la famosa pastilla azul que, aunque la cosa funcionó un poco mejor no fue para echar cohetes y casi casi seguíamos en las mismas.
Fue entonces que mi médico me dio un volante para ver a un urólogo.
El urólogo en cuestión, que resultó ser una uróloga jovencita, después de contarle lo que me pasaba, casi mirándome con desprecio, me dijo que a mi edad y con la tensión alta y algo de diabetes, era normal que me pasase lo que me estaba pasando y, diciéndome que lo siguiese intentado con paciencia y si no podía que tampoco era gran cosa como para preocuparse tanto, me mandó para casa con el rabo entre las piernas, nunca mejor dicho.
Así que dime otra vez que tienen razón y que hay que hablar con el médico.
 Los únicos médicos que te hacen caso, son los que vas pagándoles, médicos y clínicas especializadas en el asunto, y esos son carísimos.
Por la seguridad social, o sea tu medico…. puufff
Solamente la primera vez, cuando se lo dije, mi médico de cabecera, solo para recetarme la dichosa pastilla azul, me hizo dos mil analices, tanto de sangre como de corazón etc. Y es que estos cuando les vas a pedir esa pastilla, son como los bancos cuando les vas a pedir un préstamo, antes de dártelo les tienes que demostrar que no te hace falta.

Por lo tanto, visto lo visto, hago como el protagonista del “Show de Truman”: buenos días, buenas tardes, buenas noches.

La invasión.

Otra cosa que debiera preocuparnos más que la corrupción, -y todavía quedan algunas mas- es la invasión que estamos sufriendo en forma de inmigración ilegal.
Ese incesante goteo que se filtra a través de nuestras mal guardadas fronteras y que nosotros, en un arrebato de buenismo iluso, aceptamos sin rechistar pensando que son gente que buscan una vida mejor, que lo son, sin querer darnos cuenta que eso va a ser nuestro ruina.
Muchos de esos inmigrantes proceden de países con culturas ancladas en la Edad Media, que, en vez de aportar riqueza cultural a los países de acogida, los hacen retroceder a ámbitos insospechados.
Esto parece algo lejano y muy rebuscado, pero no es tal, sucedió antes y volverá a suceder.
Solo tenemos que pensar en la cultura egipcia, después de una prolongadisima existencia donde conoció épocas de esplendor y expansión, alrededor del 1800 A.D. entró en una decadencia que la debilitó y disgregó en decenas de “poderes autonómicos” que desembocaron en una completa anarquía. Esto fue aprovechado por los beduinos de la periferia, los hicsos, para adueñarse del país.
Ocurrió lo mismo con el Imperio Romano milenios mas tarde y está ocurriendo ahora con Europa en general y con España en particular.
El proceso se inicia con la llegada aparentemente pacifica de oleadas de emigrantes procedentes de países menos desarrollados y termina en ocupación de las instituciones por esos extranjeros que imponen su forma de vida menos evolucionada a los incautos naturales.
Un viejo castellano diría: “Al villano dale el pie y se tomara la mano”
“La natalidad cayó en picado, no por mengua de fornicio, que se practicaba mas que nunca, sino porque las parejas jóvenes se habían vuelto comodonas y evitaban tener hijos. La agricultura se empobreció, escaseó la   mano de obra, se deterioraron las carreteras, faltas de reparos, la inflación disparó los precios y la devaluación de la moneda arruino a la clase media sobre la que se apoyaba el sistema tributario.
El imperio a la deriva. Los ingresos menguaban pero los gastos crecían.
El erario solo ingresaba el dinero de los impuestos extirpados a la cada vez mas oprimida clase media”.
Esto último pinta a la perfección la situación actual de España y, sin embargo, es como describe Juan Eslava Galán en su libro “Historia del mundo contada para escépticos”, del que me he permitido copiar algunas partes para escribir este artículo, la caída del Imperio Romano.

Y ya está, solo me resta añadir que no debemos olvidar que, si bien la humanidad parece avanzar a hombros de gigantes, nunca han faltado besugos que en aras de hacerla  mejor o de salvarla en este mundo o en el otro, la han hecho retroceder milenios.