¡Jesús que cruz!
La semana pasada escribía sobre el decimo aniversario del atentado y posterior derrumbamiento de la Torres Gemelas de Nueva York, un hecho que conmovió y afecto al mundo entero. Un hecho que nos dejó patente de que el estado de bienestar y seguridad que creíamos poseer no era más que una quimera y que seguíamos siendo tan frágiles e indefensos como aquel primer ser que un día salió del agua para empezar a caminar por la tierra.
Y, por si a alguien le quedaba alguna duda de que esto era así, unos años más tarde, la mañana del lunes 15 septiembre de 2008 concretamente, hace ahora tres años, se derrumbaba otra torre, otra vez en Nueva York y otra vez volvería a afectarle al mundo entero.
Ese día 15 de septiembre se hundía el Lehman Brothers, uno de los bancos más grandes e importantes del mundo.
El viernes 13 de septiembre de 2008, Timothy F. Geithner, el presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, convocó una reunión sobre el futuro de Lehman, que incluía la posibilidad de liquidación de sus activos para sanear la empresa, el lunes 15 las acciones en bolsa del Lehman ya no encontraban comprador a ningún precio.
Lehman Brothers, un banco con más de cien años de historia que había resistido una guerra civil, la crisis bancaria del 1907, muy parecida a la actual, la crisis económica en Estados Unidos conocida como el Crack de 1929, a escándalos en el trading de bonos, a colapsos en Hedge Funds, etc. había desaparecido en un fin de semana y, con un pasivo de $613.000 millones, se convertía en la mayor quiebra de la historia hasta el momento.
Su hundimiento marcó el comienzo de la crisis, nuestro calvario, e igual que un buque que se hunde en el mar, formó un remolino cuya onda se extendió por todo el mundo en una espiral que lo arrasaba todo a su paso y nos daba una muestra palpable de cuan interconectados estamos los seres humanos unos con otros.
Escribe Eduardo Punset en su artículo: ¿Por qué cuestionamos la globalización?
La razón primordial de la crisis es mas compleja que las causas aquellas a las que se le achaca, como el choque de civilizaciones, la erosión y destrozos causados al medio ambiente, la próxima extinción de fuentes energéticas o, incluso, el desorden educativo.
En realidad, dice, es imposible captar su alcance sin ponderar que el crecimiento de hoy es fruto de coeficientes exponenciales, que apenas dejan tiempo para modificar la estrategia en uso. Cuando quiere uno darse cuenta del daño causado por la ineficacia o el desorden, es tal su envergadura, que ya no hay nada que hacer; es demasiado tarde.
Hace 50.000 años-un segundo antes de que se produjera el gran salto hacia delante de la especie-, lo único que importaba a los descendientes de un mismo antepasado común, el chimpancé, era su grupo o manada, de unos ciento cincuenta miembros como máximo, y el mayor enemigo era el resto del mundo.
Hace diez mil años la situación era totalmente distinta. Los homínidos se instalaron en los primeros asentamientos y, gracias a aquella de su gente que sabía de plantas y como domesticar animales, empezaron a globalizarse, usufrutuando el acervo del conocimiento acumulado por unos y otros, interactuando entre ellos y con los demás.
Hace apenas 300 años, nos dimos cuenta de que lo que necesitábamos era más globalización no menos, si te quedabas aislado y sin contacto con el resto del mundo estabas perdido.
Es fácil darse cuenta, por muy simple que uno sea que lo que este hombre escribe, es la estampa viva del mundo de hoy.
El ser humano está tan interconectado entre sí que el más leve cambio en la forma de vida de los habitantes de un país al otro lado del globo nos afectara a nosotros a las pocas horas. Cuando el cambio lo hace un vecino, ya nos golpea en toda la cara.
Nunca fue tan cierto aquello de que el aleteo de una mariposa en Tokio puede ser un huracán en Madrid.
Y esto, como escribo arriba, lo comprendería hasta el más zote. Quien no parece entenderlo son los nacionalistas, especialmente, los nacionalistas catalanes (de los valerosos gudaris vascos, que valientemente se te acercan por la espalda y te descerrajan un tiro en la nuca o te ponen una bomba en los bajos del coche, prefiero ni hablar, y los nacionalistas gallegos no pasan de cuatro imbéciles buenos para nada).
Europa y Estados Unidos están sufriendo la peor crisis económica desde 1929 y quizás aun esta sea peor.
El europeo o el estadounidense común ha sufrido la mayor caída en su estándar de vida, desde la Segunda Guerra Mundial.
Nunca los gobernantes de estos países han necesitado mas del apoyo y la comprensión de aquellos a quien Gobiernan. Nunca han necesitado más que estos comprendan que estamos en crisis y para salir de ella necesitamos empujar todos a una.
Incluso los países europeos más ricos (Alemania, Francia o Inglaterra), no se atreven a dejar caer a los más pobres (Grecia, Portugal o Irlanda) Puesto que saben que si estos caen ellos también sufrirán las consecuencias.
Y, sin embargo, los nacionalistas catalanes siguen y siguen, como Felipito Tacatun, con la murga del independentismo y la amenaza constante de que se quieren ir, pues ellos, sin la voraz y opresora España, estarían mejor. (Cataluña, junto con Madrid y Valencia, son la comunidades más endeudas de España)
Bien pues que se vayan y que les vaya bonito, que aunque solo sea por el hecho de librarnos de su cansante, cansina y cargante cantinela ya ganamos aun que solo sea el ahorro en aspirinas.
¡Jesús que cruz!