Barcelona 2019.
La actual rebeldía de
la Generalidad de Cataluña contra el Estado Español, nos hace asistir a un espectáculo
mas triste que la misma rebeldía: el de la indiferencia del resto de España,
agravada por la traición de los partidos, como el socialista, que han pospuesto
la dignidad de España a sus intereses políticos.
Mientras los nacionalistas
catalanes caldean el ambiente de Barcelona, no hay en Madrid nacionalistas
españoles que proclamen a gritos la resuelta voluntad de mantener unida a España.
Lo anterior lo firmaba José Antonio Primo de Rivera, en
1930, pero podría pasar por haber sido escrito ayer por la tarde.
Y, a pesar de lo que ha quedado escrito sobre aquellos años,
la mayoría de los españoles no acaban de comprender lo que fue aquello, el
ambiente que reinaba en aquellos días en la Comunidad Catalana.
Pero para todos ellos, para que lo comprendan, sirva de
muestra los acontecimientos que se han desarrollado en estos últimos días en
Barcelona.
Aquí se han sobrepasado con creces todos los límites de la
razón, la convivencia pacífica, la ley y el orden, y la democracia, además de el más grande sentimiento de
vergüenza ajena viendo a un Gobierno de España, que ni sabe, ni quiere, poner
coto a los desmanes y resolver la situación.
Hemos asistido a través de los medios de comunicación, al
desenfreno de una turba, una chusma aullante y amenazadora, -puesto que la “Rebelión de las Sonrisas” se transformó en el
grito de las hienas- que lanzó a la policía toda clase objetos a modo de misil
o arma, desde adoquines a bolas de acero, bombonas de gas, moto sierras e
incluso bengalas contra un helicóptero.
Hemos visto quemar contenedores, cerrar calles, colegios,
autopistas, estaciones de tren y aeropuertos.
Hemos visto asaltar, robar y destrozar, supermercados y
centros comerciales.
Hemos visto como la policía, en inferioridad de condiciones,
con un valor y un arrojo sin precedentes, trataba de imponer el control en
aquel despropósito.
Y hemos visto como esa misma policía, agotada y sin medios,
ni material, acababa muchas veces,
pugnando, no por restituir en orden en las calles, sino simplemente, por salvar
la vida.
Mientras, a solo
trescientos metros, dos mil guardias civiles, se veían impotentes de prestar
ayuda obligados por imperativo de las órdenes de no intervenir de un Gobierno,
que, sin vergüenza ni pudor alguno, asistía impávido ante todo aquello.
Mientras, y para
rematar la faena, ese “joker” que hace las veces de Ministro del Interior, el
señor Grande-Marlaska –“Grande” ¡que ironía!- declaraba en una rueda de prensa
que, lo que estaba ocurriendo en Barcelona, era “normal”.
Aunque todo esto valió la pena, puesto que hoy, nuestro Presidente, al frente de su Gobierno,
en un alarde de magnificencia, sabiduría y buen hacer, ha cambiado los restos
Francisco Franco Baamonde, del Valle de los Caídos, al cementerio de Mingo
rubio, El Pardo.
Y esto lo cambia todo. Desde este momento se han acabado las
penurias, las calamidades y las desdichas, de todos los españoles.
Desde hoy, y gracias a tan Magno Hombre, todos los españoles
seremos felices y comeremos…
“Nuestra democracia se
autodestruye porque ha abusado del derecho de igualdad y del derecho de
libertad, porque ha enseñado al ciudadano a considerar la impertinencia como un
derecho, el no respeto a las leyes como
libertad, la imprudencia en las palabras como igualdad y la anarquía como felicidad” (Isócrates 350
aC)