Cataluña Tierra Española.
Escribe Guillermo
Gortázar, en su libro, “Bajo el dios Augusto”: “Desde los
tiempos más remotos, la historia ha sido concebida como un medio de
legitimación de poder y, por ello, se ha intentado reajustarla y
escribirla a conveniencia.
Las verdades que
proclama la ideología nacionalista no son racionales, puesto que son
dogmas.
Su fuerza no está
en las ideas sino en las creencias y en los mitos. Su visión del
pasado y las imágenes que proyecta en el presente son inmunes a la
crítica porque componen un relato, no un razonamiento.
Que esta escritura
de la historia no se corresponda con la realidad no resulta ser un
obstáculo para que sus defensores –dotados tanto de imaginación
como de amplio apoyo económico- terminen por suplantarla, imponiendo
sus tesis en el sistema educativo.
Así se explica, en
parte, la actual situación catalana, puesto que el pasado pesa tanto
en España porque el presente lo manipula”
Por mi parte,
además, añadiría el fanatismo. Un fanatismo sordo, ciego y cerrado
ante cualquier razonamiento lógico.
El fanatismo de unos
individuos que se creen miembros de una raza superior, por el simple
hecho de haber nacido en un determinado lugar.
-Se olvidan de que
todo idiota tuvo que haber nacido en alguna parte-
Pongamos por ejemplo
a Rufián, este tío nació en Cataluña y es un cretino, pero si
hubiese nacido en Andalucía, lugar de origen de sus padres, seguiría
siendo igual de cretino, solo que con diferente acento.
Pero además de un
fanatismo a prueba de bombas, estos individuos hacen gala de un
cinismo que avergonzaría a un trilero.
Piden dialogo, para
luego encerrarse en que no aceptaran nada que pase por menos que la
independencia de Cataluña.
Dicen que en España
no hay democracia, para luego, ellos, dar un golpe de estado y querer
llegar, por las bravas, a esa independencia de Cataluña.
Y cuando la justicia
española le pide cuentas por esos hechos, ellos claman por un
tratado político, como si el Gobierno, pudiere intervenir en las
decisiones de los jueces.
Si olvidan que
nuestra Constitución se asienta en tres poderes: el ejecutivo, el
legislativo y el judicial, y que unos no pueden interferir con los
otros. Luego se ve que tampoco creen en la Constitución.
A pesar de que
Cataluña en una de las regiones más ricas de España y que, este
hecho, es debido en buena parte a que fue siempre distinguida por
todos los gobernantes, incluido Franco, como receptora de las mejores
industrias, ayudas estatales, subvenciones y demás prebendas,
practican el victimismo de forma descarada y miente sobre ello de una
forma insolente, impúdica y deshonesta, algo que merece general
desaprobación.
Se niegan a ver el
absurdo absoluto, la rotunda idiotez de sus acciones.
Se marchan los
bancos, las grandes empresas, los pequeños autónomos, el capital de
los ahorradores tanto grandes como pequeños, el capital extranjero,
los inversores, tanto extranjeros como españoles, dejan de ver a
Cataluña como objetivo de sus inversiones y hasta la “World Race”,
es suspendida debido a la inestabilidad política en Cataluña.
La evidencia de que
las acciones de los separatistas están llevando a Cataluña un
desastre monumental, es apabullante y ellos, en un alarde de cinismo
impúdico y mordaz, culpan de todo esto al Gobierno, al ayuntamiento
de Barcelona y hasta a la madre que los trajo al mundo.
Y todo esto aun
sabiendo que a pesar de que en número de escaños ganaron ellos -
los partidos separatistas- en votos cantantes y sonantes, los
partidos llamados constitucionalistas fueron los ganadores.
Su odio y desprecio
hacia el resto de los españoles es tal, su fanatismo hacia su
innoble causa es de tal magnitud, que no importa que se caiga el
mundo, ellos se hacen el sordo y ciego e inasequibles a desaliento.
Su forma de
argumentar está orientada al único objetivo de lograr la victoria
en la disputa sin tener en cuenta para nada la verdad ni las
consecuencias.
Y la única forma de
ganarles que tenemos los demás españoles es unirse, salir a la
calle y demostrarles que, se pongan como se pongan, Cataluña es,
también, tierra española.