El próximo número es imposible...
Ayer estuve viendo en mi deuvede una película del oeste, de las de antes y de las buenas. Una de aquellas películas del oeste en las que los héroes brillaban con luz propia, vencían todas las dificultades y a todos sus enemigos, sin arrugarse jamás, ni siquiera, al mirarle cara a cara a la muerte. “Los Siete Magníficos”, “Pasión de los Fuertes”, “El Álamo”, “Murieron con las Botas Puestas”, “Duelo de Titanes” o “Tierra de Audaces”, películas que no se pueden volver a repetir. Trataron, no hace mucho, de hacer un remake de El Álamo y les salio un churro y es que hay cosas, que es mejor dejar como están.
Bien, la que yo vi ayer se titula, “El Salario de la Violencia” y no desmerece en nada a las que he nombrado mas arriba.
En ella “Van Heflin”, interpreta a un ranchero a la vieja usanza, Lee Hackett, duro y recto que siempre ha solucionado las cosas según sus propias leyes o con un arma. Ha criado a sus dos hijos, David “James Darren” y Ed “Tab Hunter” tratando de que crecieran a su imagen y semejanza.
Y para ello, comenzó por hacer que, en vez de papa, le llamaran por su nombre, Lee, y que lo vieran, no como padre, sino como uno de ellos. Y tenían que aprender de él, ser como el, el más fuerte, el más rápido, el más duro, sin pararse nunca a pensar que el mundo había cambiado. Que el mundo en el que crecían sus hijos ya no era el mundo en el que él se había forjado.
A pesar de todo David, el hijo menor, crece bien, un hombre de los nuevos tiempos, que respeta a su padre, aunque se da cuenta de que este se ha quedado anclado en tiempos pasados. En cambio Ed, el hijo mayor, ha crecido viendo a su padre como un competidor, un competidor al que hay que, primero emular y luego ganar. Pero para batir al padre, necesita desafíos, enemigos que ya no encuentra, todo esta hecho, lo hizo su padre y esto lo convierte en el eterno segundón, en el perdedor. Y se siente frustrado. Y para calmar su frustración se busca enemigos donde nos los hay, y es en esta patética y quijotesca búsqueda, que en una discusión mata, deliberadamente, a un mestizo y se desencadena la tragedia. El padre trata de salvarlo al viejo estilo, pero son nuevos tiempos y nuevas leyes y el muchacho comienza una cuesta abajo hacia su perdición, llevándose varias vidas por delante.
Al final el padre y el hijo se enfrentan en un dramático desafió. Y es entonces cuando el padre le pregunta a su hijo, le dice: traté de educarte para que fueras igual que yo y, sin embargo, me equivoque, ¿Qué hice mal? Y el hijo le contesta, soy igual que tú. ¿Quieres que te diga cuantos hombres mataste en duelo, cuantos indios, cuantos cuatreros colgaste? Tú lo hiciste todo mejor que nadie, nos lo contaste mil veces. Yo jamás pude ser como tú, no tuve padre, caminaba siempre detrás de una sombra. Y es aquí cuando el padre se da cuenta de como se equivoco. Pero ya es demasiado tarde.
No voy a contar el clímax final, solo diré que es un peliculón.
Y fue el ver esta película que me ha hecho reflexionar que, con los jóvenes de hoy, quizás estemos haciendo lo mismo que hizo Lee Hackett con sus hijos.
Ellos, nuestros hijos, son hijos de los que éramos jóvenes en el año 70. Los que vivimos, la que ha dado en llamarse, “La Década Prodigiosa”. Lo hicimos todo y estuvimos en todas partes. Tuvimos la mejor música, los más grandes héroes y los peores villanos, hitos de la historia. The Beatles, The Rolling Stones,Woodstock, el Mayo del 68, el Che Guevara, (símbolo de libertad) corrimos delante de los grises y le amargamos la vejez al dictador, hicimos la mili, algunos quitaron una carrera y otros emigramos a algún país extranjero, nos casamos, los tuvimos a ellos y compramos una casa, todo antes de los 25, uff… Después de esto ¿Qué les queda por hacer a los pobrecillos? ¿Como van a superar eso?
Y así es como les va. Quieren un villano y como no encuentran uno vivo, escogen uno muerto, y tratan de ganarle la guerra a Franco, al que no conocieron, 70 años después de que aquélla terminara y 30 años después de que este muriera. Quieren un héroe y toman como referente al Che “Prefiero morir de pie que vivir arrodillado”. Quieren emociones y se lanzan todos los fines de semana al “botellón”, para beber hasta perder el conocimiento. Son puro fuego, pero como en la astronomía, hay un Big Bang que produce un montón de calor, seguido de un alejamiento paulatino y un enfriamiento completo. Al final se quedan en pobres diablos desorientados que intentan encontrar sentido a las cosas más pequeñas, encontrar sentido a sus vidas, y tienen un motón de preguntas, a las que nadie da contestación. Les dimos una educación mejor que la que nosotros tuvimos. Les hemos dado un buen presente, pero hemos fallado a la hora de enseñarles como afrontar su futuro.
Mejor hubiese sido dejarnos de tantas “batallitas” y contarles como realmente fue.
Decirles que no estuvimos en tantos sitios. Enseñarles que “Woodstock” no fue más que una pandilla de hippies, llenos de porros y LSD hasta las orejas, refocilándose en el lodo como cerdos, bien es verdad, que allí tocaron monstruos de la música, pero al final ya nada importaba, era lo mismo tocar una guitarra, que una pianola, que una zambomba, nadie notaria la diferencia. –Yo no estuve ahí, me pillo muy joven, pero si estuve, cuatro años mas tarde, en un concierto de los Rollings, en el Earls Court de Londres y la cosa marcho, más o menos, por el mismo camino-
Contarles que el Che, igual que el Ed de la película, fue un e inadaptado, un incapaz, que como ministro de economía llevo a Cuba a la ruina en cuestión de meses y volvió a la selva, a la guerra y a matar, cosa esta, que era lo mejor que sabia hacer, y que acabo sus días como lo que era, un asesino.
Explicarles que lo del mayo del 68 no fue más que una pandilla de jóvenes que, al igual que ellos ahora, también querían emociones.
Explicarles que no fueron tantos, como dicen que fueron, los que corrieron delante de los grises, y los que lo hicieron, la mayoría no tenia un motivo real, solo lo hacia porque lo hacían sus compañeros, y los franceses.
Hacerles entender que en lo de amargarle la vejez al dictador, hubo muchos que lo desearon, pero muy pocos, si acaso alguno, lo consiguió.
Y muchos de los que lo desearon, viendo la España de hoy, están comenzando a pensar que tal vez aquel no era tan malo.
Y procurar que entiendan que no pueden comerse el mundo sin salir de la casa de papa hasta muy rebasados los 35 o 40 años. Y finalmente, decirles que no deben preocuparse por no tener que contarles a sus nietos el día de mañana, pues si lo que quieren es acción y emociones, van a tenerlas y con creces. Solo tienen que observar el panorama político-financiero mundial con una crisis galopante, que está dejando a los gobiernos del mundo entero secos, de dinero y de ideas, que amenaza con conducir a muchos países a la quiebra financiera y con tasas de desempleo que llegan a la estratosfera, hecho este, que descarta el tan socorrido, antaño, recurso de la emigración. Y por si esto no fuera poco, aquí en España, la cosa pinta aun peor.
Pues aquí, además de lo anterior, tenemos que bregar con las repetidas crisis socialistas, con el mantenimiento de las 17 autonomías, con sus 17 gobiernos pedigüeños, con los distintos ayuntamientos corruptos, tenemos que pagar los desmanes económicos por medio de impuestos abusivos, mientras se hacen regalos fiscales a banqueros y a los de a pié se le incrementan lo impuestos, mientras se derrochan los millones de euros a troche y moche en subvenciones a amiguetes y gastos suntuarios.
Y somos nosotros, los gilipollas, el trabajador ordinario, mileurista y masacrado, el que mantiene a un Estado delirante, que nos dice con una sonrisa que nuevamente nos van a subir los impuestos, el recibo de la luz, los transportes y mil cosas más.Somos nosotros, los gilipollas, los que mantenemos a un gobierno que despelleja al contribuyente y despilfarra el dinero en conciertos de financiación autonómica delirantes. Con un presidente, eso si, que como un echador de cartas al mas puro estilo de Raphel, nos vaticina un futuro feliz a partir del verano del año que viene. Se le olvido decir, si para julio o para agosto, y entonces la mierda que nos vende, si que seria caca bien clasificada.
Vi una vez una película, no recuerdo ahora el titulo, pero se trataba de un trapecista de un circo, que cada día presentaba un número distinto al día anterior, y cada vez más difícil. Y cada día decía lo mismo, el próximo número nunca se ha hecho antes en un circo, porque, damas y caballeros: el próximo número es imposible.
Pues muchachos, preparaos, porque viendo el panorama que he descrito y que es fácil de comprobar, que es tal cual, parafraseando a aquel hombre, solo me resta deciros: Muchachitos, el próximo número es imposible.
Bien, la que yo vi ayer se titula, “El Salario de la Violencia” y no desmerece en nada a las que he nombrado mas arriba.
En ella “Van Heflin”, interpreta a un ranchero a la vieja usanza, Lee Hackett, duro y recto que siempre ha solucionado las cosas según sus propias leyes o con un arma. Ha criado a sus dos hijos, David “James Darren” y Ed “Tab Hunter” tratando de que crecieran a su imagen y semejanza.
Y para ello, comenzó por hacer que, en vez de papa, le llamaran por su nombre, Lee, y que lo vieran, no como padre, sino como uno de ellos. Y tenían que aprender de él, ser como el, el más fuerte, el más rápido, el más duro, sin pararse nunca a pensar que el mundo había cambiado. Que el mundo en el que crecían sus hijos ya no era el mundo en el que él se había forjado.
A pesar de todo David, el hijo menor, crece bien, un hombre de los nuevos tiempos, que respeta a su padre, aunque se da cuenta de que este se ha quedado anclado en tiempos pasados. En cambio Ed, el hijo mayor, ha crecido viendo a su padre como un competidor, un competidor al que hay que, primero emular y luego ganar. Pero para batir al padre, necesita desafíos, enemigos que ya no encuentra, todo esta hecho, lo hizo su padre y esto lo convierte en el eterno segundón, en el perdedor. Y se siente frustrado. Y para calmar su frustración se busca enemigos donde nos los hay, y es en esta patética y quijotesca búsqueda, que en una discusión mata, deliberadamente, a un mestizo y se desencadena la tragedia. El padre trata de salvarlo al viejo estilo, pero son nuevos tiempos y nuevas leyes y el muchacho comienza una cuesta abajo hacia su perdición, llevándose varias vidas por delante.
Al final el padre y el hijo se enfrentan en un dramático desafió. Y es entonces cuando el padre le pregunta a su hijo, le dice: traté de educarte para que fueras igual que yo y, sin embargo, me equivoque, ¿Qué hice mal? Y el hijo le contesta, soy igual que tú. ¿Quieres que te diga cuantos hombres mataste en duelo, cuantos indios, cuantos cuatreros colgaste? Tú lo hiciste todo mejor que nadie, nos lo contaste mil veces. Yo jamás pude ser como tú, no tuve padre, caminaba siempre detrás de una sombra. Y es aquí cuando el padre se da cuenta de como se equivoco. Pero ya es demasiado tarde.
No voy a contar el clímax final, solo diré que es un peliculón.
Y fue el ver esta película que me ha hecho reflexionar que, con los jóvenes de hoy, quizás estemos haciendo lo mismo que hizo Lee Hackett con sus hijos.
Ellos, nuestros hijos, son hijos de los que éramos jóvenes en el año 70. Los que vivimos, la que ha dado en llamarse, “La Década Prodigiosa”. Lo hicimos todo y estuvimos en todas partes. Tuvimos la mejor música, los más grandes héroes y los peores villanos, hitos de la historia. The Beatles, The Rolling Stones,Woodstock, el Mayo del 68, el Che Guevara, (símbolo de libertad) corrimos delante de los grises y le amargamos la vejez al dictador, hicimos la mili, algunos quitaron una carrera y otros emigramos a algún país extranjero, nos casamos, los tuvimos a ellos y compramos una casa, todo antes de los 25, uff… Después de esto ¿Qué les queda por hacer a los pobrecillos? ¿Como van a superar eso?
Y así es como les va. Quieren un villano y como no encuentran uno vivo, escogen uno muerto, y tratan de ganarle la guerra a Franco, al que no conocieron, 70 años después de que aquélla terminara y 30 años después de que este muriera. Quieren un héroe y toman como referente al Che “Prefiero morir de pie que vivir arrodillado”. Quieren emociones y se lanzan todos los fines de semana al “botellón”, para beber hasta perder el conocimiento. Son puro fuego, pero como en la astronomía, hay un Big Bang que produce un montón de calor, seguido de un alejamiento paulatino y un enfriamiento completo. Al final se quedan en pobres diablos desorientados que intentan encontrar sentido a las cosas más pequeñas, encontrar sentido a sus vidas, y tienen un motón de preguntas, a las que nadie da contestación. Les dimos una educación mejor que la que nosotros tuvimos. Les hemos dado un buen presente, pero hemos fallado a la hora de enseñarles como afrontar su futuro.
Mejor hubiese sido dejarnos de tantas “batallitas” y contarles como realmente fue.
Decirles que no estuvimos en tantos sitios. Enseñarles que “Woodstock” no fue más que una pandilla de hippies, llenos de porros y LSD hasta las orejas, refocilándose en el lodo como cerdos, bien es verdad, que allí tocaron monstruos de la música, pero al final ya nada importaba, era lo mismo tocar una guitarra, que una pianola, que una zambomba, nadie notaria la diferencia. –Yo no estuve ahí, me pillo muy joven, pero si estuve, cuatro años mas tarde, en un concierto de los Rollings, en el Earls Court de Londres y la cosa marcho, más o menos, por el mismo camino-
Contarles que el Che, igual que el Ed de la película, fue un e inadaptado, un incapaz, que como ministro de economía llevo a Cuba a la ruina en cuestión de meses y volvió a la selva, a la guerra y a matar, cosa esta, que era lo mejor que sabia hacer, y que acabo sus días como lo que era, un asesino.
Explicarles que lo del mayo del 68 no fue más que una pandilla de jóvenes que, al igual que ellos ahora, también querían emociones.
Explicarles que no fueron tantos, como dicen que fueron, los que corrieron delante de los grises, y los que lo hicieron, la mayoría no tenia un motivo real, solo lo hacia porque lo hacían sus compañeros, y los franceses.
Hacerles entender que en lo de amargarle la vejez al dictador, hubo muchos que lo desearon, pero muy pocos, si acaso alguno, lo consiguió.
Y muchos de los que lo desearon, viendo la España de hoy, están comenzando a pensar que tal vez aquel no era tan malo.
Y procurar que entiendan que no pueden comerse el mundo sin salir de la casa de papa hasta muy rebasados los 35 o 40 años. Y finalmente, decirles que no deben preocuparse por no tener que contarles a sus nietos el día de mañana, pues si lo que quieren es acción y emociones, van a tenerlas y con creces. Solo tienen que observar el panorama político-financiero mundial con una crisis galopante, que está dejando a los gobiernos del mundo entero secos, de dinero y de ideas, que amenaza con conducir a muchos países a la quiebra financiera y con tasas de desempleo que llegan a la estratosfera, hecho este, que descarta el tan socorrido, antaño, recurso de la emigración. Y por si esto no fuera poco, aquí en España, la cosa pinta aun peor.
Pues aquí, además de lo anterior, tenemos que bregar con las repetidas crisis socialistas, con el mantenimiento de las 17 autonomías, con sus 17 gobiernos pedigüeños, con los distintos ayuntamientos corruptos, tenemos que pagar los desmanes económicos por medio de impuestos abusivos, mientras se hacen regalos fiscales a banqueros y a los de a pié se le incrementan lo impuestos, mientras se derrochan los millones de euros a troche y moche en subvenciones a amiguetes y gastos suntuarios.
Y somos nosotros, los gilipollas, el trabajador ordinario, mileurista y masacrado, el que mantiene a un Estado delirante, que nos dice con una sonrisa que nuevamente nos van a subir los impuestos, el recibo de la luz, los transportes y mil cosas más.Somos nosotros, los gilipollas, los que mantenemos a un gobierno que despelleja al contribuyente y despilfarra el dinero en conciertos de financiación autonómica delirantes. Con un presidente, eso si, que como un echador de cartas al mas puro estilo de Raphel, nos vaticina un futuro feliz a partir del verano del año que viene. Se le olvido decir, si para julio o para agosto, y entonces la mierda que nos vende, si que seria caca bien clasificada.
Vi una vez una película, no recuerdo ahora el titulo, pero se trataba de un trapecista de un circo, que cada día presentaba un número distinto al día anterior, y cada vez más difícil. Y cada día decía lo mismo, el próximo número nunca se ha hecho antes en un circo, porque, damas y caballeros: el próximo número es imposible.
Pues muchachos, preparaos, porque viendo el panorama que he descrito y que es fácil de comprobar, que es tal cual, parafraseando a aquel hombre, solo me resta deciros: Muchachitos, el próximo número es imposible.