Saturday, March 26, 2016

Llega el bendito cambio de hora y allá va.


Ya estamos otra vez. Llega el bendito cambio de hora y allá va.
Ya tenemos al listo de la clase, o listos, porque estos aparecen por doquier, enumerando las dificultades que ello conlleva. Que tenemos el huso Horacio cambiado. Que ese es el motivo de porque somos incapaces de conciliar vida laboral y familiar, de que España sea uno de los países menos productivos de Europa, de que tangamos que trabajar tantas horas, etc. Incluso esta mañana escuché en la radio que eso era una de las causas de que en España hubiese tanta gente  obesa… ¿…?

Redíos que “teima”. En España ya podemos poner el huso horario que no salga de la flor, que será estéril.
A los españoles nos gusta almorzar tarde –nunca antes de las dos de la tarde o algo así-y tomarnos el  tiempo suficiente, o sea, relajados, no menos de dos horitas.  Cenar a las diez de la noche y no acostarnos, jamás, antes de la una de la madrugada.
Y es que nos gusta la noche. Nos gusta andar de noche más que a un tonto una tiza.
Si, incluso, la Cabalgata de Reyes, dirigida a los niños, y que se podría hacer a las dos de la tarde, la dejamos para las siete, que por esas fechas es noche cerrada.
Y es que parecemos hijos de un vampiro o de Batman.
Pero es que somos así y no nos cambia ni la madre que nos pario.
Y, precisamente, como tenemos los “lunch” –comidas- tan largos, luego para compensar tenemos que trabajar hasta las siete u ocho de la tarde, algunas veces incluso hasta más tarde, luego, en la vuelta a casa, paramos a tomar unas cervecillas con los compi, y llegamos a casa a las tantas y derrengados.
Y de ahí viene eso de no poder conciliar vida laboral y familiar, es que no nos queda tiempo para nada.
Un tío al que le nazca un niño en otoño, justo el día en que se atrasa la hora, no lo va a conocer hasta la primavera siguiente, el día en que la hora se vuelva a adelantar.
Y es, precisamente, el huso horario que tenemos el que nos salva un poquito porque es gracias a eso que en verano tenemos las tardes mucho más largas y todavía, después del curro, nos da tiempo a ir a pasear o jugar con los niños, la mujer o el marido, etc.

Por lo tanto, dejar el puñetero huso horario en paz que es lo único que tenemos bien.

Saturday, March 19, 2016

El sufragio femenino.


El primer sufragio femenino fue autorizado accidentalmente, sucedió en Nueva Jersey, en 1776.
Para la convocatoria se usó la palabra "personas" en vez de hombres. Se abolió en 1807.
Y en 1838 fue aprobado en las islas Pitcairn, donde el sufragio de la mujer tuvo las mismas características que el de los hombres.
En Estados Unidos, fue el estado de Wyoming, en 1869, el primero en instaurar el sufragio sin diferencias de sexos, aunque no era universal, solo podían votar los blancos.
Fue Nueva Zelanda, en 1893 que permitió, gracias al movimiento liderado por Kate Sheppard, el sufragio universal sin restricciones, aunque las mujeres no se les permitía presentarse a las elecciones.
El primer estado en ofrecer el sufragio universal, y también permitir a las mujeres presentarse a elecciones para el parlamento, fue Australia del Sur en 1902.
El derecho al sufragio femenino llegó a Inglaterra en 1918.
A Estados Unidos en 1920. A España en 1931.
(Aunque, la primera vez que el sufragio femenino fue ejercido en España, fue en las elecciones generales de noviembre de 1933).
A Francia en 1944. Italia en 1945.
Y en la liberal Suiza, la mujer tuvo que esperar hasta 1971 para poder ejercer el derecho a voto.
En cuanto en Arabia Saudita… mejor ni preguntar.
Y esa lucha por el derecho al voto femenino comenzó con el movimiento internacional de mujeres (aunque también hubo hombres) conocido como las sufragistas.
Uno de los grupos mas combativos fueron las sufragistas británicas (Women´s Political and Social Union) lideradas por Emmeline Pankhurst.
Dicen que esta señora decidió formar su grupo al ver que a su hija Christabel, quien había obtenido una licenciatura en derecho, le era denegada una carrera como abogado solo por el hecho de ser mujer.
Otra hija de esta señora, Sylvia, siguiendo los pasos de su madre y hermana, se convirtió en una comunista y anticolonialista activista, la cual más tarde, invitada por Haile Selassie, decidió irse a vivir a Etiopia.
Y otra tercera hija, Adela, se fue a vivir a Australia, donde se convirtió en la cofundadora del primer Partido Comunista Australiano. Algunos años más tarde fundó, también, el primer Partido Fascista Australiano...
Pero bueno, dicen que el cambiar de idea es prerrogativa de la mujer.
Y estas no fueron las únicas; en esta lucha, por el derecho al sufragio femenino, hubo otras muchas mujeres: Elvia Carrillo Puerto en México, Eva Perón en Argentina, Matilde Hidalgo de Procel en Ecuador, etc. pero en España, si hubo un paladín del derecho al voto de la mujer, esa fue sin duda Clara Campoamor.
En los debates que se produjeron los días 1, 2 y 8 de septiembre de 1931 en las Cortes Constituyentes, solo había dos mujeres: Clara Campoamor por el Partido Radical y Victoria Kent, del Partido Radical-Socialista.
La izquierda, con excepción de un grupo de socialistas y algunos republicanos, no quería que la mujer votase porque se suponía que estaba más influida por la Iglesia e iba a favorecer a las derechas. Estas tampoco lo querían pero lo apoyaban porque creían que les podía favorecer. Entonces, el partido Radical Socialista puso frente a Clara a la otra diputada, Victoria Kent, para negar el voto de la mujer aplazándolo sine die. El debate fue extraordinario y la Campoamor arrolló. Pero no tenía mayoría. La consiguió con el apoyo de la minoría derechista, la mayoría del PSOE y algunos republicanos. Victoria Kent y los radicales trataron de ganar lo perdido mediante una enmienda constitucional, pero Clara la desbarató.
Cuando la derecha abandonó el Parlamento por la Ley de Congregaciones se hizo el último intento para impedir el voto femenino, pero la Campoamor no sólo se impuso en el debate sino que, contra todo pronóstico y por sólo cuatro votos, lo ganó. Apoyándose en el PSOE y en algunos republicanos de derecha, derrotó a los socialistas de Prieto y a los republicanos de su propio partido, el Radical, el Radical Socialista y el de Azaña.
Prieto salió del hemiciclo diciendo que aquello era «una puñalada trapera a la República».

Todavía, algo más tarde, la diputada del PSOE, Margarita Nelken, (contraria a otorgar derecho de voto a la mujer). Sostenía que, la falta de madurez y de responsabilidad social de la mujer española, podía poner en peligro la estabilidad de la República) hizo otro intento de desbaratar lo conseguido por Clara Campoamor, que también fracasó.
Y cuando en 1933 la CEDA ganó las elecciones y Lerroux formó gobierno, sin ellos y con ellos, toda la izquierda le echó la culpa de su derrota a Clara Campoamor. Fue su muerte política.