Bajo los adoquines no había arena de playa.
Papá cuéntame otra vez ese cuento tan bonito
de gendarmes y fascistas, y estudiantes con flequillo,
y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana,
y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda.
Papá cuéntame otra vez todo lo que os divertisteis
estropeando la vejez a oxidados dictadores,
y cómo cantaste Al Vent y ocupasteis la Sorbona
en aquel mayo francés en los días de vino y rosas.
Así empieza una canción de Ismael Serrano, con letra de Daniel Serrano.
Y así comienza mi historia, nuestra historia. La historia de aquellos que fuimos jóvenes desde la mitad de los sesenta hasta la mitad de los setenta.
La década prodigiosa.Y es verdad, fue prodigiosa. Prodigiosa por muchas cosas. Por la música que se compuso en aquellos años. Aquellos músicos y cantantes. Los grupos musicales que surgieron entonces.
Los Beatles, The Rollings, Elvis,Bob Dylan, Tom Jones, y también los españoles, Serrat, Julio Iglesias, Rafael, los Brincos, Víctor Manuel o Miguel Ríos, todos surgieron en aquellos años y jamás hasta ahora han vuelto a repetirse.
Pero además están los cambios que afectaron al mundo, la llegada del hombre a la luna, el primer satélite artificial en el espacio, el primer trasplante de corazón etc. Y, sobre todo, los cambios que aquella década trajo a nuestro país. España pasaba de ser un país sumido en la miseria de la postguerra a convertirse en un país moderno, joven y con una espléndida esperanza de futuro.
Y era, con ese futuro esperanzador, con el que todos soñábamos.
Soñábamos con ver el final de la dictadura y enterrar el pasado.
Soñábamos con ser un país libre, moderno y sano de alma y cuerpo. Un país donde nadie fuese extranjero, ni nadie anduviese hambriento. Donde todos fuésemos a poner nuestro granito de arena para hacer de España un país mejor. Un país donde la humildad de nuestra cuna o el lugar de nacimiento, no fuese obise a la hora de ser tratados, todos, con el mismo respeto y tener, todos, las mismas oportunidades.
Soñábamos con darles a nuestros jóvenes la mejor educación para que saliesen los más preparados del mundo.
Pero bien es verdad que, “Los sueños, sueños son” y aquí no fue distinto.
Con la muerte de Franco, acabó la dictadura, pero nuestra ansiada libertad se convertía en parodia y nuestro sueño se prostituía.
Hoy hemos despertado a la realidad y vemos con amargura que aquello solo fue eso, un sueño, una utopía, que ha quedado tan lejos de nuestro alcance que casi ya nadie recuerda lo que soñábamos.
Vemos como nuestros hijos, inmensamente mas preparados que nosotros, no encuentra trabajo y, despojados de toda ilusión de futuro, languidecen en un macro botellón que los lleva desde la noche del jueves hasta la mañana del miércoles siguiente y vuelta a empezar.
Vemos como cuatro imbéciles que seguramente se creen unos intelectuales, completamente aburridos y sin nada que hacer, tratan de organizar una “procesión laica” para estropear las de Semana Santa, demostrando que es cierta aquella máxima que dice: que hay gente que para ser feliz no les basta con serlo, necesitan además hacer infelices a los demás.
Menos mal que alguien en alguna parte del Gobierno en un ataque de sensatez detuvo esta charada.
Y vemos también otros cuatro imbéciles tratando de romper la unidad de España en aras de fundar cada uno de ellos su particular paisito.
Paisito que, de lograr un día su tan “deseada independencia”, acabaría a su vez por romperse cuando otros cuatro imbéciles quisiesen fundar su paisito y así hasta disolverse en la nada igual un turrón de azúcar en un café caliente.
Y nuestros políticos, aquellos que supuestamente debieran ser los artífices máximos de nuestra democracia y casi modelos de conducta integra e intachable para el ciudadano, a la hora de pedirnos nuestro voto en lugar de enseñarnos sus programas y la forma en que piensan mejorar el futuro de nuestro país y por ende nuestro nivel de bienestar, se dedican a enseñar los trapos sucios del adversario mientras se gritan: y tu mas.
Y vivimos el esperpento de que para entender a muchos de estos políticos a los cuales nosotros les pagamos el sueldo tenemos que leer los subtítulos en la pantalla de televisión.
O que en las sesiones del cenado tengamos que pagarles un traductor para traducir lo que un político español le está diciendo a otro político español.
Y nos damos cuenta con estupor en el burdel en que han convertido España. Y vemos que no somos otra cosa que prostitutas de esos políticos y completamente anónimos.
El españolito de a pie, como vulgarmente se dice, es invisible, nadie lo ve, nadie lo escucha, nadie le pregunta, a nadie le importa lo que piensa, es una masa que va y viene y nada más, solo en las elecciones es cuando nos hacen algo de caso, después vuelta a la masa.
Y así vemos que al final, todo se quedó en nada.
Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada
y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada,
al final de la partida no pudisteis hacer nada,
y bajo los adoquines no había arena de playa.
Fue muy dura la derrota: todo lo que se soñaba
se pudrió en los rincones, se cubrió de telarañas,
y ya nadie canta Al Vent, ya no hay locos ya no hay parias,
pero tiene que llover aún sigue sucia la plaza.
No, no había arena de playa.