Mi cuarentena por el Coronavirus. Segunda semana
23-03-2020
Noveno día.
Pues ya estamos entrando en la segunda
semana de confinamiento.
Hoy, a diferencia de ayer, que casi no
había coches en la carretera, el tráfico era un poco más abundante.
En los supermercados, dos, que encuentro
en el camino antes de salir del pueblo, había de nuevo unas largas colas.
Así que ya no paré en ninguno de ellos y
me fui derecho a ver a mis padres.
A media mañana aparece el señor mayor,
nuestro vecino, ¿qué si lo puedo llevar al centro de salud? Tiene una
enfermedad de la piel y está llevando unas inyecciones y por eso necesita ir al
centro una vez a la semana.
¿Y ahora qué hago?
¿Le digo que se arregle por su cuenta o
lo llevo?
Bueno, lo llevo, me pongo una mascarilla
y nos ponemos en camino.
No hay problema, por el camino me
encuentro algunos coches.
Llegamos al centro, entra y sale
enseguida, me dice que no hay nadie.
Regresamos a casa. El tiempo empleado no
llegó a la media hora.
Al rato se oye el coche patrulla,
avisando de que queda terminantemente prohibido que la gente salga a trabajar
en las fincas.
¡Por dios, que burrada! Este pueblecito,
más bien una aldea de Galicia, en la que gente tiene sus pequeños huertos, de
entre cincuenta y cuatrocientos metros cuadrados, y en ellos plantas toda clase
de legumbres, desde tomates hasta cebollas, ajos, pimientos, verduras, etc. y
ahora es el tiempo de las patatas que aquí llamamos tempranas. Y cuando vas por
la carretera, se suele ver aquí y allá, al dueño o dueña, de la finca plantando
su hortaliza de turno, así durante todo el año. Qué alguien me diga, ¿por qué
va a estar eso prohibido? Cuando al contrario debiera de ser incentivado,
puesto que de esas legumbres vamos luego a comer muchos.
Acabaran prohibiendo a los campesinos
llevar las ovejas y las vacas a pastar.
Es que en este país o nos quedamos
cortos o nos caemos por el otro lado.
El sentido común es muy poco común.
Pasa la mañana. Por la tarde, a eso de
las tres y media, aparece mi amigo, vaya por dios, como me temía, se queda
hasta las 5.30 y se va porque yo me voy, de otra forma seguiría allí.
A este hombre lo conozco de toda la
vida. Somos de la misma edad y como éramos vecinos, crecimos juntos, pero ahora
me está resultando un poco pelma.
Por la noche veo en las noticias que el número
de muertos sigue creciendo y ya van 2.182, que barbaridad.
Perece que Madrid se está llevando la
peor parte.
24-03-2020
Decimo día.
Como todas las mañanas me levanto y me dirijo
a la casa de mis padres.
Por fin, hoy ha salido el sol. Hace un día
precioso.
A la salida del pueblo hay un
hipermercado donde venden pescado fresco.
Voy a ir a ver si puedo coger algo,
puesto que desde que empezó el “Estado de alarma” no he podido darles pescado
fresco a mis viejos.
Parece que voy a tener suerte, hoy no
hay colas.
Bajo del coche y justo a la entrada hay
una dependienta que me informa que hasta dentro de una hora, más o menos, solo
se puede pagar con tarjeta de crédito. ¿Usted tiene, verdad? Me pregunta.
Pues no, odio las tarjetas de crédito.
Tengo una, claro, porque en estos tiempos no hay más remedio, pero casi nunca
la uso y, desde luego, hoy no la tengo encima.
Pues esta visto que no voy a poder darle
pescado fresco a mis padres.
Sacaré la merluza congelada.
Sin más, llego a casa de mis padres,
visto a mi madre. Mi padre, aunque no puede andar, se apaña el solo para
vestirse y asearse, luego lo ducha la chica que nos ayuda en casa. Él no quiere
qué lo duche yo.
Salgo con mi madre afuera de la casa y
la siento a la sombra de un arbolito que tenemos allí. Le gusta mucho y se pone
muy contenta.
Cundo digo que salgo con mi madre
afuera, no es que salgamos a la calle, como explique antes, tenemos una pequeña
finca cerrada con la casa en el centro, perece un lujo, y quizás lo sea, pero
casi todas las casa de la aldea, -de mi aldea-, son así, rodeadas de una
pequeña finca.
Hoy incluso tuve que cortar la yerba que
ya estaba muy alta.
“Mi amigo” no apareció en todo el día.
¡Qué descanso!
Y así se me pasó el día.
Por la noche las malas noticias: el
número de muertos hoy ha sido de 514 y el total ya sobrepasa de los 2.700.
Esto es terrible.
25-03-2020
Undécimo día.
Como todos los días, salgo de casa a las
nueve. El día esta precioso de nuevo. El sol de primavera da en la cara y eso
me calienta el alma y me reconforta un poco la tristeza que siento por todo lo
que está pasando, por el silencio “que se oye” en la escalera donde antes me
solía encontrar con los vecinos que salían a trabajar, pasear o llevar los
niños a la escuela.
Ahora no se ve un alma.
Ya, mientras atravieso el pueblo, y al
pasar por delante de los dos supermercados que quedan de camino, observo que
hoy no hay colas. La gente ya se va acostumbrando en no comprar
compulsivamente. Menos mal.
Yo no paro en ninguno. Hoy no necesito
nada.
Paso el día atendiendo a mis padres sin
que aparezca nadie en toda la mañana.
A eso de las cuatro y media, aparece mi
amigo. Hoy viene mucho más calmado. Ya parece que el confinamiento no le
desespera tanto. ¿Se debe ir acostumbrando, ¡supongo!?
Al rato llega la chica de la noche y me
dispongo a irme, rogándole a él, que también se vaya y deje a los viejos
relajarse un poco y a la chica hacer su trabajo. Obedece y nos despedimos.
En el fondo es un buen tío.
Por la noche, el parte de guerra.
Porque esto ya parece una guerra.
Si esto, de verdad, es el resultado de
un bocado que un chino le metió a un murciélago, nunca quedó más patente
aquello del “efecto mariposa”.
Los datos que siguen llegando sobre el
“Coronavirus”, son espeluznantes.
El número de muertos asciende ya a
3.445. Hoy han fallecido 738, y el número total de contagiados es de 47.611.
El dato positivo de hoy es que la
contaminación en las ciudades ha bajado de manera exponencial. Más de un
cincuenta por ciento en Madrid y un setenta por ciento en Barcelona.
Algo es algo.
26-03-2020
Duodécimo día.
Nueve de la mañana, camino del pueblo, y
en el cielo luce de nuevo un sol radiante.
Con un día así, quien diría que estamos
atravesando por la mayor pesadilla de nuestras vidas.
Pienso que ahora podemos empezar a
comprender un poquito como fue la vida de nuestros antepasados, como fue la
vida de todos aquellos que les tocó vivir en tiempos de guerras, epidemias y
hambrunas.
Y como es la vida en países menos
afortunados que nosotros. Como es la vida de todos aquellos que viven en países
donde, todavía hoy, estas calamidades son el pan nuestro de cada día.
Con estos pensamientos, llego a casa de
mis padres.
Encuentro a mi madre de muy buen humor,
le pregunto si quiere ducharse y, dudándolo un poco, acepta.
Le doy una ducha bien dada, a veces no
me deja ducharla como dios manda, pero hoy hace calorcillo y le gusta. Yo acabo
tan mojado como ella.
La seco con la toalla, le pongo la bata
de casa y le seco el pelo con el secador. Se ha quedado como nueva.
A media mañana, viene nuestro vecino, el
señor mayor, y me encarga leche para mañana. Como si yo no tuviese bastante
trabajo. ¿Pero, qué puedo hacer?
Se va enseguida y, al rato, aparece mi
amigo, ¡faltaría más!
Echa conmigo el resto de la mañana,
hasta la hora de comer.
Me pregunto, una vez más: ¿Qué le da de
comer este hombre a su madre?
Por la tarde no aparece. ¡Bien!
Llega la chica de la noche a las cinco y
media como todos los días y regreso a casa.
Y por la noche, de nuevo el parte de
guerra.
Hoy han fallecido 655, son 83 menos que
ayer, la primera vez desde que empezó la pandemia que el número de muertos es
menor que el día anterior. Exiguo consuelo.
Con estos fallecidos, España alcanza los
56.000 casos de infectados y supera los 4.000 muertos.
Esta maldita “plaga” se ha cebado con
las residencias de ancianos. Ahí están los más débiles, vulnerables e
indefensos y este horror se los está llevando por delante.
27-03-2020
Decimo tercer día.
Nueve de la mañana, salgo de casa.
Otro día precioso, el sol brilla a
raudales.
En el súper que hay junto a mi casa
vuelve a haber cola.
Me voy al híper que está a la salida del
pueblo. Apenas hay gente, es temprano todavía.
Entro corriendo. Cojo la leche para el
señor mayor y fanecas para mis padres, por fin van a poder comer pescado
fresco, los pobres.
Llego a la casa de mis padres sin más
novedad. Y así paso el día.
Mi amigó no apareció en todo el día ¡Qué
descanso!
A eso de las cuatro de la tarde, le
llevo la leche a mi vecino. Se queda muy contento.
Al rato llega la chica que acuesta a mis
padres. Como este fin de semana se cambia la hora, le digo que hace falta que
venga una hora más tarde porque de lo contrario se hace muy temprano para
acostar a los viejos.
Ella viene de 5´30 a 9.00 y ahora, como
los días van a durar más, necesito que venga de 6´30 a 10´00.
Me informa que no puede, puesto que a
las nueve y media va a atender a otro señor mayor. ¡La leche! ¿Y ahora qué
hago?
Me dice que puedo buscar a otra que esté
libre ese tiempo, como si fuera tan fácil; costó meses para que mi madre la
aceptase a ella.
Bueno, le digo que siga viniendo a la
misma hora y ¿a ver qué podemos hacer?
Al volver a casa, ya a la entrada del
pueblo, me da el alta una patrulla de la Guardia Civil, me pregunta ¿Qué a
donde voy y de donde vengo?
Se lo digo, que voy para casa y vengo de
cuidar a mis padres viejecitos, y, muy amablemente, me contesta: muy bien, siga
usted.
Y ahora el parte de guerra de hoy. Otra
vez espeluznante.
En las últimas 24 horas han muerto 769
personas más. Un nuevo record.
Esto eleva el número de fallecidos a
causa de esta plaga, a casi 5.000, y más de 64.000 contagiados.
Y esta pandemia, aunque se ha cebado mayoritariamente
con personas mayores, no respeta a nadie.
Han muerto policías, guardias civiles,
médicos enfermeras y hay más de 10.000 profesionales sanitarios infectados.
Y no es solo España quien lo está
pasando mal. En Italia las cifras son dantescas, en Inglaterra está infectado
el príncipe Carlos, el ministro de sanidad y hasta el primer ministro, Boris
Johnson, y el número de contagiados no deja de duplicarse cada día. Y en
Estados Unidos, con 98.080 infectados, han batido el record en número de
contagiados, con 1.513 muertos. Y pensar que hace menos de una semana, tanto el
Presidente Trump, como Boris Johnson, casi no creían ni que hubiese que tomar
medida alguna contra el bichito.
Pues ya ves.
28-03-2020
Decimo cuarto día.
Como cada día,
a las nueve en punto salgo de casa.
Hoy no paro
en ningún sitio, no necesito nada, aunque, al pasar por delante del súper, veo
que ya hay cola.
También hoy
hace un día esplendido lleno de sol. Pienso que en tiempos normales, en un día
como hoy, sábado, la carretera estaría llena de coches con dirección a la
playa.
Hoy apenas
encuentro coches. ¡Qué pena!
En casa de
mis padres, la mañana transcurre sin novedad. A eso de las once, aparece mi
amigo. Esta conmigo hasta casi la una, luego se va muy apurado diciendo que
todavía tiene que hacer el pollo para el mediodía. ¿Qué tío!
Después de
comer, a eso de las tres y media, aparece el vecino, el señor mayor, me pregunta,
¿Si puedo cortarle el pelo?
Yo no soy
barbero, le corto el pelo a mi padre con una de esas maquinillas que traen el
cepillo numerado y no me sale muy mal. Así se lo digo a él.
Me contesta que
no importa, que con que salga medio bien que vale.
No tengo
muchas ganas de cortarle el pelo a nadie la verdad, pero…Bueno le digo, traiga
usted la maquinilla y se lo corto.
Me dice: ¿Qué
maquinilla?
La suya, le contesto.
Dice, no, yo
no tengo una maquinilla de esas.
¿Entonces,
cómo quiere que le corte el pelo?
Con esa tuya
que usas con tu padre, me contesta.
Ah, no. Esa
es de mi padre. Es un objeto de limpieza personal y no es para compartir con nadie
más.
Si quiere
que le corte el pelo, compre una maquinilla de esas y se lo corto, pero esta no
se comparte.
¿Y luego,
cuando pase todo esto, qué hago con la maquinilla?
Digo: pues
no sé, la usa de nuevo cuando necesite cortar el pelo.
No hombre,
me dice, cuando pase todo esto, voy de nuevo al barbero.
Bien, usted verá,
pero, sintiéndolo mucho, si no tiene maquinilla no le puedo cortar el pelo.
Dice, bueno,
está bien, lo tendré en cuenta. Y con esto se va muy enfurruñado.
Allá él.
Y sin más
incidentes, pasa el día, hasta que acuesto a mis padres y me voy a casa.
Y por la
noche, de nuevo el parte de guerra.
Hoy hemos
batido un nuevo record; el número de muertos ha sido de 832, elevando la cifra total de fallecidos por el coronavirus a
5.690. Y el número de contagiados es de 72.248.
La única
nota positiva es que, ya se han curado más de 12.000
29-03-2020
Decimo quinto día
Y hemos
llegado al final de la segunda semana de confinamiento.
Hoy ha siso
un día tranquilo.
Al ser
domingo casi no había coches en la carretera. Creo que en la ida, encontré dos
y ahora, a la vuelta, encontré uno.
Me volvió a
dar el alto una patrulla de la Guardia Civil. Como las dos veces anteriores,
las mismas preguntas, las, mismas respuestas y, continúe por favor. Bien por esta gente, profesionales, amables y comprensivos.
A quien no
se le puede dar un bien, ni siquiera un regular, es al Gobierno.
Test defectuosos
comprados a una empresa china no muy legal, y luego vuelta a hacer más pedidos
a la misma empresa, mientras se deja de lado a empresas españolas muy capaces
de producir todo el material sanitario necesario, no deja lugar para dar
alabanza alguna a este “Gobierno”.
No sé como
lo verán ellos, los del Gobierno, pero lo que vemos desde fuera es que están
totalmente desbordados, dando palos de ciego, y yendo de guatemala para guatapeor.
Y lo que es
peor, están tomado medidas contra la empresa privada, como prohibiendo los
despidos, u obligándoles a pagar el “permiso retribuido recuperable, etc., etc.,
que hacen que cada día España se parezca
más y más a Venezuela.
Y más que
nos vamos a parecer todavía. De momento están defenestrando a todo aquel
periodista que se atreva a criticar al Gobierno o a la izquierda, Alfonso Ussía,
Alfonso Rojo, Iker Jiménez, etc., etc.
Tan mal va
la cosa que, incluso Paco Maruenda, se ha pasado al lado oscuro de la fuerza.
¿Quién lo iba a decir?
Y por la
noche volvemos a la cruda realidad del “Coronavirus”
Hoy el número
de muertes por el Coronavirus ha sido de 838 y eleva el total de fallecidos a 6.606
y 78.799 contagiados.