La alternativa del diablo.
Cuando
unos terroristas atacan y asesinan a los integrantes de la revista Charlie
Hebdo, por el hecho de que habían dibujado unas caricaturas de Mahoma, algo que
entre los musulmanes es un sacrilegio, nos empezamos a dar cuenta de que la
cosa del terrorismo iba en serio.
Cuando un avión ruso es derribado sobe la península del Sinaí, al hacer explosión una bomba que los terroristas habían introducido en sus bodegas y nadie, ningún grupo de policía o del servicio de inteligencia de ningún país, lo había ni siquiera olido, nos damos cuenta de que estamos a su merced.
Y cuando ocho terroristas, ocho, emplazados en aquellos centros más concurridos de Paris, y armados con kalashnikov, causan una masacre, y, además, sin pensárselo dos veces, con explosivos que llevan sujetos a sus cuerpos, se vuelan ellos mismos con la intención de llevarse con ellos el mayor número de víctimas posible, nos damos cuenta de que estamos en una ratonera.
Y cuando nos enteramos de que, la mayoría de esos terroristas, son jóvenes nacidos y criados en Europa y descendientes de aquéllos inmigrantes que un día, hace treinta, cuarenta o cincuenta años, llegaron a occidente con la sola idea de integrarse, trabajar y prosperar, y que ahora, sus descendientes, en un ataque de odio sinsentido, complejo de Edipo, diría algún sicólogo, hacia los países que entonces le dieron el pan a sus padres y a ellos una educación de elite, tratan de asesinar y destruir. Nos encontramos ante la alternativa del diablo.
-La alternativa del diablo, se da cuando, no importa la decisión que tomes, la opción del camino que decidas seguir, sabes que el final va a resultar en una hecatombe-.
Y esa es la perspectiva que se abre ante Europa, y no solo Europa, que es la línea de vanguardia, sino ante todo Occidente, con el tema de los refugiados de Oriente Medio.
Cuando un avión ruso es derribado sobe la península del Sinaí, al hacer explosión una bomba que los terroristas habían introducido en sus bodegas y nadie, ningún grupo de policía o del servicio de inteligencia de ningún país, lo había ni siquiera olido, nos damos cuenta de que estamos a su merced.
Y cuando ocho terroristas, ocho, emplazados en aquellos centros más concurridos de Paris, y armados con kalashnikov, causan una masacre, y, además, sin pensárselo dos veces, con explosivos que llevan sujetos a sus cuerpos, se vuelan ellos mismos con la intención de llevarse con ellos el mayor número de víctimas posible, nos damos cuenta de que estamos en una ratonera.
Y cuando nos enteramos de que, la mayoría de esos terroristas, son jóvenes nacidos y criados en Europa y descendientes de aquéllos inmigrantes que un día, hace treinta, cuarenta o cincuenta años, llegaron a occidente con la sola idea de integrarse, trabajar y prosperar, y que ahora, sus descendientes, en un ataque de odio sinsentido, complejo de Edipo, diría algún sicólogo, hacia los países que entonces le dieron el pan a sus padres y a ellos una educación de elite, tratan de asesinar y destruir. Nos encontramos ante la alternativa del diablo.
-La alternativa del diablo, se da cuando, no importa la decisión que tomes, la opción del camino que decidas seguir, sabes que el final va a resultar en una hecatombe-.
Y esa es la perspectiva que se abre ante Europa, y no solo Europa, que es la línea de vanguardia, sino ante todo Occidente, con el tema de los refugiados de Oriente Medio.
¿Qué vamos a hacer con ellos?
Europa
esta avejentada y necesita jóvenes que inyecten sangre nueva y trabajen y
prosperen y la hagan, todavía, mejor y más libre y esto se puede conseguir solo
con que todos respetemos unas reglas básicas.
Por ejemplo, los que estamos aquí tenemos que comprender que los recién llegados tienen sus costumbres, creencias y tradiciones, que debemos tratar de comprender y respetar. Una cultura extraña no tiene por que forzosamente destruir la cultura local, sino que, muy al contrario, puede enriquecerla.
Y los que vienen de afuera, tienen que entender que vienen a un mundo nuevo, para ellos, porque el que dejan atrás no les gustó.
Por lo tanto, y aunque nadie les pide que olviden sus raíces, si que comprendan que no pueden traerse aquel mundo con ellos y que entiendan que, si Alemania es Alemania, rica y prospera, no es porque a Alemania le crezcan los billetes de quinientos euros en los arboles sino porque los alemanes son así, trabajan así y la cosa les va así, y esto es lo mismo para el resto del mundo, cada país es como es porque sus habitantes son como son y no porque su tierra sea mejor o peor. No es la tierra, es la gente que la puebla la que la hace ser como es. Y tienen que comprender que hay cosas, que en su tierra eran el pan nuestro de cada día, o sea, de lo más normal, que en el Occidente del Siglo Veintiuno, no tienen cabida.
Por ejemplo, tienen que comprender que, aquí no es delito el que un hombre se una a otro hombre, o una mujer se una a otra mujer, y que la mujer es en todo, y sin excepción, igual que el hombre, y sus derechos, -los de la mujer-, son inalienables. Y el hecho de que una mujer vaya por la calle encerrada en una cárcel de tela de la que solo sobresalgan unos ojos, sea esto un acto de sumisión hacia los hombres o de sumisión hacia dios, es algo que en este Occidente no se puede dar. Y, ni ellos deben tratar de imponerlo ni Occidente tolerarlo, y el día que lo haga –y lo están haciendo- entonces sí, ellos, los terroristas, habrán ganado.
Por ejemplo, los que estamos aquí tenemos que comprender que los recién llegados tienen sus costumbres, creencias y tradiciones, que debemos tratar de comprender y respetar. Una cultura extraña no tiene por que forzosamente destruir la cultura local, sino que, muy al contrario, puede enriquecerla.
Y los que vienen de afuera, tienen que entender que vienen a un mundo nuevo, para ellos, porque el que dejan atrás no les gustó.
Por lo tanto, y aunque nadie les pide que olviden sus raíces, si que comprendan que no pueden traerse aquel mundo con ellos y que entiendan que, si Alemania es Alemania, rica y prospera, no es porque a Alemania le crezcan los billetes de quinientos euros en los arboles sino porque los alemanes son así, trabajan así y la cosa les va así, y esto es lo mismo para el resto del mundo, cada país es como es porque sus habitantes son como son y no porque su tierra sea mejor o peor. No es la tierra, es la gente que la puebla la que la hace ser como es. Y tienen que comprender que hay cosas, que en su tierra eran el pan nuestro de cada día, o sea, de lo más normal, que en el Occidente del Siglo Veintiuno, no tienen cabida.
Por ejemplo, tienen que comprender que, aquí no es delito el que un hombre se una a otro hombre, o una mujer se una a otra mujer, y que la mujer es en todo, y sin excepción, igual que el hombre, y sus derechos, -los de la mujer-, son inalienables. Y el hecho de que una mujer vaya por la calle encerrada en una cárcel de tela de la que solo sobresalgan unos ojos, sea esto un acto de sumisión hacia los hombres o de sumisión hacia dios, es algo que en este Occidente no se puede dar. Y, ni ellos deben tratar de imponerlo ni Occidente tolerarlo, y el día que lo haga –y lo están haciendo- entonces sí, ellos, los terroristas, habrán ganado.
Escribía Oriana Fallaci, en su libro: La
Fuerza de la Razón.
No me agrada decir que Troya arde en llamas, que Europa es una colonia del Islam.
Decirlo equivale a admitir que todas las Casandras le hablan al viento, que, a pesar de sus gritos de dolor los ciegos siguen ciegos, los sordos siguen sordos y las conciencias despiertas se vuelven a adormecer de inmediato.
Pero la verdad es que, desde el Estrecho de Gibraltar a los fiordos de Soroy, desde las escolleras de Dover a las playas de Lampedusa, desde las estepas de Volgogrado a los valles del Loira y las colinas de Toscana, el incendio se extiende.
En cada una de nuestras ciudades hay una segunda ciudad. Una ciudad superpuesta gobernada por el Corán.
No me agrada decir que Troya arde en llamas, que Europa es una colonia del Islam.
Decirlo equivale a admitir que todas las Casandras le hablan al viento, que, a pesar de sus gritos de dolor los ciegos siguen ciegos, los sordos siguen sordos y las conciencias despiertas se vuelven a adormecer de inmediato.
Pero la verdad es que, desde el Estrecho de Gibraltar a los fiordos de Soroy, desde las escolleras de Dover a las playas de Lampedusa, desde las estepas de Volgogrado a los valles del Loira y las colinas de Toscana, el incendio se extiende.
En cada una de nuestras ciudades hay una segunda ciudad. Una ciudad superpuesta gobernada por el Corán.