------------------------------------------------------------------------------
Fue también en ese año de 1868 cuando nacía la peseta como unidad monetaria. La sufrida divisa española contemporánea nuestra y, últimamente, tan añorada.
En fin, llegado 1870 y España no había construido aún ni diez altos hornos, mientras Gran Bretaña rebasaba ya los 300 en 1826 y Francia terminaba el Segundo Imperio con dos centenares. En mil 1870, valga como índice, España producía unas cincuenta mil toneladas de lingotes de hierro, frente la millón largo de Francia y los seis millones de las islas británicas lanzadas ya a su segunda revolución industrial cuando España apenas se había enterado de la primera.
En fin, superado, casi milagrosamente el sexenio-pesadilla,
la primera Restauración vino, de verdad a continuar la historia de España.
Hecha posible por un rey excepcional, la Restauración fue obra de otro hombre excepcional, don Antonio Cánovas del Castillo.
En cuanto sube al trono Alfonso XII cambia todo como por ensalmo; orden, continuidad, calma absoluta… Esta especie de milagro hay que atribuirla, ante todo, al sistema político, Alfonso-Cánovas.
Cánovas, verdadero genio político, aprovecho los materiales que encontró y con ellos construyó una agrupación más o menos perfecta, pero útil para aquellas circunstancias.
La Restauración trae para España unos años de modesta prosperidad y progreso.
Es 1881, año que contempla el abandono del poder de Cánovas y otro hecho, que en aquel momento pereció baladí, pero que repercutiría hondamente en el futuro de España: el político catalán Valentí Almirall abandona el federalismo republicano para verter todas sus esencias regionalistas en un nuevo movimiento, el catalanismo.
Cánovas, retorna al poder en 1884 e inicia la segunda etapa conservadora de la Restauración; pero con la muerte del Rey Alfonso XII en 1885, la Restauración pierde fuelle y tras el asesinato de don Antonio Cánovas, el 8 de agosto de 1897, se puede decir que entra ya en vía muerta.
La siguiente oportunidad, nos llega el 14 de abril de 1931 con la instauración de la
Segunda Republica.
La Segunda Republica, nace en medio de una marea de ilusión, pero frustrada en sus raíces, pues nace con el pecado venial, de ser hija de una trampa. Al atribuirse el comité revolucionario, anticipadamente y antes del recuento final de votos, la victoria del bloque republicano, de las elecciones municipales del 12 de abril, cuando en realidad, y a pesar del pucherazo, fue una victoria aplastante del bloque monárquico, ya nace con un estigma del que ya nunca se podrá liberar.
A partir de ahí, la joven Republica ya nunca iba a ser revolucionaria sino reaccionaria.
Porque miraba al pasado en vez de prever el futuro, y con ello gastaba en la venganza personal sus energías creadoras. Porque sus medidas iniciales se dedicaron a destruir la obra de la década anterior, (Miguel Primo de Rivera) sin sustituirla nada mas que por palabras.
El fracaso de la Republica, así como su implantación, como la Guerra Civil, como su secuela, fue un asunto de los españoles y, por lo tanto, el fracaso de estos, de todos nosotros, de mostrarnos una y otra vez incapaces de vivir en paz.
Todavía hoy se trata por todos los medios de achacar el fracaso de la Republica a la derecha reaccionaria que terminó con un golpe de estado en 1936.
Pero en realidad, durante todo aquel tiempo la derecha, fue obligada a defenderse de los ataques de que fue objeto, una y otra vez, por parte de la izquierda.
La primera fase de la republica que va desde el 9 de diciembre de 1931 al 3 de diciembre de 1933. El Gobierno de izquierda de don Manuel Azaña, que preside esta fase, no acaba cayendo a causa de un golpe asestado por la derecha, sino todo lo contrario el golpe fue asestado desde la izquierda, con el asunto de “Casas Viejas”, Cádiz, y que termina tumbando al Gobierno de Azaña.
La segunda fase que va desde el 3 de diciembre de 1933 al 16 de febrero de 1936.
Durante esta fase el Presidente de la Republica, don Aniceto Alcalá Zamora, se vio obligado a configurar un Gobierno liberal, nombrando presidentes de Gobierno a Lerroux, Martínez Barrio, Lerroux, Samper y otra vez Lerroux, al ser coaccionado, bajo amenaza de un golpe revolucionario, por parte de la izquierda que se negó a aceptar que la derecha, que había ganado las elecciones democráticamente en las urnas, formase Gobierno.
Golpe que la izquierda acabó perpetrado, igualmente, en 1934.
Este fue el finiquito de toda legalidad, si alguna vez había tenido alguna, de aquella Republica.
Y aquí, y no en el 36, fue el comienzo de la Guerra Civil.
El golpe revolucionario del 34 fue sofocado eficazmente, pero luego, y como siempre sucede en este país, no hubo los arrestos necesarios para castigar a los culpables y estos al volver a sentirse libres con tanta impunidad, volvieron a campar por sus fueros, todavía con mas desvergüenza y violencia cometiendo toda clase de desmanes y tropelías.
En 1936 poder entra en una degeneración sin precedentes y el país en una fase francamente revolucionaria. La ley y el orden brillan por su ausencia e ineficacia y el caos reina por doquier.
Una organización de izquierda obrera se incauta le Palacio de Gandía, en Madrid, izando en él la bandera roja.
Ni la vida ni la propiedad contaban con seguridad alguna. Es sencillamente ridículo tratar de explicar todo esto con las consabidas variaciones sobre el tema del “feudalismo” y otras ingenuidades que abarrotan las páginas de los numerosos libros consagrados a la España de aquel entonces. No era solo el dueño de miles de hectáreas de terreno, concedidas a sus antepasados por el rey don Fulano el Olvidado, quien veía invadida su casa y desjarretado su ganado sobre los campos donde las llamas devoraban sus cosechas. Era el modesto medico o abogado de Madrid con hotelito de cuatro habitaciones y media y un jardín de tres pañuelos cuya casa ocupaban obreros del campo, ni faltos de techo ni faltos de comida, alegando su derecho a hacer la cosecha de trigo, diez hombres para hacer la labor de uno, y a quedarse en la casa hasta que la hubieran terminado. Era el jardinero de la colonia de casas baratas que venia a conminar a la muchacha que regaba los cuatro rosales del jardín a que se abstuviese de hacer el trabajo que pertenecía a los jardineros sindicados; era la intentona de prohibir a los dueños de automóviles que condujeran ellos mismos, obligándolos a tomar un conductor sindicado; era la huelga de albañiles con una serie de demandas absurdas, con evidente objeto de mantener abierta y supurando la herida del desorden, y el empleo de la bomba y el revolver por los obreros contrarios al laudo contra los obreros que lo habían aceptado.
Todos los excesos que habían empezado a aparecer al final de la primera época del gobierno de Azaña, se manifestaron con mayor violencia. Se recurrió con frecuencia a la intimidación de todos aquellos que no pertenecían a un sindicato obrero.
El uno de marzo de 1936, Luis Companys y su liberado gobierno de la Generalidad regresan en triunfo a Barcelona. -Habían estado en prisión, condenados por declarar la independencia de Cataluña durante el golpe revolucionario del 34, (Lo dicho, siempre los mismos)- Esto parece la señal para una erupción autonomista por todo el país, aunque cabria llamarlas, mas que separatistas, cantonales; se declara la de Aragón el 2 de marzo en Caspe, la de Castilla el 20 de abril, la de Asturias el 20 de mayo en Gijón, y el 6 de junio es Huelva quien pide la anexión de Murcia y Badajoz a Andalucía. Galicia celebra su plebiscito autonomista el 26 de junio; y el 15 de abril arribaba a las Cortes el Estatuto Vasco.
Ese mismo 1 de marzo se dicta un decreto que obliga a los patrones a readmitir a los trabajadores despedidos por la revolución de octubre de 1934; no faltaron casos limite; como el de la viuda toledana que hubo de acoger en su modesta explotación a los asesinos de su marido.
Al mismo tiempo España entra en la oleada de huelgas mas dura de su historia. Entre los dos meses y medio comprendidos entre el 1 de mayo y el 18 de julio, el ministerio de Trabajo señala 192 huelgas en el campo.
Y así se abría el mes de julio de 1936, el más triste y más absurdo de toda la historia de este país que se llama España. El día 18 de ese mismo mes España entraba en guerra.
La Guerra Civil y con ella terminaba el ensayo frustrado de aquella II Republica que pudo ser una oportunidad de progreso y se convirtió en símbolo de un fracaso, una tragedia puramente española, debida a las dos pasiones políticas que dominan al español: dictadura y separatismo.
Y como diría José Antonio Primo de Rivera en sus borradores de Alicante, “la cosa tenia que estallar y estalló”. La medida de la tragedia la da el hecho de que cuando las gentes se enteraban de la espantosa noticia a lo largo del sábado 18 de julio 1936, el comentario mas habitual se resumía en dos palabras que casi sonaban a alivio:
“”Por fin””.
Continuara…