La crisis de los refugiados y Europa.
La crisis que
está viviendo Europa con la llegada de los refugiados que huyen de
Siria, Irak y Afganistán, que no todos son sirios como los medios de
comunicación afirman, se está convirtiendo en el hito que va a
marcar para siempre la historia del mundo en general y de Europa en
particular. Este va a ser el principio de ese, tan cacareado por
muchos “pseudo” prefectas, “Nuevo Orden Mundial”. Pase lo que
pase, de ahora en adelante, ya nada volverá a ser igual.
Pero esto no ha
empezado ahora con la Guerra de Siria, ni mucho menos, esto empezó
hace varios años cuando los habitantes de África, o parte de ellos,
decidieron que la oportunidad de un futuro mejor solo la encontrarían
en Europa.
Y, al principio,
como un goteo que poco a poco fue creciendo hasta convertirse en
multitud, que, sobre cualquier cosa que flotase, arribaba, y siguen
arribando, a las costas españolas, italianas y griegas.
Pero claro, esto
no les afectaba a los señores de Bruselas, que miraban la cosa con
lupa. A ver como la policía y guardia civil, trataban a esta gente?.
Cuidadin, cuidadin, con guantes de seda, que es mercancía muy
frágil.
No se daban
cuenta los muy besugos que cuando los inmigrantes decidieron buscarse
un futuro mejor, y ¿quién los puede culpar por eso?, querían
decir: buscarse un futuro mejor, y no pensaban quedarse en España,
Italia o Grecia, sino en irse el prospero norte, Alemania, Suecia,
Inglaterra, etc. Y para allá se encaminaron.
Pero tampoco
allí, llegaban en tromba, puesto que, viendo las dificultades que
seguían encontrando en su camino hacia esa tierra prometida y viendo
que, tampoco en España o Italia, por poner dos, se estaba tan mal,
muchos se quedaban por el camino.
Pero la metedura
de pata por parte del fulano mas imbécil, idiota e incapaz, que
llegó a presidente de los Estados Unidos, que decidió bombardear
todo Oriente Medio, y, al mismo tiempo, soliviantar y armar a grupos
terroristas, con el fin de derrocar a los dictadores de esos países.
Y esto, ante el
regocijo general de todos los progres “picafollas” que veían
surgir primaveras árabes, cantos de pajaritos y felicidad, por todo
el mundo árabe, trató de imponer allí una democracia al estilo
occidental con la que pudiera negociar el precio del petróleo que
ellos –los americanos- se encargarían de exportar al resto del
mundo, logrando de esta manera conseguir una trato lo mas favorable
posible para ellos, -para los americanos-que les permitiese vivir los
próximos años sin demasiados sobresaltos.
Pero, como diría
el maestro Arturo Pérez Reverte, les salió el cochino mal capado, y
los terroristas, bien armados, pertrechados y con dinero, se hicieron
dueños del petróleo y, al grito de Ala es grande, se dedicaron a
destruir, matar y asolar todo lo que encontraban por delante
mientras, y para tenernos informados, se montaban, y los siguen
haciendo, unos videos que, ríete tu de Hollywood, nos hacen llegar
para nuestro deleite, enseñando como degollar de la manera más vil
y cruel a todo desgraciado que cae en su poder.
Y ahí fue
cuando los yanquis, que ya le habían puesto el ojo al último
dictador, el sirio Bashar al-Asad, se enteraron de lo que les venía
encima o, mejor dicho, de lo que habían creado y metieron el freno.
A esto, a que
metieran el freno, ayudó también, y mucho, el hecho de que Putin,
que tiene una base naval por aquellos lares, no estaba mucho por la
labor de dejar caer a al-Asad.
Pero, y aunque
se largaron, siguieron armando y pertrechando a los rebeldes sirios
que seguían peleando contra al-Asad, porque, según ellos, estos
eran de los buenos.
Total, que, con
los rebeldes de una parte, el ejercito de al-Asad, de otra y los el
Frente Islámico entrando desde Irak, se armó en Siria, un cirio del
copón.
Y los
pobrecillos sirios se vieron envueltos en todo este fregado sin
comerlo ni beberlo.
Y, viendo lo
chunga que se ponía la cosa y lo poco que se lo pensaban los
angelitos del Frente Islámico a la hora de imponer su religión y su
ley y cepillarse a todo aquel que ellos considerasen un infiel, que
disidieron liarse la manta a la cabeza y ponerse en marcha buscándose
un porvenir y una vida mejor en el prospero y libre Occidente, o sea
en Europa, bueno, mejor dicho, en Alemania.
Y aquí hay que
hacer un enciso para apuntar el detalle de que, ni una sola de las
cientos de miles de personas que huyen de Siria, de Libia y de otras
atrocidades del Oriente Próximo, se ha refugiado en los países
árabes vecinos.
Ni un alma de
entre estos miles de refugiados eligió como destino, la prospera
Arabia Saudí, o cualquiera de los ricos emiratos petroleros del
Golfo Pérsico.
Todos sin
excepción eligieron como punto de destino, a la prospera “Germany”.
Y aquí es donde
tenemos el problema, si, incluso para Europa, es difícil acogerlos a
todos, esperar que lo haga solo Alemania, es imposible.
Y, además, está
el efecto llamada, cuando los que vienen ahora estén asentados y a
salvo de las barrabasadas del Frente Islámico, los que se han
quedado allí, querrán imitarlos, naturalmente, y nuevas oleadas de
refugiados volverán a llamar a las puertas de Europa.
Dice Arturo
Pérez Reverte, que esto ya pasó antes, cuando los hunos de Atila
empujaron a las gentes del norte de Europa, que, acuciados por el
hambre, el peligro y las penalidades que para ellos representó la
llegada de los hunos a sus tierras, invadieron lo que hasta entonces
había sido el prospero y civilizado Imperio Romano, que,
irremediablemente, se acabó hundiendo.
Y esto es lo
mismo, dice él. Quizás, pero mientras que aquello nos sumió en la
oscuridad de la Edad Media,- Europa retrocedió mil años en su
cultura y forma de vida-, esto no tiene por que ser lo mismo.
Europa esta
avejentada y necesita jóvenes que inyecten sangre nueva y trabajen y
prosperen y la hagan, todavía, mejor y más libre y esto se puede
conseguir solo con que todos respetemos unas reglas básicas.
Por ejemplo, los
que estamos aquí tenemos que comprender que los recién llegados
tienen sus costumbres, creencias y tradiciones, que debemos tratar de
comprender y respetar. Una cultura extraña no tiene por que
forzosamente destruir la cultura local, sino que, muy al contrario,
puede enriquecerla.
Y los que vienen
de afuera, tienen que entender que vienen a un mundo nuevo, para
ellos, porque el que dejan atrás no les gustó, por lo tanto, y
aunque nadie les pide que olviden sus raíces, si que comprendan que
no pueden traerse aquel mundo con ellos y que entiendan que, si
Alemania es Alemania, rica y prospera, no es por que a Alemania le
crezcan los billetes de quinientos euros en los arboles sino porque
los alemanes son así, trabajan así y la cosa les va así, y esto es
los mismo para el resto del mundo, cada país es como es porque sus
habitantes son como son y no porque su tierra sea mejor o peor. No es
la tierra, es la gente que la puebla la que la hace ser como es. Y
tienen que comprender que hay cosas, que en su tierra eran el pan
nuestro de cada día, o sea, de lo más normal, que en el Occidente
del Siglo Veintiuno, no tienen cabida.
Por ejemplo,
tienen que comprender que, aquí no es delito el que un hombre se una
a otro hombre, o una mujer a otra, y que la mujer en Europa es en
todo, y sin excepción, igual que el hombre y sus derechos son
inalienables y el hecho de que una mujer vaya por la calle encerrada
en una cárcel de tela de la que solo sobresalgan unos ojos, es algo
que en este Occidente, no se puede dar. Y, ni ellos deben tratar de
imponerlo ni Occidente tolerarlo, y el día que lo haga –y lo está
haciendo- entonces sí, volveremos a la Edad Media.