El derecho de los pueblos por la autodeterminación.
El derecho de los
pueblos por la autodeterminación.
Woodrow Wilson, lo
usó para desmembrar los imperios de Europa y acabar con el
colonialismo.
Lenin lo promovió
con la idea de acabar con el imperialismo y el capitalismo.
Y la Naciones Unidas
lo lleva escrito en el articulo uno de su fundación.
La frase es rotunda
y la idea grandiosa, pero en esto de la libertad, sea de los pueblos
o del individuo, si uno se descuida un poquito se acaba por confundir
libertad con libertinaje y se olvida que la libertad de uno llega
justo hasta donde comienza la del otro y esto se agrava sobremanera
cuando se da en un individuo o individuos que se creen a pie
juntillas que ellos han visto la luz y que la libertad se puede dar,
solamente, en una sociedad que se rija por la idea que ellos tengan
de cómo debe regirse esa sociedad.
Si, además, esos
individuos se creen miembros de una raza superior, por el simple
hecho de haber nacido en un determinado lugar, entonces ya es el
apaga y vamos.
-Se olvidan de que
todo idiota tuvo que haber nacido en algún lugar-
Por qué, ¿quién o
qué, decide donde empiezan y terminan las fronteras de ese pueblo
que desea su autodeterminación e independencia?
¿Una cultura y unas
tradiciones diferenciadas y una lengua propia?
En Europa existen
una doscientas lenguas y más del doble o triple de dialectos.
¿Creamos doscientos
nuevos países?
¿Y los diferentes
dialectos? ¿Tienen derecho también a la autodeterminación aquellos
lugares con dilectos diferentes?
¿Tiene derecho el
Valle de Aran, que no quiere formar parte de una Cataluña
independiente, a pedir a su vez la independencia?
Y en cuanto a la
cultura y tradiciones diferenciadas, eso es algo muy subjetivo.
En Inglaterra, donde
viví durante diecisiete años, encontré cosas y costumbres que
también tenemos en España, o incluso, simplemente, en Galicia.
Y hay cosas y
costumbres en mi pueblo, que el pueblo de mi mujer, que está a 50
kilómetros, no, conocen.
Independencia,
libertad, derecho de los pueblos a la autodeterminación, son
palabras esplendorosas y rimbombantes, pero que detrás de ellas,
muchas veces, se ocultan fines e intereses mucho menos nobles.
¿Por qué son
siempre las regiones más ricas y prosperas las que piden la
independencia?
¿Es que, en el caso
que nos ocupa, Cataluña, ésta se ve subyugada y avasallada por el
resto de España?
¿Es que, en el
reparto del dinero que Gobierno Español, destina a las diferentes
Comunidades Autónomas, Cataluña se lleva la peor parte?
No, no, y no.
Cataluña ha sido siempre, incluso bajo el Gobierno de Franco, la más
beneficiada. Ella se ha llevado las mejores empresas, las mejores
infraestructuras, y en el reparto de las partidas de dinero, la parte
del león ha sido para Cataluña.
Y en cuanto a
libertad de decisión, tiene más auto gobierno y competencias que
ningún “lander” alemán o estado de los Estados Unidos.
El motivo real e
inconfesable de por qué Cataluña quiere la independencia es, simple
y llanamente, porque se considera superior a las demás Comunidades
Autónomas.
La mayoría de los
independentistas catalanes se creen a pie juntilla que el ser parte
de España supone para ellos un lastre, una rémora de la que hay que
desprenderse.
Separados del resto
de España, se ven a sí mismos como la Suiza del Mediterráneo, una
arcadia feliz, un remanso de paz y prosperidad donde solo con
trabajar unas pocas horas se podrá vivir cómodamente y sin mayores
sobresaltos.
Una percepción
parecida a la que los británicos tienen del resto de Europa,
especialmente de la Europa del sur.
Ilusión, fantasía,
quimera. Una fabula que hasta el más lego en la materia, pero con un
mínimo de raciocinio, se bastaría para desmontar.
Porque no hace falta
ser ni un cerebrito ni un experto en finanzas, para darse cuenta de
que, si le dices a alguien, que tenga dos euros en el banco, que al
día siguiente de la declaración de la independencia esos euros se
convertirán en la flamante y nueva moneda catalana, y fuera de
Cataluña, tendrá menos valor que un bolívar venezolano, el fulano
en cuestión no tardara ni un minuto en presentarse en su banco
reclamando su dinero para llevárselo al territorio español o
francés más cercano. Y esto es lo que hará ipso facto el pequeño
y mediano ahorrador, de las grandes fortunas y empresas ya ni te
cuento.
Porque el cuestionar
o proponer la pertenencia al euro lleva implícito el cierre de los
bancos, la huida de empresas, la fuga del capital y una recesión
económica que posiblemente te hunda para los próximos 20 o 30 años.
Y para entonces, quizás hayas caído tan atrás que ya nunca vuelvas
a ser capaz de ponerte entre los 50 primeros.
De esto empiezan a
darse cuenta los británicos, los cuales creyeron que el irse de la
Unión Europea les iba a salir gratis, de rositas, -“Scot-free”
que dirían ellos- y ahora ya no saben si seguir adelante, volverse
atrás, volver a hacer otro referendo o ir a Bruselas y alegar que la
cosa solo había sido algo simbólico, así que pelillos a la mar y
aquí no ha pasado nada.
De momento, con
Cataluña, la cosa parece haberse calmado un poco, y conjurado el
peligro del mayor disparate que pudo haber arruinado y destruido
Cataluña y España, esperemos que en las próximas elecciones del 21
de diciembre los partidos independentista no consigan mayoría
absoluta porque entonces sería volver a empezar con el mismo mantra
y vuelta a la casilla de salida.
Aunque, suceda lo
que suceda y gane quien gane, es imperativo hacer algo y subsanar la
situación, porque, si no conseguimos que en las escuelas se deje de
adoctrinar a los niños, de falsear la historia, retorciéndola y
deformándola hasta amoldarla al fin que ellos necesitan, si no
conseguimos que los padres puedan (de verdad) elegir la lengua en la
que desean que se escolarice a sus hijos, si no se hace algo para
erradicar, de una vez por todas, que en las escuelas, en vez de
lengua y matemáticas se les esté ensañando a los niños odio y
rencor hacia el resto de los españoles, por mucho 155 que se pase,
toda esta incertidumbre, toda esta zozobra no habrá servido para
nada.