El mundo está patas arriba.
Desde hace un tiempo, el simple hecho de escuchar el telediario, pone los pelos como escarpias, puesto que lo que día si, día también, nos trae la televisión a nuestras casas, nos demuestra sin lugar a duda, que el mundo se ha vuelto majareta y se ha puesto patas arriba.
Del mundo árabe nos llegan cada día, historias de muerte, destrucción y caos.
No hace mucho, el “pueblo” se levantó contra los dictadores de los países de aquella zona y, en una revolución sin precedentes, y que occidente calificó, bobaliconamente, de “Primavera árabe”, se deshizo de los dictadores.
Pero las cosas no han mejorado un ápice, se libraron de unos dictadores laicos, que no interferían demasiado en sus vidas, para acabar en las garras de los “hermanos musulmanes”, con unos gobiernos teocráticos, fanáticos y mil veces más dictatoriales e intrusivos de lo que habían sido los anteriores.
Y, sin embargo y a pesar de todo, Siria sigue sumida en una guerra civil entre rebeldes y el régimen de Bashar al-Assad,el último dictador que queda por aquellos lugares.
Bien, allá ellos, sarna con gusto no pica.
Pero aquí en España, la situación no es mucho mejor.
Todos los días sale a relucir el nombre de algún alcalde, ministro o mandatario de lo que sea, que ha metido la mano en el cajón, o sea, que nos ha robado.
En nuestros pueblos y ciudades hay huelgas todos los días. Huelgas por casi todo y en todas partes.
Y en nuestras calles y, especialmente, en Madrid, hay dos mil manifestaciones diarias; si uno está aburrido en casa y no sabe en lo que matar el tiempo, solo tiene que salir a la calle y unirse a la manifestación de turno y ya tiene entretenimiento para pasar la tarde.
Y, de todas las manifestaciones, con la única que simpatiza el autor de este blog, es con la de los afectados por la “participaciones preferentes”, porque eso fue un robo en toda la extensión de la palabra, ni siquiera se le puede calificar de timo, no, fue un robo cantante y sonante y, si el Gobierno tuviera lo que hay que tener, obligaría a todos esos bancos delincuentes, o delincuentes de los bancos, a devolverle el dinero a esos pobres infelices.
Y viendo todas estas cosas, a veces uno tiene la sensación de que el mundo está siendo utilizado por un manipulador magistral que se regocija en el hecho que esté en constante conflicto.
Y, a poco que uno se fije, uno se puede dar cuenta de que, aprovechando todo este maremágnum, siempre aparecen los mismos, los manipuladores, los sembradores del caos, los que no están allí para pedir por sus derechos, sino para sembrar el desorden, la discordia y el vandalismo.
Vemos como, con la cabeza tapada para no ser identificados, siempre hay individuos que rompen escaparates, queman autobuses, contenedores y todo lo que se le ponga a tiro, así como asaltan tiendas y le pegan a la policía.
Y es con estos con los que hay que andarse con mucho ojo, puesto que estos están allí mandados por ese “manipulador magistral que menciono más arriba.
Y, si los ignoramos y los dejamos hacer, estaremos ignorando un peligro latente y enterrando la cabeza en la arena como el avestruz.
No debemos olvidar la premisa de que, hay que tener libertad, pero, también, hay que tener seguridad y estas son fuerzas antagónicas, y, sin embargo, no podemos tener una sin la otra.
Y la línea divisoria, entre una y otra, es tan difusa que, con un poquito que nos confiemos, nos podemos pasar de frenada.
El final del siglo 19 y principios del 20, el mundo fue un autentico caos.
El presidente de Francia, Sadi Carnot (1894), el primer ministro de España, Antonio Cánovas (1897), la emperatriz de Austria, Isabel de Baviera –Sissi-(1898), el rey de Italia, Humberto I de Saboya (1900) y un presidente de Estados Unidos, William McKinley, (1901) fueron asesinados por el anarquismo, un fuerza ciega que aspiraba a destruir el poder y derribar los pilares de la civilización occidental.
También, en 1914, los anarquistas asesinan al archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero de la corona del Imperio austrohúngaro, así como a su esposa, la condesa Sofía Chotek, hecho que precipitó la declaración de guerra de Austria contra Serbia que acabó desencadenando la Primera Guerra Mundial.
Después de esto, el mundo se vio afectado por dos Grandes Guerras Mundiales, que dejaron millones de muertos, guerras en las que no participó España, porque, como “Spain is different”, aquí preferimos zurrarnos entre nosotros, así que, tuvimos nuestra Guerra Civil, propia. Después de esto el mundo pareció calmarse y vinieron unos años de paz y prosperidad como nunca hbia habido antes. El mundo avanzó y mejoro en unas pocas décadas loe antes había costado miles de años y llegamos a creer que ya nunca volveríamos a conocer el hambre, el frio y la miseria.
Pero, como nada es eterno y, además el ser humano no tiene enmienda y la cabra tira al monte, ese momento de paz parece estar tocando a su fin y la cosa se está poniendo cada vez más liadilla.
Ahora Europa ya no tiene que luchar contra los anarquistas, esa fuerza ciega parece haber pasado de moda, pero en su lugar ha aparecido otra fuerza, todavía más ciega, más xenófoba, excluyente y racista: los nacionalismos separatistas.
Una especie de locura colectiva que recorre Europa y que hace que cualquier imbécil que tuvo que haber nacido en algún sitio, -y no se da cuenta que eso fue una casualidad-, se sienta más inteligente, mejor dotado y mejor persona, que el vecino del pueblo de al lado, y quiere hacer de su región un país y su pueblo o aldea la capital de ese país.
Y, que la lengua de esa región, que no pasa la mayoría de las veces de dilecto, y que, además, solo es hablada, en el mor de los casos, por un millón o dos de personas, sea considerada en el mismo estatus que el Inglés, el Español (castellano) el Francés o el Alemán y, además, exige que sea hablada y estudiada –solo esa lengua en detrimento de las nacional- por todos aquellos que hayan tenido la “suerte” de haber nacido o vivir en la región que ese imbécil de turno ha decidido que va a ser su país.