Saturday, June 23, 2012

El timo de la estampita.


¿Quién no ha oído hablar del timo de la estampita? Si queda todavía alguien que no sepa como funciona, la cosa va más o menos de la siguiente manera: La víctima se encuentra –en realidad es abordada aunque no se da cuenta- con una persona con escasas facultades mentales (el tonto). El tonto lleva consigo un sobre lleno de billetes, a los que no da ninguna importancia, tratándolos como estampitas. Entonces entra en escena una segunda persona (el listo o gancho), que convence a la víctima para que juntos engañen al tonto ofreciéndole una pequeña cantidad de dinero por sus estampitas. Después de entregar el dinero, la víctima recibe el sobre, pero cuando lo abre en lugar de encontrarse los billetes encuentra recortes de papel, ya que han hecho el cambiazo de forma imperceptible para la víctima (requiere de una cierta habilidad). Para ese momento, los estafadores ya están demasiado lejos, y la víctima ha perdido su dinero.
Así era el timo de la estampita de toda la vida.
Pero con los nuevos tiempos y las nuevas tecnologías, los estafadores han recogido el truco, lo han pulido, perfeccionado y puesto al día tanto y tan bien que, actualmente, roza lo sublime.
Hay varias versiones, aquí voy a describir dos. En la primera van a lo bestia o a saco y sin disimulo.
Se llama el de las “Participaciones Preferentes”, este es de manual. Tú tienes unos ahorrillos, que has conseguido juntar tras años de arduo trabajo o que has tenido un golpe de suerte y te ha tocado la lotería o como fuere, pero los tienes y los quieres meter en un sitio seguro. Entonces te vas al banco y le explicas al operario de turno (el tonto) tus intenciones, éste, muy amablemente te hace pasar a una oficina donde te recibe otro señor muy elegante, el director del banco,(el listo) que, con una amplia sonrisa te ofrece que te sientes y que te pongas cómodo, luego te pregunta a cuánto ascienden esos ahorrillos que tú quieres ingresar en el banco.
Le dices que a unos 60 mil euros o algo mas y desearías meterlos en algo seguro y, a poder ser, que produjesen algo de dinerillo. Entonces el fulano, ya todo sonrisas y amabilidad, te dice que tiene el producto que tú necesitas, las “Participaciones Preferentes”, un producto seguro y que, además, da un interés bastante alto.
Le preguntas: ¿pero eso que usted me ofrece es seguro?, ¿no es una cuenta de alto riesgo o algo por el estilo? Es que este dinero representa los esfuerzos de toda una vida y no quiero jugármela.
¡No, que va!, te dice. Es un producto a prueba de bombas, respaldado por los bancos más sólidos y solventes y que, además, tiene la tasa más alta de interés.
Entonces tú, viendo la confianza que demuestra aquel fulano, dices: bueno pues pongámoslos ahí.
Te hacen firmar unos papeles, les haces entrega del dinero, te dan la mano muy amablemente, te abren la puerta y te despiden como si fuesen tus amigos de toda la vida y tú te vas a tu casa sin saber, sin sospechar siquiera, que acabas de ser timado.
Y luego, o sea, ahora, todos aquéllos que habían depositado su dinero en estas cuentas, al volver al banco a retirarlo, le dicen que lo que habían comprado era una deuda perpetua y que el capital no se puede retirar. Protestan, claro, pero les informan que todo es legal, que todo estaba explicado en la letra pequeña del convenio y que ellos lo firmaron.
¡Por Dios, “estaba explicado en la letra pequeña”!.
De la forma que escriben los bancos y similares, para el común de los mortales, ya casi nos resulta imposible entender lo que dice la letra gruesa, para que todavía tengamos que leer la letra pequeña.
Como fácilmente puede observarse, todo esto no pasa de ser el timo de la estampita de toda la vida, depurado, mejorado y hecho oficial con la bendición del Estado.
Y ahora la otra version, que quizás no sea tan drástico y dañino pero que, igualmente, le acaba a uno tocando los… pies a más no poder.
Se trata de unos numeritos la mar de cachondos que te salen en el teléfono o en el ordenata ofreciéndote cualquier cosa o servicio que no necesitas y que, realmente, ni tenias idea de que tal servicio existiese.
La primera vez me sucedió con el ordenador; vi en la pantalla un anuncio que decía: ¿te gustaría saber lo que fuiste en ti vida anterior?
Como, en aquel momento, estaba un poco aburrido pinche sobre el anuncio y se abrió una página en la que salía un cuestionario que me pedía: Nombre, sexo, lugar y fecha de nacimiento etc. Nada importante. Le seguí el juego hasta que, al final, me pidió mi numero de móvil para poder mandarme un sms con el resultado, el coste del mensaje era de 0.75€. Como no me pareció mucho, accedí y le escribí mi número y, efectivamente, al momento recibí en mi móvil un mensaje en el que me informaban que, yo, en mi vida anterior había sido un roble. ¡Toma ya! Menos mal, pude haber sido un alcornoque.
Pero seguidamente me llega otro mensaje, y otro y otro y así, sin parar hasta que se terminaron lo 8 € que yo tenía de recarga en mi tarjeta prepago. Menos mal que solo tenía ocho euros.
Al otro día pregunté a uno de los chicos que trabajan conmigo que me informó: “Eso es una trampa, te han enganchado a un servicio de mensajes y ahora, si no te das de baja, te los seguirán enviando y chupándote todo el dinero que recargues en el móvil”.
Bueno, pues la había hecho buena. Para darme de baja en el dichoso numerito me costó dios y ayuda, aunque al final lo conseguí y pude volver a usar me telefonito sin problemas.
Pero me ha vuelto a ocurrir otra vez y, esta vez, con el teléfono de la empresa.
La empresa para la que trabajo nos ha equipado con esos teléfonos conocidos como “smart phones” -teléfonos inteligentes-, esos que, menos freír patatas, hacen de todo. Te dicen la hora, el tiempo, puedes escuchar la radio, ver películas, jugar o quitar fotos con ellos y además, dicen, se pude llamar a otra persona igual que en los teléfonos de toda la vida.
Bueno, pues yo también he sido equipado con uno de esos, que todavía no entiendo muy bien, o mejor dicho, muy regular, puesto que para entenderlo bien hacen falta estudios superiores.
Y ahí estaba yo el otro día, dándole vueltas al cacharrito, cuando recibo una llamada de mi jefe que me dice: oye, sabes que te has dado de alta en uno de esos números de publicidad o algo así y nos viene en la factura 5 euros con 90 a mayores.
La madr… bueno, ya me la han hecho otra vez. Supongo que me darías de baja ¿no?
No, eso tienes que hacerlo tú, de la misma forma que te diste de alta te das de baja.
¡Ya estamos otra vez! Mi jefe es un buen jefe y un gran tipo, no crean, pero como todo hijo de vecino en estos tiempos, tiene días malos y días peores, se conoce que ese día era de los peores.
Bien, pues visto lo visto y considerando el éxito, me dispuse a arreglar el desaguisado.
Como en el dichoso teléfono, esta vez, no veía ni mensajitos ni canciones ni información alguna que pudiera darme un idea de lo que yo había contratado, decidí llamar al número de atención al cliente, donde me contesta una amable señorita sudamericana, esto lo deduje por el acento, a la cual le explico mis cuitas, a lo que ella me responde que lo siente muchísimo pero que no puede hacer nada al respecto dado que, cualquier reclamación o cambio en línea, tiene que ser efectuado por la persona autorizada.
Digo: bien, pero dígame al menos que servicio he comprado.
Lo siento pero no puedo. No puedo cambiar nada en la factura excepto que sea ordenado por la persona autorizada.
Lo comprendo, pero yo no quiero cambiar nada, solo quiero saber cuál es el servicio de marras.
Lo siento señor Sande, pero no puedo hacer nada sobre esa factura. Comprenda que tenemos que seguir un protocolo de seguridad a fin de evitar que cualquier empleado haga cambios que la empresa no apruebe.
Ya, lo comprendo, y me alegra un montón que tengan ustedes ese “protocolo de seguridad”, pero aun me alegraría mucho más si aplicasen dicho “protocoló” también a la hora de contratar esos servicios de publicidad no deseados.
No me digan que no son buenos.
Antiguamente, por lo menos, te consolaba el hecho de que la “victima” también había actuado con bastante mala fe al intentar aprovecharse de un ser indefenso para obtener una ganancia. Pero ahora lo han perfeccionado tanto que ya no necesitan engatusar a la víctima, simplemente te timan y tú ni te enteras, y en el proceso se ahorran el “gancho” y, el “tonto”, lo ponemos nosotros.
Y mientras estos nuevos trileros campan a sus anchas y se forran, nosotros nos encontramos en el más absoluto desamparo puesto que, la Ley, la Justicia y el Estado, prefieren mirar para otro lado.

Acabemos con la farsa.



Bajo una fuerte presión por parte de los demás mandatarios mundiales, especialmente Obama, la canciller alemana, Ángela Merkel, ha accedido a crear un fondo de reserva de 600 mil millones de euros, destinado a rescatar a aquéllas economías de la eurozona que se encuentren en problemas. Todo esto, en un desesperado intento por evitar el colapso del euro.
No obstante, esto no pasa de ser otro parche que, aunque muy caro, no resolverá el problema.
La estabilización del euro solo se resolvera cuando se tengan en cuenta dos criterios: Primero, exigirle a cada país dentro del euro responsabilidad permanente sobre el control de su deuda pública y, segundo, delegar la soberanía económica de los países miembros al Gobierno Europeo y que sea el Banco Central Europeo el que destine el dinero a aquellas economías y bancos que lo necesiten, siempre con el mismo interés. Haciendo que el crédito, o sea, el dinero, le cueste igual a España que a Alemania o que a Holanda o que a Grecia.
Esa sería la única solución, la misma unidad monetaria y fiscal.
En vez de eso, Alemania está pretendiendo preservar las ventajas comerciales que el euro le ha proporcionado, mientras parchea, más mal que bien, las economías periféricas.
Pretender sostener a las economías mas pobres –España, Grecia, Portugal, Irlanda, etc.- con un goteo de “rescates económicos” y esperar a que milagrosamente sean capaces de restaurar sus economías a un estado que les permita sobrevivir sin problemas, mientras los intereses y los tipos de cambio están establecidos para ventaja de Alemania, no pasa de ser algo ilusorio.
Cada nuevo rescate, simplemente, es el comienzo de una nueva vuelta al circuito de la miseria al final del cual, las economías “rescatadas”, verán incrementarse su deuda por el doble, o más, y así continuaran en una espiral que las hundirá mas y mas en una sima de la que ya no sean capaces de salir.
Y, para ver esto, no hace falta ser un economista brillante, basta un poco de sentido común.
Por lo tanto, o le exigimos a Alemania, Francia o quien quiera que sea, que lleva la voz cantante en esto, ser europeos con todas las consecuencias y todos los beneficios que ello conlleve o acabemos de una vez con esta farsa, que se vaya cada uno por su lado y que sea lo que Dios quiera.

Tuesday, June 05, 2012

Ser o no ser...




Leo en un periódico inglés, en su editorial para ser más exactos, lo siguiente: Cuatro años después de una enorme crisis bancaria volvemos a estar al borde de otra y sin apreciar un periodo de discernible recuperación económica entre ellas.
En la anterior crisis, la usura de unos banqueros fue la causa. Esta es vez unos vanagloriosos políticos que diseñaron el Euro en un intento de crear los Estados Unidos de Europa son los que están en la línea de fuego.
Aglutinar a una “ralea” como Grecia y España en la misma unidad monetaria que Alemania, nunca pasó de ser una gran locura.
Bien, pues así es como no ven desde afuera.
Aunque aquí, los hijos de la Gran Bretaña, se olvidan de que ellos, en su día, también tuvieron que inyectar grandes cantidades de dinero en sus bancos, además de nacionalizar algunos, para salvarlos de la banca rota, algo que también tuvo que hacer la poderosísima Alemania.
Se olvidan además de que, eso de que todos estamos en una misma unidad monetaria, no pasa de ser una gran quimera, una falacia como la copa de un pino.
Porque la unidad monetaria solo consiste en que todos usamos el mismo símbolo, una moneda llamada Euro, pero nada más.
Porque a la hora de refinanciar ese Euro, a Alemania no le cuesta un céntimo, mientras que la “ralea” de Grecia y España, además de Portugal o Italia, les cuesta un 5, un 6 o hasta un siete por ciento, a los países más débiles les cuesta financiarse siete veces más que a los países más fuertes.
El Banco de España, ha tenido que ceder su hegemonía al Banco Central Europeo (BCE) y aquél se ha quedado sin lugar a maniobra, no puede devaluar su moneda porque no hay una moneda Española, no puede imprimir dinero, no puede hacer casi nada, en realidad se ha quedado como el convidado de piedra, solo puede tratar de emitir deuda, o sea, buscar dinero a un precio altísimo, mientras los verdaderos amos del cotarro, nos observan sin mover un dedo.
Cuando, en realidad, si aquí hubiese una moneda común como dios manda, el que tendría que emitir deuda debiera ser el BCE y esta deuda no debiera ser ni deuda española ni deuda griega sino deuda europea.
Y es que, como diría Shakespeare por boca de Hamlet: “To be o no to be, that is the question”
Ser o no ser, he ahí el dilema.
O somos europeos para todo y con todas las consecuencias o no somos, puesto que, de esta manera, a los países más pobres nos está tocando jugar con el campo cuesta arriba.
Pero todo esto lo olvidan mencionar los hijos de la pérfida Albión, para ellos España solo representa a un pueblo de gañanes que tiran la cabra del campanario, hacen sufrir a los toros en las plazas y, de tiempo en tiempo, se zurran entre ellos. Un lugar únicamente bueno para pasar unas vacaciones baratas.
Y además últimamente, a los místeres estos les ha dado por hacer todo lo posible para meternos el dedo en el ojo. Nos mandaron a sus príncipes a Gibraltar, -cosa que no debía importarnos, la verdad-, nos tocan las narices prohibiéndoles a los pescadores de la Línea y Algeciras pescar en “sus aguas”, de Gibraltar, -que nunca fueron ni son suyas- e incluso han puesto a caldo a Pastora Soler, nuestra concursante en Eurovisión.
Vamos, que nos toman por el pito del sereno.
Pero en esto no son solo los ingleses, ojala, pero hay más: los franceses insinuando una semana si y otra también, con sus guiñoles de la tele, que nuestros deportistas se dopan, la presidenta de Argentina, la impresentable señora Kirchner, nacionalizando las empresas españolas en ese país y hasta prohibiendo importar nuestro jamón e, incluso, ese indigente neuronal que los bolivianos tienen por presidente, copiando a la anterior, nacionaliza la red eléctrica de ese país, también firma española.
O sea que nos las estas dando hasta el carné de identidad, pero a lo mejor es porque eso es lo que merecemos. Se ha dicho que a cada cual lo tratan como deja que lo traten.
Y así, quizás, es como los españoles estamos dejando que se nos trate.
Como, si no, pretendemos que se nos trate cuando dejamos que una banda de miserables, unos tronados, autoproclamados independentistas de unos supuestos países que solo están en sus mente y que, según ellos, están subyugados por la malvada España, vienen a la Capital a ver como dos equipos de sus respectivas autonomías se disputan la final de la Copa de Futbol de España y le silban al Príncipe y al Himno Español y, a la mayoría, nos da lo mismo, o sea, nos importa un carajo e, incluso, hay alguno que le ríe la gracia.
Imaginémonos por un momento que esto sucede en Inglaterra, y no tiene porque ser en un campo de futbol lleno de gente, no, sino en una simple cena de empresa, donde, siempre, siempre, acaban cantado el himno. ¿Se imaginan lo que la sucedería a aquel que se le ocurriese silbar en ese momento…?
Yo si me lo imagino, puesto que viví con ellos durante diecisiete años, y les puedo asegurar que no iba a ser agradable.
Pero sin ir tan lejos: imaginémonos que alguien le silbara al himno vasco o catalán ¿Qué pasaría…?
Pues eso, que se armaría la de Dios es Cristo.
Pero cuando se trata de hacer cachondeo de los símbolos de todos los españoles, no pasa nada, cada cual puede hacer lo que le venga en gana y más.
Nos hemos perdido el autorespeto y así nos va, que todo el mundo nos toma a la chirigota.
Y es que al final todo viene a dar en lo que escribió Shakespeare: Ser o no ser, he ahí la cuestión.
Y, nosotros, como que no somos.