Los miserables.
Dice Carlos Herrera, que hay más tontos que botellines, y tiene mucha razón, porque los hay a montones y se reproducen como moscas.
Pero en lo que nunca se ha fijado el bueno de Carlos, es en la cantidad de miserables que hay en este país, es inmensa.
Empezando por esa elite privilegiada, los políticos.
Tenían unos puestos de trabajo privilegiados, con sueldos que a nosotros nos mareaba solo con pensar la cifra, con coches de lujo, hoteles que la mayoría de nosotros solo veremos en panfletos y revistas, viajes vip a todas las partes del mundo, vacaciones en lugares exóticos o, si se quedaban en España, con playas o parques solo para ellos, con hijos estudiando en el extranjero, normalmente Estados Unidos, -mientras a los nuestros les hacen estudiar solo en la lengua regional de cada uno o les enseñan “educación para la ciudadanía”, je que ironía- . Nunca se les vio mojarse bajo la lluvia o pasar frio. Nunca sabrán lo que es trabajar a la intemperie, con los pies mojados y los dedos ateridos de frio y continuar trabajando aunque tengas un catarro del copón y esté cayendo una tormenta de nieve, frio y lluvia, que te cala hasta el alma. Ellos nunca sabrán lo que es eso. Como no sabrán lo que es no llegar a fin de mes, no tener ni para pan, de hipoteca ni hablemos y al coche, “nuevo” de 15 años, que te hace falta todos los días para ir a trabajar a un curro que está a 35 kilómetros, se la ha ido el embrague y el taller te pide 600 y pico euros si lo quieres arreglar. No, ellos nunca sabrán lo que es todo eso.
Me acuerdo un día, al final de una jornada extenuante de trabajo, mientras cenábamos, comentábamos todo esto, y un compañero, reflexionando sobre el asunto, dijo: Es verdad hombre, pero tiene que ser así, alguien tiene que gobernar y ese alguien tiene mucha responsabilidad y, por eso, tiene que tener un buen sueldo para que nos gobierne bien, con justicia, no tenga que caer en la corrupción, ni tenga que robarnos.
¡Hombre! Puestas así las cosas, hasta quizás tengas razón. Pues vale, que lo hagan bien y que no nos roben.
Pero, desgraciadamente, aquel deseo no pasó de eso, un deseo, porque la realidad se nos ha mostrado muy distinta.
Al parecer, la miseria es algo consustancial con los españoles y a poco que se nos dé una oportunidad, aflora el miserable que llevamos dentro.
Y la lista de miserables entre los políticos empieza a ser apabullante, empezando por el ultimo gañan, el tal Bárcenas y terminando por la intocable familia Pujol, sin olvidar a Lluís Prenafeta el fontanero de Pujol, los del caso campeón, José Blanco, el escándalo de los Ere en Andalucía, los del caso Gürtel o mejor sería preguntar: ¿cómo se puede arruinar una región de la forma en que ha quedado Valencia?, y en Catilla la Mancha, con el señor Barreda, tres cuartos de lo mismo, y los alcaldes y mandatarios locales, Orozco, Baltar, el alcalde de Santiago, el de Orense, el de Boqueixon etc. La lista es interminable, se mire a donde se mire salta un caso de corrupción, ahora mismo es más fácil nombrar a los políticos que no están imputados que los que lo están.
Y la cosa no queda ahí, solo entre políticos, no, incluso el yerno del Rey, un muchacho que todos desearíamos como yerno, guapo, alto, deportista, sano, marido de una princesa, y nos sale rana, aunque que este, por ser quien es, y al contrario de lo que muchos piensan, va ser mas crucificado y vilipendiado que nadie, aquí podríamos decir que en el pecado lleva la penitencia.
Pero el primer puesto, el culmen a la hora de ser miserables, va para los bancos en el affaire de las “Preferentes”, esos bancos que aprovechándose de la ignorancia y la buena fe de unos infelices que confiaron en ellos lo mismo que uno confía en su confesor, les robaron los ahorros de toda una vida. Eso fue el colmo de la desvergüenza y el latrocinio más voraz.
Para ellos, vaya el primer premio de lo que es ser “Un miserable”.
Aunque no muy lejos le siguen esa chusma que se autodenomina el 15M, y que se dicen apolíticos, y un jamón. Esa chusma está ahí precisamente para, aprovechando cualquier resquicio de la democracia, entrar a saco e instaurar su dictadura, conseguir con la violencia lo que nunca jamás conseguirían en la urnas. Y, si no, ¿por qué no se presentan?
Y no se libran tampoco del premio a los miserables, todos esos nacionalistas separatistas, especialmente catalanes, que consideran a los demás españoles como un estorbo, una rémora para su progreso.
Ni los dos partidos mayoritarios que jamás se ponen de acuerdo en nada aunque ello conlleve el bienestar y la supervivencia de España.
Ni tampoco nos libramos los españoles, cuyo último hobby consiste en meterse con la familia real.
Si el Rey habla, malo, si no habla, peor, que pudo tener una amiga, que casi no se habla con la Reina, que se fue a casar elefantes a Bostwana, ¿Bueno y qué, si se fue a casar elefantes a Bostwana?, o tuvo una amiga o un harén, ¿es que tiene que vivir como un monje cartujo?
Él hace su trabajo y pese a quien pese, ha sido un buen Rey.
Y sentí vergüenza ajena, aquel día en que tuvo que pedir perdón y decir: “me he equivocado, no volverá a ocurrir”.
Sentí vergüenza al ver como el pueblo mas poco fiable, desagradecido y miserable del mundo, se regocijaba humillando a su Rey.