¿De verdad estamos solos?
Hace unos días, y aprovechando que dejó de llover durante
unas horas, un amigo me invitó a hacer un poco de churrasco en una pequeña
huerta que tiene en la parte de atrás de su casa.
Y, como hacia ya
varias tardes que, por cosas que tenía que terminar y que además nunca deja de llover, esto ya
parece “Blade Runner”, pues acepte encantado.
Y allá nos juntamos con otros tres más y en una pequeña
barbacoa que ha comprado en uno de esos almacenes que te venden todo hecho,
asamos un poco de costilla y con unas cervezas nos pusimos a degustarla al
calor del fogón.
Pronto se hizo de noche y aunque no llovía la noche era fría
y húmeda, negros nubarrones presagiaban lluvia de nuevo y la luna trataba a
abrirse paso en medio de aquellas nubes que amenazan con tragársela.
Y a pesar del calorcillo que emanaba de la barbacoa, pronto
la humedad comenzó a calar hasta el alma y los compañeros empezaron a largarse
buscando mejores ambientes hasta que nos quedamos este amigo y yo solos.
Quizás debido a que somos los más veteranos o quizás que
fuimos los que más cervezas nos metimos entre pecho y espalda, fue a nosotros
dos a los que nos pareció que el ambiente, ni estaba tan frio, ni tan húmedo.
Y quizás fue también debido
a estas cervezas que nos pusimos trascendentales y nos comenzamos a
divagar y a navegar por la metafísica.
Y así, hablando de una cosa y otra, de cómo hemos llegado a
pensionistas casi sin darnos cuenta, de lo rápido que pasa el tiempo, etc., etc.,
hasta que llegamos al punto de preguntarnos como se originó la vida, el sentido
de todo y porque hay algo cuando podría no haber nada.
Yo tengo mis creencias y, como no, mis dudas sobre esas
creencias.
Él en cambio, nihilista de pura cepa, se niega en creer en
nada. Dice que lo que hay es lo que vemos y punto.
Yo razono que, aunque no creas en Dios, ¿no crees que
podemos ser obra de hacedor supremo, de un ente superior, de que estamos aquí
por algo y para algo?
Él responde, nada, estamos aquí por una casualidad, por una
singularidad que se dio en el espacio tiempo –esto lo vio en you tube, je, je-
y nada más.
Bueno, insisto, yo no hablo solo del ser humano, ni siquiera
del planeta Tierra, hablo de todo. Hablo del Espacio con esos millones de galaxias
y sus millones o billones de planetas, ¿Tú no crees que habrá vida, además inteligente,
en alguno de esos mundos?
¿Has oído hablar de la “Paradoja de Fermi”?
¿Donde están los extraterrestres?
¿Por qué no nos han descubierto?
¿Tú no crees qué puede ser que haya un ser superior que nos
protege?
Sí, me dice él, si creo que hay vida en alguno de esos
planetas y, además, vida inteligente y, si no contactamos con los extra
terrestres es simplemente porque ellos, los extraterrestres, no lo desean.
Saben que estamos aquí, saben de nuestra existencia, de
nuestra tecnología, de nuestra capacidad científica, todo. Pero todo eso es
para ellos insignificante, estamos a años luz de su nivel como civilización, a
años luz de su desarrollo científico, tecnológico o como especie.
Ellos nos ven a nosotros como nosotros veríamos a un hombre
de neandertal, y nos quieren así, como
una curiosidad, una antigualla, una reliquia del pasado a la que no quieren
contaminar.
Y por eso no interfieren con nosotros ni se muestran a nuestra
presencia, para no contaminarnos.
En definitiva, no somos los únicos naturalmente, pero para
ellos somos un zoológico.
Un maldito zoológico.
Ni más ni menos.
Y diciendo esto, se levanta muy ufano y me deja solo.
Y allí me quedo solo, y entonces noto que hace frio y todo
esta húmedo, muy húmedo y muy frio.
Cojo unos troncos y se los echo al fuego y miro como se
avivan las llamas…
Me quedé mirando al cielo bañado por la luz de las llamas, mientras
el húmedo y negro suelo parecía estremecerse bajo mis pies, y supe lo que los
gatos sienten, lo que les hace gritar por las noches como bebés.
Miré al cielo a través del humo que se confundía con los
negros nubarrones y a través de algún claro entre aquellos nubarrones vi el vacio
infinito y dios no estaba allí.
Miré a las frías y distantes estrellas reflexionando sobre
ese frio y distante dios en cuyas manos está nuestra existencia.
¿Estaría realmente ahí?
¿Quizás estuvo alguna vez y ahora se ha ido?
Y vi que mas allá de las estrellas la fría y sofocante oscuridad continúa para siempre y nosotros estamos
solos.
Vivimos nuestra vida sin tener otra opción y tratando de
darle sentido más tarde.
Nacemos del olvido, tenemos niños condenados a seguir
nuestros pasos, y desaparecemos en el olvido.
No hay nada más.
¡Quizás mi amigo tenga razón!