En Galicia en gallego o la idea de libertad de don Víctor.
Leo en el periódico, “La Voz de Galicia”, la siguiente
noticia: -Traducido del gallego por el autor del blog- El futuro del gallego se
nos está yendo de las manos, opinión del secretario de la Real Academia
Gallega.
Y sigue: Si los gallego hablantes bajan del 25%, se convertirá en una lengua difícil de recuperar.
Y unas páginas más adelante, me encuentro con don Víctor Freixanes, que, en su artículo de opinión, también escribe al respecto de la siguiente manera: -otra vez traducido del gallego por el autor del blog, de nada- Podemos mirar para otro lado. Podemos echarles la culpa a las familias que no hablan en gallego con sus hijos y rompen así la línea de transmisión natural del idioma. Podemos culpar a la administración que no se moja, a la sociedad civil que no ejerce, a nuestras clases dirigentes, que nunca dieron entendido ni el valor simbólico ni el valor económico de un factor de singularidad que ya quisieran para sí otros pueblos y que en sí mismo y en términos económicos tiene una significación objetiva e incluso estratégica: puente de enlace entre el castellano y el portugués para viajar por el mundo (sic). Podemos echarle la culpa a la historia. O volver a la vieja imagen de la botella medio llena o medio vacía, según lo queramos ver. Pero la realidad es obstinada: y nuestra lengua, el gallego, si no lo remediamos se nos va, igual que la demografía.
Están bastante relacionados.
Bien, pues usted lo dice don Víctor, podemos echarle la culpa a lo que queramos pero la verdad es obstinada, nos da en la cara, si la queremos ver eso sí, la verdad es que, los padres gallegos en su mayoría, yo el primero, prefieren que sus hijos aprendan bien a hablar en castellano –español- antes que en gallego, lengua ésta que también, yo el primero otra vez, ponen muy por detrás del inglés o cualquier otra materia. En realidad, el gallego lo toman como una materia de trámite, como la religión o la educación física o algo así, una asignatura que es obligatoria y que hay que quitarse de delante lo más rápido posible y sin ponerle mucho énfasis al asunto. Una vez pasado, a otra cosa mariposa.
Usted lo menciona arriba don Víctor: Podemos echarles la culpa a las familias que no hablan en gallego con sus hijos y rompen así la línea de transmisión natural del idioma.
Ahí están los culpables y la culpa,
-Culpables inocentes, claro está, porque por mucho que a usted le pese don Víctor, en este país todavía somos libres de hablarles a nuestros hijos en la lengua que nos salga de la flor-.
Pero esta causa no es la única.
No se ha parado usted a pensar don Víctor, que, a lo mejor, el gallego se está muriendo de éxito, de tanto ser ayudado, tanto por parte de Gobiernos de la izquierda como de la derecha.
Ahí tenemos al señor Feijoo por ejemplo, que nos prometió, antes de las elecciones, que si ganaba nos daría a los padres la elección de la lengua de estudios de nuestros hijos, y tan pronto ganó, cambió las “Galescuelas” por La “Galiña” Azul y santas pascuas muchos huevos.
Y el gallego siguió y sigue siendo una dictadura con la que tenemos que apechugar los sufridos gallegos en todos los ámbitos de la vida, para rellenar un papel para cualquier tramite burocrático, en gallego, para la itv del coche, en gallego, para hacer cita para el médico por internet, te ponen la opción de castellano, la eliges pero mentira, acaba saliendo en gallego, los topónimos de los pueblos y ciudades tienen que ser nombrados por su nomenclatura gallega aunque se esté hablando en castellano con uno de Burgos. Si osas decir La Coruña, Noya o Sangenjo, te arman la de dios es cristo, y en esta línea todavía no han acabado, ahora si te quieres referir al ayuntamiento de tal o cual lugar, cuidado, se tiene que decir “concello de…,”, no ayuntamiento, e incluso el nombre de las calles en el navegador del coche vienen en gallego aunque en la esquina de la propia calle siga la plaquita de mármol con el nombre en castellano.
Me pasó el otro día, tratando de introducir un numero de la calle, Dos de Mayo, en Ginzo de Limía, puse: dos de mayo, -Xinzo de Limia, que nadie se alarme-, y el aparato me dijo que nones, que no existía tal calle. Pero si esa calle la conozco yo muy bien, lo que quería es que me llevase justo al número indicado para ahorrar tiempo, pero nada. Dejé el aparato y allá me fui. Al entrar en la susodicha calle miré la plaquita de la esquina a ver si yo me había vuelto lelo, pero no, allí estaba grabada en mármol, “Dos de Mayo”, miré a la pantalla del navegador a ver qué rayos ponía y veo, “Dous de Maio”, toma “carallo”, era eso. No tiré el aparato por la ventana porque me costó 120 euros que si no.
Y así día tras día tenemos que sufrir los avatares de los caprichos de unos dictadores empeñados en meternos por las bravas una lengua y unas ideas a su gusto y hechura.
Una lengua que, al fin y a la postre el gallego medio, el de infantería de toda la vida, que diría Pérez Reverte, no entiende, puesto que se han afanado tanto en inventarse una lengua lo mas diferente posible del castellano que han acabado creando un engendro que ni los más viejos del lugar han hablado ni oído hablar en su vida.
El otro día, mi vecino, un solterón de 74 años, que ha vivido en Galicia y ha hablado en gallego toda su vida, vino a pedirme que le ayudase a rellenar un formulario para el hospital que él no lo entendía. Le ayudé y al terminar le dije: ahora fírmelo y ya está y entonces él me pregunta : ¿Dónde firmo, aquí donde pone “sinatura”?
Pero esto al señor don Víctor se la trae al pairo, si no entienden que aprendan, él y los talibán del “galego” van a lo suyo, en Galicia en gallego por las buenas o por las bravas.
Y sigue don Víctor, en su artículo, volviendo a la carga y a la culpa un poco más adelante: La demagogia con que se abordó esta cuestión en la confrontación política que instalo de nuevo al Partido Popular en el gobierno en el año 2009, acusando a la coalición PSdG-BNG, de imponer el gallego por las bravas y querer desterrar el castellano del sistema educativo, fue escandalosa (sic).
Y sigue: Introducen la lengua, -el gallego- en un gueto, una esquizofrénica burbuja que explota nada más dejar las aulas: medios de comunicación, espacios de diversión, productos de consumo, iglesia, servicios sociales, publicidad, etc., etc.
Y sigue: Si los gallego hablantes bajan del 25%, se convertirá en una lengua difícil de recuperar.
Y unas páginas más adelante, me encuentro con don Víctor Freixanes, que, en su artículo de opinión, también escribe al respecto de la siguiente manera: -otra vez traducido del gallego por el autor del blog, de nada- Podemos mirar para otro lado. Podemos echarles la culpa a las familias que no hablan en gallego con sus hijos y rompen así la línea de transmisión natural del idioma. Podemos culpar a la administración que no se moja, a la sociedad civil que no ejerce, a nuestras clases dirigentes, que nunca dieron entendido ni el valor simbólico ni el valor económico de un factor de singularidad que ya quisieran para sí otros pueblos y que en sí mismo y en términos económicos tiene una significación objetiva e incluso estratégica: puente de enlace entre el castellano y el portugués para viajar por el mundo (sic). Podemos echarle la culpa a la historia. O volver a la vieja imagen de la botella medio llena o medio vacía, según lo queramos ver. Pero la realidad es obstinada: y nuestra lengua, el gallego, si no lo remediamos se nos va, igual que la demografía.
Están bastante relacionados.
Bien, pues usted lo dice don Víctor, podemos echarle la culpa a lo que queramos pero la verdad es obstinada, nos da en la cara, si la queremos ver eso sí, la verdad es que, los padres gallegos en su mayoría, yo el primero, prefieren que sus hijos aprendan bien a hablar en castellano –español- antes que en gallego, lengua ésta que también, yo el primero otra vez, ponen muy por detrás del inglés o cualquier otra materia. En realidad, el gallego lo toman como una materia de trámite, como la religión o la educación física o algo así, una asignatura que es obligatoria y que hay que quitarse de delante lo más rápido posible y sin ponerle mucho énfasis al asunto. Una vez pasado, a otra cosa mariposa.
Usted lo menciona arriba don Víctor: Podemos echarles la culpa a las familias que no hablan en gallego con sus hijos y rompen así la línea de transmisión natural del idioma.
Ahí están los culpables y la culpa,
-Culpables inocentes, claro está, porque por mucho que a usted le pese don Víctor, en este país todavía somos libres de hablarles a nuestros hijos en la lengua que nos salga de la flor-.
Pero esta causa no es la única.
No se ha parado usted a pensar don Víctor, que, a lo mejor, el gallego se está muriendo de éxito, de tanto ser ayudado, tanto por parte de Gobiernos de la izquierda como de la derecha.
Ahí tenemos al señor Feijoo por ejemplo, que nos prometió, antes de las elecciones, que si ganaba nos daría a los padres la elección de la lengua de estudios de nuestros hijos, y tan pronto ganó, cambió las “Galescuelas” por La “Galiña” Azul y santas pascuas muchos huevos.
Y el gallego siguió y sigue siendo una dictadura con la que tenemos que apechugar los sufridos gallegos en todos los ámbitos de la vida, para rellenar un papel para cualquier tramite burocrático, en gallego, para la itv del coche, en gallego, para hacer cita para el médico por internet, te ponen la opción de castellano, la eliges pero mentira, acaba saliendo en gallego, los topónimos de los pueblos y ciudades tienen que ser nombrados por su nomenclatura gallega aunque se esté hablando en castellano con uno de Burgos. Si osas decir La Coruña, Noya o Sangenjo, te arman la de dios es cristo, y en esta línea todavía no han acabado, ahora si te quieres referir al ayuntamiento de tal o cual lugar, cuidado, se tiene que decir “concello de…,”, no ayuntamiento, e incluso el nombre de las calles en el navegador del coche vienen en gallego aunque en la esquina de la propia calle siga la plaquita de mármol con el nombre en castellano.
Me pasó el otro día, tratando de introducir un numero de la calle, Dos de Mayo, en Ginzo de Limía, puse: dos de mayo, -Xinzo de Limia, que nadie se alarme-, y el aparato me dijo que nones, que no existía tal calle. Pero si esa calle la conozco yo muy bien, lo que quería es que me llevase justo al número indicado para ahorrar tiempo, pero nada. Dejé el aparato y allá me fui. Al entrar en la susodicha calle miré la plaquita de la esquina a ver si yo me había vuelto lelo, pero no, allí estaba grabada en mármol, “Dos de Mayo”, miré a la pantalla del navegador a ver qué rayos ponía y veo, “Dous de Maio”, toma “carallo”, era eso. No tiré el aparato por la ventana porque me costó 120 euros que si no.
Y así día tras día tenemos que sufrir los avatares de los caprichos de unos dictadores empeñados en meternos por las bravas una lengua y unas ideas a su gusto y hechura.
Una lengua que, al fin y a la postre el gallego medio, el de infantería de toda la vida, que diría Pérez Reverte, no entiende, puesto que se han afanado tanto en inventarse una lengua lo mas diferente posible del castellano que han acabado creando un engendro que ni los más viejos del lugar han hablado ni oído hablar en su vida.
El otro día, mi vecino, un solterón de 74 años, que ha vivido en Galicia y ha hablado en gallego toda su vida, vino a pedirme que le ayudase a rellenar un formulario para el hospital que él no lo entendía. Le ayudé y al terminar le dije: ahora fírmelo y ya está y entonces él me pregunta : ¿Dónde firmo, aquí donde pone “sinatura”?
Pero esto al señor don Víctor se la trae al pairo, si no entienden que aprendan, él y los talibán del “galego” van a lo suyo, en Galicia en gallego por las buenas o por las bravas.
Y sigue don Víctor, en su artículo, volviendo a la carga y a la culpa un poco más adelante: La demagogia con que se abordó esta cuestión en la confrontación política que instalo de nuevo al Partido Popular en el gobierno en el año 2009, acusando a la coalición PSdG-BNG, de imponer el gallego por las bravas y querer desterrar el castellano del sistema educativo, fue escandalosa (sic).
Y sigue: Introducen la lengua, -el gallego- en un gueto, una esquizofrénica burbuja que explota nada más dejar las aulas: medios de comunicación, espacios de diversión, productos de consumo, iglesia, servicios sociales, publicidad, etc., etc.
En todo eso quisiera el señor don Víctor, que se
impusiese más el gallego, por las buenas o por las malas. Todo el mundo a
hablar gallego en todos los sitios y en todas partes y el que no lo haga se le
multa, se le juzga y se le mete en chirona o se fusila al amanecer, lo que
fuere, pero el Gobierno de la Junta de Galicia debiera tomar la cosa así de
seria.
Y esto lo pide don Víctor y todos sus acólitos, discípulos y seguidores, en aras de, como no, hacer una Galicia libre, (sic).
De hecho, la idea esta de que es legítimo hacer hablantes a la fuerza se ha contagiado a democracias que hace unos años verían la mera suposición de la idea como una absoluta barbaridad. Hace unas semanas el CSU alemán coaligado con la CDU de Angela Merkel, planteo la feliz ocurrencia de que los inmigrantes debían hablar alemán incluso ¡en sus propias casas!
Rechazada la ocurrencia, los demócratas la denunciaron diciendo que sería “como para morirse de risa si no fuese tan peligrosa”.
Pero eso fue en Alemania, aquí nadie se asombra de que alguien la plantee e incluso le paguen por escribirla en un periódico.
Y esto lo pide don Víctor y todos sus acólitos, discípulos y seguidores, en aras de, como no, hacer una Galicia libre, (sic).
De hecho, la idea esta de que es legítimo hacer hablantes a la fuerza se ha contagiado a democracias que hace unos años verían la mera suposición de la idea como una absoluta barbaridad. Hace unas semanas el CSU alemán coaligado con la CDU de Angela Merkel, planteo la feliz ocurrencia de que los inmigrantes debían hablar alemán incluso ¡en sus propias casas!
Rechazada la ocurrencia, los demócratas la denunciaron diciendo que sería “como para morirse de risa si no fuese tan peligrosa”.
Pero eso fue en Alemania, aquí nadie se asombra de que alguien la plantee e incluso le paguen por escribirla en un periódico.
PD.
Si hay algo más aburrido que un villancico es un villancico en gallego.