Estamos viviendo en la execración de nuestra democracia
Tenemos un teléfono móvil en el bolsillo. Hemos llegado a tener al alcance de la mano toda la información que necesitemos sobre cualquier cosa, en cualquier lugar y en cualquier momento. Simplemente echamos mano de nuestros teléfonos y Google nos informa: ¿en qué fecha terminó la Segunda Guerra Mundial? ¿Quién descubrió la penicilina? ¿La vida sexual del caracol de concha blanda? o ¿a qué hora se murió, o la murieron, Marilyn Monroe?
Estamos en la era de la información, o se supone.
El ciudadano de a pie nunca tuvo a su disposición tantos medios de estar informado como en este momento.
Y, sin embargo, es todo una pura ilusión. Una quimera.
Porque, en realidad, toda esta facilidad de dar información al individuo, paradójicamente, se está usando para desinformar. Y así, el ciudadano medio, aparece más perdido, desorientado y confundido que un pulpo en un taller mecánico.
Con el monopolio de la radio, de la televisión, de la prensa escrita y de casi todos los medios, importantes, de comunicación, incluidas las redes sociales, con la facultad de gobernar por decreto, y de “manipular” las encuestas – ¿y quién sabe si no también las elecciones? -, se está llevando a cabo la más completa destrucción de las instituciones democráticas.
No está quedando ningún sector de la sociedad que, prácticamente, no esté controlado y sometido por el Estado.
Es tal la desinformación, y censura de la información, a la que estamos sometidos, que ya nadie sabe a qué atenerse.
Y, según de las fuentes en que bebamos, todos nos forjamos nuestra opinión, pero es en las distancias cortas, cuando le preguntamos al amigo, al compañero, a nuestros padres o a nuestros hijos, que opinan de esta o aquélla situación, cuando la realidad nos da en la cara con toda su crudeza. Nadie sabe lo que está pasando.
Ya nadie dice estar convencido al cien por cien, de que lo que está diciendo y creyendo, sea lo real.
Ya nadie, con dos dedos de frente, -siempre quedan aquellos que piensan que ellos han visto la luz- te puede asegurar de: ¿si el malo es Putin o Zelenski, si le hicieron pucherazo, o no, a Trump, o a Bolsonaro, si Elon Musk es héroe o villano o si Bill Gates está al cabo de la calle de lo que nos está pasando o es sólo una víctima de los conspiranoicos y malpensados?
La tolerancia, la democracia o las libertades del individuo, ya no inspiran ni motivan a la gente.
La sociedad se está desmoronando. La mentira, la estafa, el engaño y el robo se han convertido en actos moralmente aceptables.
Y las “redes sociales”, esas que un día creímos que iban a ser la panacea ante tanta mentira y desinformación. Que iban a ser el lugar donde el ciudadano de a pie, ese que sirve siempre de escudo contra todas las crisis del mundo, pudiera dar su opinión, se han convertido en todo lo contrario
Cuando se trata de opinar o preguntar cualquier cosa que no te cuadre, “olvídate de poder hacerlo en una red social”. Sólo vas a poder opinar y preguntar, lo que ellos te digan qué puedes opinar o preguntar. Haz una pregunta o da una opinión que a ellos no les guste y automáticamente tu cuenta es censurada y, la mayoría de las veces, ni te dicen ¿ el por qué?
Y es en este maremágnum de “información manipulada" y manipuladora, que la gente toma bandos, tribus, masas que eligen esta o aquella ideología y la siguen a ultranza, como quien elige y sigue a un equipo de futbol, sin saber muy bien ¿por qué?
Cuando estas ideologías provocan violencia, despiertan pasiones y comienzan a estar guiadas por fuertes convicciones, de nuevo surge sobre el horizonte político el fascismo, el marxismo y el más irracional de todos los sentimientos, el nacionalismo extremo.
Y para ponerle la guinda a este pastel de atrocidades, el Gobierno de Sánchez, -que más que un Gobierno, es una aberración de lo que debe ser un gobierno- ha sacado su “Ley de Memoria Democrática”. Una ley que no es ley, ni memoria, ni democrática. Un descarrío hecho ad hoc para juzgar los “crímenes del franquismo” pero que olvida los del bando republicano y, sobre todo, los de la banda terrorista E.T.A, -ahora socios del Gobierno- que asesinaba hace tan solo 12 años
Pero que te obliga a medir lo que dices sobre el Régimen de Francisco Franco o sobre los que durante la Guerra Civil, estuvieron con el Bando Nacional, porque, si deciden que es algo positivo, ello te puede acarrear una multa o ¿quién sabe qué?
Un entorno donde no es seguro estar en desacuerdo, no es un entorno centrado en desarrollarse como país y mucho menos como democracia, es un entorno centrado en el control y la dictadura.
Estamos viviendo en la execración de nuestra democracia, algo que debiera darnos repulsa, asco y aversión y sin embargo marchamos felices por la vida creyéndonos como el perro aquél de la canción: “piensa que es libre porque anda suelto mientras arrastra la soga al cuello”.